La nueva crisis global y el amargo fruto del Brexit

 

Mario Lettieri y Paolo Raimondi

En el mundo de las finanzas y de las grandes instituciones bancarias, se avecina un remolino de acusaciones cruzadas sobre quién será el responsable por una eventual nueva crisis global. Si se tratase solamente de comentarios más o menos fuertes, esto no sería un problema. Por desgracia, los problemas reales existen, disimulados debajo del tapete.

 

Recuérdese que el corazón financiero del mundo todavía se encuentra en Londres. Por ello surgen ciertos efectos desestabilizadores del Brexit, en los campos financieros y bancarios. Recientemente, el gobernador del Banco de Inglaterra dijo al Parlamento británico que casi 25 mil billones de dólares de derivados de ventanilla (over-the-counter u OTC), estarían en riesgo, si la separación entre Londres y la Unión Europea ocurre de manera desordenada.

 

CITY, COMO EL CENTRO FINANCIERO MUNDIAL

Habría un acuerdo entre las partes para que los contratos pudieran ser cumplidos antes de marzo de 2019. En caso contrario, todo el sistema de riesgos, capitales, colaterales y personas involucradas deberán dejar la ciudad y mudarse hacia otro país de la Unión Europea (UE). Es obvio que eventuales iniciativas unilaterales no serán resueltas. Hoy, los contactos entre el gobierno británico y la Comisión de Bruselas no parecen ser positivos.

 

El Comité de Finanzas del Banco de Inglaterra preparó también un estudio sobre el asunto, el cual afirma que, sin un acuerdo conjunto, los derivados OTC corren el riesgo de ser invalidados. Incluso una eventual renegociación tomaría más tiempo que los relativamente pocos meses que nos separan de la primavera de 2019.

 

De acuerdo con un análisis reciente del Financial Times, el Brexit también provocaría una elevada fibrilación en los mercados de cambios. Basta observar que su cantidad de transacciones diarias anda casi en 5 billones de dólares, 40% de los cuales se negocian en la City. El periódico británico también informa que casi la mitad de los 600 billones de derivados OTC son negociados en el mercado londinense.

 

Es claro que Londres está haciendo de todo para resaltar, quizá hasta con tonos exagerados, los riesgos y peligros inherentes al cambio físico de los mercados financieros, buscando maneras de mantener a la City como el centro financiero mundial –lo que no es fácil, después del Brexit.

 

Grandes actores económicos, incluyendo a China y a Japón, mantienen en suspenso las decisiones sobre sus futuras relaciones con la City, esperando a conocer mejor los efectos del divorcio con la UE. A Londres le gustaría que los negocios siguieran as usual (como siempre) y que la City mantuviera su papel central y dominante en las finanzas mundiales.

 

RIESGOS POR LA COLOSAL MONTAÑA DE DERIVADOS

Sin embargo, el problema de todos los actores en escena puede ser el de subestimar los riesgos y sobrevalorar una supuesta capacidad de administración de la crisis, algo que, en situaciones difíciles pasadas, siempre fue fatal. De hecho, hay un velo sobre los riesgos intrínsecos puestos por la colosal montaña de derivados (OTC), mientras se deja de lado la necesidad de una profunda reforma de este mercado altamente especulativo, como nosotros y otros comentaristas hemos insistido repetidamente.

 

Otra candidata a ser detonadora de la nueva crisis es la montaña de deuda agregada, pública y privada. Un informe reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI) afirma que todo el sistema global estaría amenazado por el crecimiento de la deuda no financiera de China, tanto pública como privada, que, para el año 2022 llegaría al 290% del PIB (contra el 235% en 2015).

 

Es indiscutible que muchas burbujas financieras han crecido en China. Pero esto parecería un intento de crear preventivamente un chivo expiatorio. En lugar de esto, todo el sistema necesita ser puesto bajo la lupa y reformarlo.

 

EL “LUNES NEGRO” DE HACE 30 AÑOS

En cuanto a esto, los economistas chinos salieron a refutar el análisis del Fondo, afirmando que gran parte de la deuda del país se basa en activos subyacentes e inversiones en áreas de la economía real y de la infraestructura. Por ejemplo, en 2015, los títulos soberanos chinos totalizaban más de 100 mil millones de yuanes, equivalente a casi 15 mil millones de dólares, pero los activos relacionados a ellos estaban estimados en más de 20 mil millones de yuanes, proporción, sin duda, mejor que la de muchos países occidentales.

 

China, por su parte, apunta el dedo hacia las políticas de “facilitación cuantitativa” (quantitative easing), que inundaron el sistema de liquidez sin lanzar nuevas inversiones, y por tanto, causando más inestabilidad.

 

Estas son malas señales. Cuando, en lugar de unirse para definir una reforma necesaria del ingobernable sistema financiero global, se lanzan acusaciones mutuas, es para temerse lo peor. Lo que significa ignorar las lecciones del pasado. Véase el “lunes negro” de hace treinta años.

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