Elisabeth Hellenbroich en MSIA Informa
En la visita apostólica a Irlanda para participar del IX Encuentro Mundial de las Familias, el Papa Francisco rememoró la importancia de la familia como el núcleo esencial de la sociedad. La insistencia se dirige particularmente a Europa, un continente que se descristianiza y menosprecia cada vez más los valores que la fundaron. Un caso ejemplar es la propia Irlanda, donde hasta hace algunos años la mayoría de la población guardaba aquella guía cultural, hoy desvanecida acaba de aprobar el aborto libre mediante un plebiscito.
Por eso, fue lastimoso constatar que, con algunas excepciones, la prensa internacional trato de desviar la atención, comentando la visita con malicia y hostilidad, afirmando que el Pontífice había “desencantado” a muchos, al no utilizar esa oportunidad para pedir perdón y anunciar medidas concretas para combatir los abusos de niños en Irlanda. Lo cierto es que en todos sus discursos pastorales, el Pontífice condenó con firmeza los abusos y resaltó el compromiso de la Iglesia de erradicar rigurosamente el virus de la corrupción y del abuso entre las personas que están en el poder público y en la Iglesia.
El lema del encuentro fue tomado de la conocida exhortación apostólica Amoris Laetitia, publicada luego del Sínodo de la Familia (febrero de 2015), tema que se repitió en varios de sus discursos. En su discurso del 25 de agosto, pronunciado en el Croke Park Stadium de Dublín, se refirió al documento: Quería que el tema de este Encuentro Mundial de las Familias fuese “El evangelio de la Familia, Alegría para el Mundo.” Él, el matrimonio cristiano y la vida familiar solamente se pueden ver en toda su belleza y atracción si estuviesen “anclados en el amor de Dios, que nos creó a su propia imagen, para que podamos darle gloria como íconos de su amor y santidad en el mundo.”
Vida familiar cristiana saludable, modelo para la sociedad
En todas las sociedades, señaló el Papa, “las familias generan la paz,” porque enseñan la “virtudes del amor, de la aceptación y del perdón, que son el mejor antídoto contra el odio, contra el prejuicio, contra la venganza, que envenenan la vida de los individuos y de las comunidades.” Recordó la inmensa sabiduría generada por los “abuelos,” en referencia a las familias, con el capítulo cuarto de la exhortación, en el que afirma que una sociedad que no “valora a los abuelos” no tiene futuro y que una iglesia que esté atenta al “pacto entre generaciones” acabará perdiendo lo que realmente importa, el amor:
“Nuestros abuelos nos enseñan el significado del amor conyugal y paternal. Ellos mismo crecieron en una familia y experimentaron el amor de hijos, de hermanos. Entonces, ellos son un tesoro de experiencia, un tesoro de sabiduría para la nueva generación. Es un gran error no preguntar a los ancianos sobre su experiencia o pensar que conversar con ellos es una pérdida de tiempo.
Subrayó que le gustaría dar a cada uno de los presentes una copia de la exhortación, y recomendarles que estudien con cuidado su cuarto capítulo.
Durante la visita a la Catedral de Santa María de Dublín, el Pontífice se dirigió a un público formado por parejas jóvenes, algunos con bebés en los brazos, y numerosas parejas de ancianos.
Al hablar del matrimonio, Francisco recalcó que el matrimonio no es sencillamente una institución, sino una vocación para toda la vida, mención particularmente relevante en una sociedad marcada por la cultura de lo provisorio y de lo efímero. Comparó a la familia con una iglesia doméstica, donde los niños aprenden con el ejemplo diario de los padres:
“Así, ellos aprenden sobre la fe, sobre el significado de la fidelidad, de la integridad y del sacrificio, y ven como la madre y el padre se integran entre sí, como son importantes el uno para el otro, cómo aman a Dios y aman a la Iglesia”. Y agregó que es en torno de la mesa de la familia y en la vida cotidiana de la familia donde los niños aprenden a rezar y a compartir con los pobres.
