Italia: productividad cero y recesión

 

 Mario Lettieri y Paolo Raimondi*

Recesión técnica, recesión económica, crisis económicas. Muchas definiciones y pocas decisiones, cuando, en su lugar, Italia necesitaría de un programa concreto para promover una recuperación de la economía, basada en inversiones y obras públicas, incentivos para la modernización y creación de nuevos empleos. En situaciones de emergencia, se necesitaría un acuerdo bipartidista de desarrollo tal cual lo hizo Alemania, aunque con dificultades. En nuestro país, por desgracia, hoy como ayer, preferimos pelear y aplaudir por el fracaso de otros, haciendo a todos perdedores, particularmente, al país.

 

Lo último que se necesitaba son las proyecciones de las agencias calificadoras privadas de riesgo y del nada confiable Fondo Monetario Internacional (FMI).

 

Los analistas y la prensa internacional, como siempre, apuntan hacia nuestra alta deuda pública y los retrasos de las llamadas “reformas estructurales” de la economía italiana. Temen que una subsecuente contracción económica pueda tener consecuencias en todo el sistema.

 

En nuestra opinión, una de las debilidades más preocupantes, a corregirse con urgencia, es la baja productividad de la economía italiana. Desde el año 2000, ¡nuestro sistema no registró ningún aumento en la productividad! Este aumento, ocurre cuando, mediante nuevas tecnologías e innovaciones, se produce más con el mismo volumen de trabajo. El crecimiento de la productividad es el motor de la competitividad de todos los sistemas.

 

Debe ser dicho, en verdad, que nuestras empresas consiguieron mantener un alto nivel de competitividad, explotando la creatividad científica y emprendedora innata, y manteniendo, a pesar de todo, una balanza comercial positiva, sustentada por exportaciones que crecieron 25% desde 2009. A mediano plazo, sin embargo, la escasez de innovación y modernización nos deja en desventaja en relación a otros países, los cuales están invirtiendo –y mucho- en nuevas tecnologías.

 

Sin embargo, la falta del crecimiento de la productividad no puede atribuirse a solamente la deuda pública elevada. Japón, por ejemplo, tiene una enorme relación deuda/PIB de 237%, pero es el país número uno del mundo en el aumento de productividad por arriba de EUA y Alemania.

 

Por ende, no es posible atribuir la entrada de una “recesión técnica” solamente al efecto de factores externos, como la contracción económica de China y de Alemania, ni tampoco para ciertos legados del pasado, como los desastres de la gran crisis financiera y económica de 2008.

 

Dicho esto, obviamente, nuestra economía sufre más que otras, cuando las “locomotoras” mencionadas empiezan a frenar.

 

En 2017, las exportaciones italianas de bienes, sin incluir los servicios, hacia otros países europeos, fue de 250 mil millones de euros, el equivalente al 55% de todas nuestras exportaciones. Por otro lado, Alemania exportó 750 mil millones de euros en mercancías hacia Europa; el país representa 22.4% de todo el comercio intra-bloque, mientras la parte italiana es de apenas el 7.4%, dejando al país en la quinta posición, atrás de Holanda, Francia y Bélgica.

 

El mayor saldo en el comercio intra-UE es el de los Países bajos, con 200 mil millones de euros. En cuanto a Italia, en 2017, tuvo un superávit de más de 8 mil millones de euros, y Francia y Gran Bretaña, por otro lado, registraron déficits comerciales con países europeos, de 107 mil y 110 mil millones de euros, respectivamente, datos de cierta manera sorprendentes.

 

El Eurostat (Oficina Europea de Estadísticas) prevé una contracción temporal de la economía del bloque europeo. Sin duda, la causa principal está relacionada  a la tempestuosa guerra tarifaria desatada por Donald Trump contra China y la Unión Europea. Alemania, en particular, sufre con los escándalos originados en los EUA, contra las emisiones de gases e impuestos estadounidenses sobre la importación de carros alemanes.

 

En los últimos años, Europa, principalmente Alemania, se benefició de la política de modernización china. China es el mayor mercado de maquinaria alemana. El actual declive del crecimiento chino, por lo tanto, impacta las exportaciones alemanas y de la UE.

 

Así, no podemos negar los riesgos de crecientes dificultades para nuestra economía

Debemos tener en mente que Italia, al contrario de otros países europeos, todavía no se recupera de la caída del PIB causada por la gran crisis global de 2008, situándose cerca del 4% por debajo de nivel pre-crisis. Incluso las inversiones públicas y privadas están abajo del 19.2%. En diez años, las inversiones públicas cayeron del 3% hasta el 1.9% del PIB y el consumo de las familias y el ingreso disponible son, respectivamente, 19% y 8.8% menores de lo que hace diez años.

 

La entrada de Italia a una recesión ya hace sentir su señal negativa en la Bolsa de Valores, particularmente, en las acciones de los bancos. Se teme que la reducción del crecimiento pueda aumentar un incumplimiento en el sistema bancario y dificultar la venta de acciones con problemas. Al final de 2017, los préstamos problemáticos ascendían a 264 mil millones de euros, o 17.6% del total. Y esto sucede mientras el Banco Central Europeo (BCE) está reduciendo la “flexibilización cuantitativa”, una compra de títulos públicos que hasta ahora ha ayudado a sustentar las deudas públicas en los mercados.

 

Con una recesión, el gobierno, sin municiones, podría ser tentado a aumentar la deuda, cada vez más cara y menos administrable, o aumentar la carga tributaria. Es necesario evitar una espiral negativa, y por otro lado, es importante implantar acciones anti-cíclicas para apoyar las inversiones, la innovación y los niveles de empleo. Debemos recomenzar, sin pérdida de tiempo, todas las obras e inversiones, inclusive las privadas, ya decididas y financiadas. Apoyar el consumo es importante, pero no es suficiente para revertir una economía en recesión.

*MSIA Informa

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