Días luego de una explosión que provocó una enorme bola de fuego cerca del pueblo mexicano de Tlahuelilpan, causando la muerte de al menos 117 personas que sacaban gasolina de un ducto, huachicoleros de la zona volvieron a trabajar como si nada hubiera pasado.
Las tomas ilegales, ciertas de ellas recién abiertas, fueron la evidencia de que el gasolina se encontraba escapándose de nuevo. Militares que estaban patrullando el área en el centro de México luego de la tragedia del 18 de enero dijeron que hallaron 15 tomas ilegales a pocos kilómetros y en el mismo ducto, operado por la petrolera estatal Pemex.
Hechos como estos muestran el enorme desafío que enfrenta Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, para poner fin al desenfrenado robo de combustible. El ilícito se encuentra privando al gobierno de los ingresos fiscales que tanto requiere y costó a Pemex un estimado de 3,000 millones de dólares el año pasado.
Señalan expertos en seguridad que desde pequeños ladrones, bandas del crimen organizado hasta empleados corruptos de Pemex se encuentran involucrados en el negocio.
Los huachicoleros con operaciones más organizadas perforan los ductos para desviar gasolina y diesel durante la noche en áreas rurales, luego la revenden a propietarios de estaciones de servicio, en las carreteras y en mercados al aire libre.
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Foto: Forbes
La estupidez no tiene límites, ni la inmoralidad de algunos para comprar robado