Según un artículo publicado en el Washington Post del 28 abril, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desde enero ya había sido informado por los servicios de información de los peligros inminentes y de las consecuencias mundiales de la pandemia del coronavirus Sars-CoV-2.
Pero Trump siguió relativizando la verdad sobre la pandemia hasta marzo, cuando, luego de una espectacular caída del mercado de acciones y de la rápida diseminación del virus en Nueva York, anunció la “emergencia nacional” en todo el país.
Uno de los hechos más preocupantes es que hasta hoy sigue “relativizando” la pandemia y busca combatirla en términos competitivos, en el supuesto de que Estados Unidos está teniendo más éxito que Europa. De todo el mundo, Estados Unidos tiene el mayor ritmo de infecciones, más de un millón de personas, con casi 70 mil muertos hasta ahora.
A partir de abril, Trump inició una campaña contra la Organización Mundial de la Salud (OMS), la acusó de no haber hecho las advertencias sobre la pandemia y de inclinarse mucho hacia China. Luego de anunciar la suspensión del financiamiento estadounidense, Trump, se involucró en una campaña más contra China, a la que responsabilizó de la diseminación del coronavirus, en una clara maniobra para desviar la atención de sus propios errores en la conducción de la crisis
Tanto él como su secretario de Estado, Mike Pompeo, afirman que el virus se habría extendido a partir de un centro de investigaciones de biología y virología con sede en Wuhan, ciudad donde se originó la pandemia. A pesar de haber sido rechazada por los científicos de China, de Europa y de los mismos Estados Unidos, la tesis ha generado numerosas “teorías conspirativas”.
Si miramos a Trump veremos que estamos lidiando con un presidente que tiene su mayor apoyo electoral entre los evangélicos fundamentalistas estadounidenses, muchos de los cuales tienden a ser profundamente anticientíficos y ven en el coronavirus un “castigo divino”. Cuan insoportable la ideología fundamentalista del “fin de los tiempos” se puede convertir quedó ilustrado el 23 de abril, cuando Trump, en su conferencia de prensa diaria afirmó que los desinfectantes se podrían emplear para tratar el coronavirus, lo que provocó el congestionamiento de las líneas telefónicas de las instituciones de salud con consultas de ciudadanos. La Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) fue obligada a emitir una alerta de que en ninguna circunstancia se podía inyectar desinfectante en el cuerpo para combatir el virus. La ultrajante declaración presidencial provocó tanta turbación que al día siguiente Trump tuvo que afirmar que su observación había sido “sarcástica”.
Lo único cierto es que, a pesar de que el Congreso acordó un paquete de ayuda económica de dos billones de dólares, más de 26 millones de estadounidenses están solicitando seguro de desempleo, en tanto que centenares de miles de personas ya están en las filas para comer. En el gobierno de Trump todo el sector salud fue desmantelado brutalmente, empezando con el programa Obamacare, cuyo resultado ha sido una ola de episodios traumáticos en hospitales de Nueva York, acompañada de la necesidad de sepultar miles de cuerpos en fosas comunes. Mientras que los gobernadores de varios estados pedían que la población permaneciese en casa, Trump exhortaba a su base de electores a hacer campaña y salir a las calles para manifestarse en defensa de sus “libertades” y para “liberar” estados como Minnesota y Virginia.
Celo evangélico y la ideología de la sobrevivencia del más apto
Una de las principales bases electorales de Trump son los evangélicos blancos, como bien lo describiera un reportaje reciente de la revista alemana Der Spiegel. Dice el artículo que una figura fundamental del movimiento en la Casa Blanca es Paula White, consultora espiritual de Trump desde 2002. White integra la “iniciativa de fe” de Trump y, en 2016, reclutó muchos electores fundamentalistas para apoyarlo. En su iglesia, Ciudad del Destino, ha predicado que el coronavirus es una plaga comparable a las “plagas bíblicas”. Como es práctica entre los evangélicos, combinan su predica con la recaudación de fondos, donaciones para los “cristianos renacidos”, y la promesa de alcanzar “el bienestar y la salud en la tierra”.
White afirma se dice ser un eslabón entre Dios y el presidente Trump. Ella representa el denominado “evangelio de la prosperidad”, que promete riqueza en la tierra a cambio de donaciones. El 81 por ciento de los evangélicos votaron en 2016 por Trump. El reportaje señala que un cuarto de la población estadounidense –cerca de 82 millones de personas- se considera evangélica, de los cuales 50 millones son blancos. Su lazo de unión es la interpretación literal de la Biblia, la creencia en el “fin de los tiempos” y la relación personal entre el creyente y Jesucristo.
Muchos de ellos se denominan a sí mismos “cristianos renacidos” y varios miembros del gabinete de Trump son evangélicos, inclusive el vicepresidente, Mike Pence, el secretario de Estado Mike Pompeo y la secretaria de Educación. Betsy de Voss. Dentro de ese fundamentalismo del “fin de los tiempos”, muchos estadounidenses se orientan por la ideología social darwinista, la creencia de la “supervivencia del más apto”.
Este aspecto fundamental para entender la ideología estadounidense fue analizado por el historiador Richard Hofstadter (1916-1970), de la Universidad de Columbia, quien en 1944 publicara el libro Social Darwinism and American Thought (Darwinismo social y pensamiento estadounidense). En la actual pandemia, muchos, no sólo en Estados Unidos, sino también de Europa, han promovido la idea de que “sólo los más fuertes sobrevivirán”. En Alemania esto se expresó de forma “ecológica” y “camuflada” por el alcalde de Tüningen, Boris Palmer, para quien no tiene sentido ayudar a pacientes ancianos, cuando se sabe que de cualquier forma morirán medio año después (sic)”.
Hay un debate, igualmente, que involucra a políticos alemanes destacados que critican las disposiciones de confinamiento, por considerar que no respetan los derechos básicos del hombre, que, de acuerdo a la Constitución alemana, son el derecho a la dignidad y el derecho a la vida. Alegan que esos dos artículos de la Constitución alemana deberían considerarse en su “proporcionalidad”, lo que, en último análisis, es una afirmación bastante maliciosa. Recuérdese que la Sobrevivencia del más apto” se origina partir de la teoría evolutiva de Charles Darwin (1809-1882), autor de El origen de las especies.
El darwinismo fue propagado por pensadores como Herbert Spencer y William Graham Summer, que adoptaron la idea de la lucha por la existencia como un criterio justificador del mal, además de los beneficios de la sociedad industrial moderna del laissez-faire. En los siglos XIX y XX, esa teoría fue interpretada por los “darwinistas sociales” como el precepto ético que sancionaba la “competencia económica violenta” y que justificaba la economía liberal, la guerra y el racismo. Los propagadores más prominentes de esa ideología fueron los nazis, con su creencia en la “supervivencia de los más fuertes”, responsable de la política de eugenesia y de racismo de la Segunda guerra mundial. La llave es que el concepto biológico de Darwin de selección natural y sobrevivencia de los más aptos se aplica a la política y al Estado, y los darwinistas sociales argumentan esencialmente que los fuertes deben ver que su riqueza y su poder aumenten, mientras que los de los débiles deben disminuir. Muchos recalcan el factor de la “competencia” entre individuos y que la política “recompensará” a los más competitivos.
*MSIa Informa
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