Fiasco del gabinete de seguridad de los EU en Venezuela

 

La rebelión cívico militar emplazada el pasado 30 de abril por Juan Guaidó, presidente interino denominado así por la Asamblea Nacional manejada por la oposición,  se transformó en un gran fiasco para deponer al desacreditado y arbitrario gobierno de Nicolás Maduro.                                                   
Un fracaso que queda en la cuenta del grotesco cuarteto neoconservador que controla el gabinete de inteligencia y seguridad nacional del gobierno de Donald Trump: el vicepresidente Michael Pence, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional John Bolton, el secretario de Estado Mike Pompeo y el encargado especial para la crisis de Venezuela, Elliot Abrams.                                                                          
Aunque la opción de una intervención militar de los EU retóricamente no está descartada por el atrabancado cuarteto belicoso, una aventura de esa dimensión enfrentaría obstáculos logísticos y militares considerables, además de no tener la aprobación de las naciones que reconocen a Guiadó. La forma en que los neocons tratan a Venezuela y al resto del hemisferio, no se basa en una política de relaciones internacionales propiamente dicha, es solamente un videogame con el software obsoleto de la época de la Guerra Fría y los corolarios intervencionistas de la doctrina Monroe.

 

En la sala de juegos, la inteligencia neoconservadora tenía la certeza de que oficiales militares de alto rango secundarían la insurrección. Por cierto uno de los síntomas de la decadencia estratégica de los Estados Unidos es su dependencia a escenarios de guerra virtuales en el que el factor de la creatividad humana queda relegado a un segundo plano.

 

De manos vacías al cuarteto dinamita solo le quedo acusar de traición, a militares venezolanos de alto rango, nominalmente, al ministro de Defensa, Vladimir Padrino, al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Maikel Moreno, y al comandante de la Guardia Presidencial, Iván Hernández Dala. De acuerdo a John Bolton, los tres habían acordado respaldar a Juan Guaidó. “Se les acabó el tiempo” amenazó Bolton, “es su última oportunidad. Acepten la amnistía de Guiadó, protejan la Constitución saquen a Maduro, y los quitaremos de la lista de sanciones. Continúen con Maduro y húndanse con el barco”, remató.

 

El fiasco armado por los neoconservadores obligó al presidente Donald Trump a tratar el tema en una conversación telefónica con su homólogo ruso, Vladimir Putin para buscar una solución negociada al conflicto venezolano, debido a la influencia militar rusa en ese país. En la conversación del 3 de mayo ambos abogaron por una salida sin injerencia externa en el devastado país. La misma tónica se mostró más tarde el 6 de mayo en la reunión que tuvieron el secretario de Estado de los EU, Michael Pompeo y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, en el contexto de la cúpula del Consejo Ártico en Finlandia.

 

Por otro lado el fracaso del casi “push” es relativo, pues es evidente que existen fisuras al interior de las Fuerzas Armadas venezolanas, que si bien están en desacuerdo con el rumbo del gobierno de Maduro, no aceptan el tipo de liderato representado por un cipayo de los EUA, del tipo Guaidó.

 

Esta dinámica de desestabilización progresiva ha ocurrido desde el intento fallido de golpe contra Hugo Chávez en 2002. A partir de entonces cualquier amenaza de intervención militar norteamericana inyecta nuevo aliento a las diatribas bolivarianas. Un aliento accidental en tanto que la economía continúa desmoronándose.

 

De hecho lo que acontece en Venezuela es un proceso de desintegración controlada para evitar que alguna fuerza nacional legítima asuma las riendas del país con una claro finalidad patriótica, apoyada en nada menos que las mayores reservas de petróleo del mundo.

 

La diplomacia brasileña en el cabús

La última intentona neoconservador en Venezuela trajo daños colaterales serios a la diplomacia brasileña, cuyo papel ya se había perjudicado por la posición intervencionista del canciller Ernesto Araujo, la cual necesitó ser corregida por el vicepresidente Hamilton Mourão en la reunión del Grupo de Lima, realizada en Bogotá el 25 de febrero pasado.

 

Tal participación de Mourão y el freno al intento de trasferir para Jerusalén la embajada brasileña en Israel, fueron efectivamente las principales causas que desataron la furia del bizarro “gurú” de la familia Bolsonaro, Olavo de Carvalho, brasileño residente en el estado de Virginia en los Estados Unidos contra el vicepresidente Mourão. Carvalho es el instigador que procura subvertir la política exterior brasileña para alinearla de plano a las políticas neoconservadoras de los Estados Unidos e Israel. Sus piezas en el gobierno son claramente el Canciller Ernesto Araujo y los hijos del presidente Jair Bolsonaro que hasta ahora cuentan con la venia del propio presidente de la república.

 

El grado de dependencia a las maniobras neoconservadores en Venezuela, fue revelado en una nota del periódico O Estado de São Paulo del 1 de mayo, según la cual en la víspera de la tentativa para deponer a Nicolás Maduro, el canciller viajó a Washington para estar al tanto de todos los detalles en una reunión sostenida con John Bolton y Mike Pompeo. Mientras tanto en Brasil en la misma fecha, el diputado Eduardo Bolsonaro junto con otros diputados de la Comisión de Relaciones Exteriores, que él preside, visitaba la ciudad fronteriza con Venezuela, Pacaraima, donde afirmó que estaba esperando “buenas noticias y tal vez la oportunidad de conmemorar del otro lado de la frontera”, la caída de Maduro.

 

Subirse en el remolque del ferrocarril intervencionista de los neocons claramente está provocando un enorme desprestigio a la diplomacia brasileña que, históricamente, ha mantenido una posición de independencia y soberanía defendiendo los principios de no intervención en los asuntos de otros estados soberanos.

 

El fiasco en Venezuela y el descrédito de la política exterior del país ha provocado una obvia insatisfacción en la Fuerzas Armadas y, concomitantemente, aumenta la intensidad de la fiereza de Olavo de Carvalho contra ellas. Tan extremas ofensas obligaron al general Eduardo Villas Bôas, ex comandante del Ejército, y uno de los jefes militares más respetados del país, a poner un ultimátum a los ataques incontrolables contra altos oficiales en retiro que participan en el gobierno de Jair Bolsonaro.

 

El contacto entre Trump y Putin para apagar el fuego en Venezuela, es una muestra de lo que podría hacer la diplomacia brasileña, si dejara para atrás las jugarretas sucias de la torpe inteligencia neoconservadora. Brasil podría ser un mediador natural con las grandes potencias para facilitar una salida negociada en Venezuela.

 

Al final de cuentas junto con Colombia, es el país más afectados por la emigración provocada por la desintegración económica del régimen de Maduro, además de pertenecer al grupo BRICS, desde donde ocuparía una posición a la altura de la cambiante situación estratégica mundial. En caso de que Trump se distanciara del truculento grupo neocon, Brasil quedará a la intemperie viendo pasar los grandes navíos.

*MSIa Informa

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