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En el reciente viaje del presidente Donald Trump por Europa, el actor más efusivo del escenario global interactuó con varios mandatarios, pero los diálogos principales fueron con pocos, destacando el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, la canciller alemana Ángela Merkel, la primer ministra británica Theresa May y el presidente ruso Vladimir Putin. A pesar de muchos elogios recibidos, Trump fue masacrado por aquellos círculos de la elite política anglo-americana aferrados a mantener su predominio mundial.
La ruta que tales círculos hegemónicos se empeñan en imponerle, contempla la preservación de la Federación Rusa como el enemigo preferencial necesario para justificar el “Estado de seguridad nacional” (también llamado “complejo industrial-militar-financiero”), fuente de su estrategia y destino anual de 1.3 billones de dólares del presupuesto federal de los EUA.
Trump no repitió las críticas sobre la inutilidad de la OTAN hechas durante su campaña electoral, pero dejó al secretario general Stoltenberg en camisa de once varas, al cuestionar la poca disposición de los miembros europeos en cumplir la meta de gastar en defensa el 2% del PIB establecido en la cumbre de la alianza en País de Gales, en 2014.
En un ríspido diálogo que se viralizó en internet, durante la reunión de la OTAN en Bruselas, Trump mencionó el ejemplo de Alemania, quien importa gas natural de Rusia, al mismo tiempo que necesita de los EUA para, supuestamente, protegerla de la misma Rusia. En Berlín, donde se reunió con Merkel, no volvió a tocar el asunto, pero su postura en Bruselas fue suficiente para desatar la indignación alemana.
“¿Un presidente estadounidense poniendo un punto de interrogación sobre el futuro de la OTAN? Es ultrajante” –sentenció la revista Der Spiegel en su edición del 13 de julio pasado. Es comprensible que la revista alemana manifieste indignación con los cuestionamientos al futuro de la Alianza Atlántica fundada en 1947, dos años antes de la OTAN, con recursos del eje anglo-americano, para promover los “valores” del bloque occidental encabezado por los EUA y su relación privilegiada con el Reino Unido.
Sin embargo, no debe perderse de vista el hecho de que, desde la implosión de la unión Soviética y del Pacto de Varsovia, a principios de la década de 1990, la OTAN ha operado como una entidad en la búsqueda de su propia sobrevivencia, después de perder su razón esencial de ser. No por otra razón, pasó a convertirse en la estructura hegemónica centrada en el eje anglo-americano en una especie de “policía global” apta para ser movilizada por pretextos del tipo que llevaron al ataque a Yugoslavia en 1999, y la participación en la “guerra al terror” declarada en 2001 por el gobierno de George W. Bush.
Por si las dudas, las dos “potencias revisionistas” están empeñadas en configurar una nueva fase cooperativa y no hegemónica en las relaciones internacionales, teniendo como núcleo la vasta iniciativa de integración físico-económica del eje eurasiático, con su correspondiente infraestructura financiera.
Una ironía todavía mayor es el hecho de los decantados valores civilizatorios del Occidente cristiano, cuya defensa la OTAN siempre alineó como parte de su misión, encuentren ,hoy, un puerto más seguro en la propia Rusia y no en la Europa Occidental o en la América del Norte anglófona, la primera cada vez más distante de sus raíces cristiana, y ambas infestadas por una pandemia de políticas identitarias divisorias e incapaces de proporcionar a las sociedades un imprescindible orientación colectiva.
REUNIÓN DE HELSINKI
Sin embargo, la reunión de Helsinki elevó el tono del coro de burlas, críticas y ataques a Trump a niveles inusitados, no solamente en la historia de los EUA o de otra nación occidental. De hecho, nunca se había visto al presidente de una potencia mundial ser etiquetado públicamente como “traidor” por un arco tan vasto de dirigentes políticos, periodistas y formadores de opinión en general, por el hecho de reunirse con el líder de una potencia rival con capacidad de incinerar a los EUA y gran parte del mundo, exactamente, para reducir la posibilidad de una rivalidad que desate semejantes consecuencias. Otros antecesores de Trump también se habían reunido con dirigentes rusos durante la Guerra Fría.
El senador John McCain, republicano como Trump, calificó la conferencia de prensa de los dos líderes como “uno de los desempeños más vergonzosos de un presidente estadounidense del que se tenga noticia”.
En twitter, el congresista demócrata Steve Cohen disparó un comentario en donde prácticamente sugiere un golpe militar contra Trump. “Dónde están nuestros camaradas militares? El comandante en jefe está en manos del enemigo” (Sputniknews, 17 de julio de 2018).