Mario Lettieri y Paolo Raimondi*
En septiembre pasado se llevó a cabo el Foro de Cooperación China-África (FOCAC). Participaron 53 jefes de Estado y de gobierno de todos los países africanos y el liderato chino. Fundado en 2000, ésta fue su tercera gran conferencia internacional.
Más de mil representantes de 600 empresas e institutos de investigación participaron del evento, muchos interesados en promover relaciones en las áreas de industrialización, comercio e infraestructura.
En los últimos diez años, los chinos invirtieron 110 mil millones de dólares en el continente africano. Para los próximos tres, han prometido otros 60 mil millones, de los cuales 15 mil serán en crédito sin intereses, 20 mil millones en créditos preferenciales, 10 mil en un fondo especial de desarrollo, cinco mil para financiar importaciones de África y 10 mil para apoyar inversiones de empresas chinas en África.
En el período de enero a julio de 2018, el comercio África-China llegó a 116 mil millones de dólares, un aumento del 19% en relación al mismo período de 2017. Significativamente, las balanzas comerciales son casi paritarias.
La gran novedad está en la intención china de ampliar los programas de infraestructura de la Nueva Ruta de la Seda, la llamada Iniciativa Franja y Ruta (BRI, en inglés), para el continente africano. De hecho, se firmó un nuevo plan de acción para integrar al BRI, en su quinto aniversario, con la Agenda 2030 de Naciones Unidas y la Agenda 2063 de la Unión Africana, así como con varios planes nacionales de desarrollo de los países africanos.
Por desgracia, el Occidente, en particular Europa, ha fallado miserablemente en sus relaciones con África –la influencia de las lógicas neocoloniales todavía es fuerte. China, por su parte, se comprometió con el desarrollo del continente africano. Ciertamente, no lo hace gratuitamente y muchos aspectos de su cooperación pueden modificarse y mejorarse. Sin embargo, parece querer combinar inversiones con desarrollo. No actuando solamente como una mera acumuladora de tierras y materias primas.
Bajo esa óptica, la infraestructura y las industrias manufactureras son tenidas como los principales caminos para el crecimiento económico del continente. China ya hizo una gran contribución en este sentido, habiendo construido más de 5 mil kilómetros de vías férreas y carreteras desde 2000.
Muchos africanos argumentan que, como parte de la expansión de la Nueva Ruta de la Seda, la cooperación sino-africana podría abordar y solucionar algunos desafíos fundamentales para el desarrollo y el bienestar de los pueblos del continente. Por ejemplo, mientras que 600 millones de africanos todavía no tienen acceso a la electricidad, 40% de los préstamos chinos va hacia el sector energético y 30% hacia la modernización de la infraestructura.
Obviamente, el Occidente acusa a China de explotar los recursos del continente para atraer a los líderes africanos hacia la “trampa de la deuda”, volviéndose dependientes y sumisos y endeudados con los bancos chinos. En verdad, un reciente estudio del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas concluyó que, en promedio, los países africano s tienen una proporción deuda pública/PIB del 32%, llegando al 40% en el caso de algunos productores de petróleo. De hecho, son tasas superiores al 25% definido como objetivo ideal por el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero bastante inferiores a los niveles de los países occidentales.
El éxito de la cumbre del FOCAC demuestra que los ataques instrumentales no han tenido efecto.
En su discurso en la reunión, el presidente Xi Jinping reiteró la importancia de una acción en conjunto con el objetivo de construir un mundo multipolar y planteó que China pretende cancelar las deudas de algunos países africanos pobres. Xu Jinghu, enviado especial para asuntos africanos, amplió diciendo: “China no aumentó el peso de la deuda africana”.
Las razones para el crecimiento de la deuda africana son complejas y variadas, empezando con la caída de los precios de las materias primas, lo cual redujo los ingresos de los Estados individuales.
China ha prestado mucha atención a los problemas de deuda de los países pobres y en desarrollo. En los países africanos, ha surgido la pregunta: ¿Dónde están Europa y Estados Unidos, cuando se trata de invertir en el continente y la necesidad de librarlo del peso de la deuda?
*MSIA Informa