De la misma forma que hizo en el VIII Encuentro Mundial de las Familias, realizado en Filadelfia, Estados Unidos, hace tres años, preguntó a las parejas, para provocar su respuesta, si “peleaban mucho,” tema abordado en la reciente película sobre él. “La discusión es parte del matrimonio, ya que un matrimonio sin divergencias es muy tedioso.” Sin embargo, advirtió que “los platos pueden volar, pero el secreto es hacer las paces antes del final del día. Y, para compensar, no hay necesidad de conversar, una caricia es suficiente, y así la paz retorna. ¿Ustedes saben por qué esto es importante? Porque si ustedes no se entienden antes de ir a la cama, la “guerra fría” del día siguiente es muy peligrosa, el resentimiento se acumula. (…) Si, discutan todo lo que quieran, pero hagan las paces en la noche. ¿Está bien? ¡No se olviden de eso, jóvenes!”
Francisco expresó también su preocupación de que, en la familia, estemos olvidando el “lenguaje de la caricia” directa, la fuerza de la ternura: “No habrá revolución del amor sin una revolución de la ternura.”
Encuentro con autoridades y diplomáticos
En su discurso a las autoridades, a los representantes de la sociedad civil y al cuerpo diplomático, Francisco reafirmó la importancia del encuentro, al que calificó de oportunidad “para dar testimonio del papel singular que desempeña la familia en la educación de sus integrantes y en el desarrollo de un tejido social sólido y floreciente.”
Al mencionar los efectos del desplome del matrimonio y de la vida familiar destacó que “las familias son la copia de la sociedad: su bienestar no se puede garantizar, pero se tiene que promover y proteger por todos los medios apropiados. Es en la familia donde los niños se socializan, donde aprendemos a vivir juntos en armonía, a dominar nuestros instintos egoístas y a reconciliar nuestras diferencias y, encima de todo, a discernir y buscar los principios que le dan sentido y realización auténtica a nuestras vidas. Si hablamos de todo nuestro mundo como una única familia, es porque reconocemos correctamente los lazos de nuestra humanidad común y sentimos nuestro llamado a la unidad y a la solidaridad, especialmente con los más débiles de nuestros hermanos.”
Por su parte el Primer Ministro irlandés, Leo Varadkar, frente al Papa fue muy exigente en sus protestas para aplicar medidas concretas que castiguen los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos, evidentemente medidas apremiantes, pero también sacó a relucir su apego a la perniciosa ideología de género al afirmar que favorecía una sociedad que promoviera formas diferentes de vida familiar –diferenciadas de acuerdo con la preferencia de género-. El Papa diplomáticamente le respondió que la familia se debe promover y proteger por todos los medios apropiados, y evocó que debemos obtener el sentido de una verdadera familia de pueblos.
Acto penitencial
Al final del encuentro, en una misa al aire libre en el Phoenix Park de Dublín, Francisco habló de los grandes monjes irlandeses, como San Columbano, quien ayudó a evangelizar Europa con un pequeño número de compañeros, para convocar a las familias reunidas allí a seguir su modelo y a “no dejarse desanimar por el estado gélido de indiferencia o por los vientos tempestuosos de hostilidad, que en ocasiones de difícil perdonar a quien nos ha lastimado: cuán desafiante es siempre acoger al migrante o al extranjero; cuán doloroso es soportar jubilosamente la decepción, el rechazo o la traición; cuán inconveniente es proteger los derechos de los más vulnerables, de los no nacidos o de los ancianos, que parecen forzar nuestro propio sentido de libertad.”
Al término de la misa, al referirse a una conversación con ocho víctimas de los abusos, el Pontífice pidió “perdón por los casos de abusos en Irlanda, de abuso de poder, de abuso de consciencia y de abuso sexual de parte de los representantes de la Iglesia. También pedimos perdón por todos los momentos en que, como Iglesia, no ofrecimos a las víctimas de cualquier tipo de abuso la compasión y la búsqueda de la justicia y de la verdad por medio de actos concretos. Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía, que no se hicieron responsables de esas situaciones dolorosas y que guardaron silencio. Nosotros pedimos perdón. Que el Señor preserve y aumente este sentimiento de vergüenza y de arrepentimiento, y que nos conceda la fuerza para asegurar que nunca vuelva a suceder y se haga justicia.”