Kofi Annan, un pacifista de cinco estrellas

 

Mouris Salloum George*

Ninguna pérdida humana -incluso la de aquellos que, actuando en libertad, combaten este derecho universal-, nos puede ser ajena.

 

Cuando las monstruosidades asuelan a la humanidad por designios de los señores de la guerra, la pérdida de un pacifista resulta doblemente lamentable.

 

Muerte de tal valor nos afectó el pasado  fin de semana: Kofi Annan, primer negro en ocupar la Secretaría General de la ONU, dejó de existir. Le trasciende la obra que le mereció en 2001 el Premio Nobel de la Paz.

 

Huelga recordar que, precisamente aquel año, marcó el inicio de una nueva era de terror por la perversa voluntad de los inquilinos de la Casa Blanca y sus secuaces.

 

Hasta 2006, Annan no cejó en sus casi solitarios oficios por restablecer la esperanza de pacificación planetaria, en un momento más desgarrador aún que el de la época del equilibrio catastrófico que caracterizó los años de la Guerra Fría.

 

En México denunció la pobreza como detonante de la violencia

Dice una nota luctuosa sobre ese doloroso acontecimiento, que
Annan estaba siempre donde quiera que hubiera necesidad y sufrimiento.

 

Días previos al 1 de julio, el ex secretario general de la ONU visitó México, invitado a participar en un foro sobre democracia. Denunció entonces el estado de violencia por el que cruzan los mexicanos y deploró su innoble proyección como violencia política.

 

No fue omiso en atribuir ese fenómeno a las condiciones de pobreza a las que están sometidas las mayorías menos favorecidas por el régimen.

 

Era su dolor nativo.Desde que inició su activismo político en Ghana, antes, durante y después de su gestión en la ONU siempre tuvo en su mente y en suagenda la presencia de los condenados de la tierra, de las que habló Fanonfrente al cruel espectáculo de África.

 

¿Qué significa para los mexicanos la desaparición de Annan? Significa algo: Cuando se habla de la iniciativa de pacificación en nuestro país, no se pasa por alto la invitación a la ONU a que asista ese proceso. Quizá Annan hubiera sido un gestor confiable. Ya no está, pero su espíritu no deja de ser inspirador. Vale.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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