La tecnología se ha vuelto una herramienta capaz de facilitar diversos aspectos de nuestra vida cotidiana.
Gracias a los avances tecnológicos, hoy es posible desde hacer las compras del supermercado hasta poder comunicarnos con personas que se encuentran incluso al otro lado del continente. Los beneficios de vivir en un mundo interconectado son muchos, sin embargo, también lo son los riesgos que ello implica.
Según un análisis publicado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), titulado “En un mundo interconectado, la gente se siente cada vez más sola”, a pesar de que en la actualidad existe un mayor número de productos humanizados –como Siri, de Apple–, la gente nunca se había sentido más sola o aislada.
Según Insafe, una red europea que promueve la seguridad y el uso responsable de Internet y los móviles, el uso intensivo de las nuevas tecnologías durante la infancia altera la forma de comunicarse de los niños, de manera que existe el peligro de que los más pequeños practiquen actividades que los aíslen cada vez más.
Por otro lado, como señala el artículo “El aislamiento social nos está matando”, de The New York Times, las personas con menos vínculos sociales presentan patrones de sueño discontinuos, alteraciones del sistema inmunológico, más inflamación y niveles más altos de las hormonas relacionadas con el estrés.
El mismo texto destaca que el aislamiento social se está convirtiendo en una epidemia y que, según un estudio reciente, representa un factor de riesgo de muerte prematura tan importante como la obesidad y el tabaquismo.
Este panorama, aunado a las advertencias incluso médicas, que explican que el uso excesivo de las nuevas tecnologías provoca ansiedad, adicción y desmemoria, deben servir como una señal que alerte sobre los peligros de la interconectividad y ayude al usuario o moderar su uso.