LA PARTICIPACIÓN EN MASA EN LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, ANTÍDOTO CONTRA LA DECADENCIA CULTURAL

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Dr. Jonathan Tennenbaum, de Berlín (MSIa Informa)

En mi libro sobre la Economía física del desarrollo nacional, que comenzará a circular en unos días, propongo que los gobiernos y las demás instituciones públicas y privadas deberían adoptar una política para promover el compromiso directo de toda la sociedad, o de gran parte de ella, en investigaciones científicas.

 

La mayoría de las personas participaría en un voluntariado o “científicos aficionados,” para integrarse a proyectos científicos de gran escala, en campos como la astronomía (también en la investigación planetaria), la biología, medicina o geociencias. Si esta relación con la investigación se organizase de forma adecuada podría producir enormes beneficios culturales, sociales y económicos.

 

El mayor beneficio a largo plazo sería la reorientación de la sociedad, para apartarla del impulso de acumulación de riqueza material, conduciéndola a la ampliación del conocimiento humano como un objetivo en sí mismo.

 

Es irónico, pero esta reorientación no significa que la economía convergirá en una economía de “crecimiento cero,” como exigen muchos seducidos por el discurso del movimiento ambientalista. ¡Al contrario!

 

La búsqueda de conocimiento exige que del proceso de la exploración humana del Universo, participen el mayor número de seres humanos, a la vez que se tenga una economía que pueda sustentar un rápido aumento en la escala de las actividades humanas en todos sus renglones.

 

La aceleración del progreso científico y técnico, que podría surgir de una participación mucho mayor de la población en las actividades científicas proporcionaría las bases para una nueva era de desarrollo económico físico real. La expansión de las actividades científicas -en especial, por ejemplo, la exploración del espacio- se convertiría en el motor principal de las inversiones, de la demanda y del empleo.

 

A primera vista parecería una idea utópica, pero las evidencias convincentes de su factibilidad pudieran verse en el gran éxito de las recientes iniciativas Ciencia Ciudadana (Citizen Science) de Estados Unidos y de otros países y en el crecimiento del interés popular en proyectos como la colonización de Marte.

 

En los programas Ciencia Ciudadana, millones de personas contribuirán a través de internet en el análisis y la evaluación de datos científicos en varios campos de investigación.

 

En la astronomía, por ejemplo, “ciudadanos científicos” están ayudando a analizar las imágenes de los telescopios espaciales Hubble y Spitzer, de sondas interplanetarias y de instrumentos terrestres. Las tareas incluyen: la búsqueda de pulsares, de discos planetarios y de sistemas extra solares; clasificación de galaxias, agrupaciones de estrellas y otros objetos; identificación de estructuras específicas de las superficies de la Luna y de Marte, etc.

 

La segunda gran tarea del programa es la biología/medicina, cuyas actividades abarcan la caracterización de células cancerosas y pre cancerosas en micro fotografías de muestras de tejidos, la identificación de especies y formas de comportamiento de animales, insectos y micro organismos en videos.

 

El reclutamiento de grandes números de voluntarios para apoyar su trabajo es para la comunidad científica más que nada una necesidad, a causa de la gran cantidad de datos generados por los instrumentos científicos de la actualidad, que superan la capacidad de procesamiento y de análisis de los mismos profesionales de la ciencia, aun con la ayuda de los computadores modernos.

 

A pesar de los progresos de la inteligencia artificial, las capacidades visuales y de juicio de los seres humanos todavía no existen en las computadoras. Otra razón por la que son necesarios millones de voluntarios es que el número de científicos es bastante reducido como para seguir todos los procesos de la naturaleza por periodos largos, lo cual hace perder datos importantes. Esto es particularmente cierto en la astronomía y en las geociencias.

 

En Ciencia Ciudadana, la forma de participación más común es por intermedio de sitios de internet interactivos. Los voluntarios se registran, escogen el tema en el que quieren participar y reciben una breve introducción sobre el campo científico correspondiente, el objetivo de la investigación y cómo se puede contribuir a ella.

 

Luego de un inicio guiado, los participantes reciben datos reales, comúnmente en forma de imágenes y videos interactivos, y en seguida responden un cuestionario interactivo.

 

Las respuestas se estudian, se almacenan en bancos de datos y los científicos las utilizan. De acuerdo con los resultados se pueden presentar nuevos proyectos del programa.

 

El número de proyectos de Ciencia Ciudadana ha crecido constantemente y los sitios del programa se están haciendo cada vez más sofisticados, pero, hasta ahora, las tareas realizadas son bastante simples y exigen capacidades cognoscitivas bastante limitadas de los participantes, que en general se dedican la identificación de varios tipos de objetos en imágenes de video. Mi propuesta es mucho más ambiciosa en términos del grado intelectual y de la escala de participación que se pretende.

 

En lo tocante al número de participantes, el potencial es virtualmente ilimitado. Esto se hace evidente en el caso de la astronomía. Se estima que más de 12 mil millones de galaxias están actualmente al alcance del telescopio espacial Hubble.

 

En mi libro escribo: “Siendo así, existen más galaxias que lo suficiente para que cada ser humano vivo de la Tierra “adopte” una de ellas para estudiar (podrían ser dedicadas a un bebé por nacer o un regalo de aniversario). Lo mismo sucede con las cerca de 100 mil millones de estrellas existentes en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea”.

 

Más adelante afirmo que, “con el establecimiento de una gran red de instrumentos astronómicos, con el uso de las técnicas y de los sistemas de detección más modernos, será posible no sólo investigar en detalle cada uno de esos objetos, sino también realizar observaciones y mediciones de millones de objetos en paralelo… De ese modo, millones de personas podrán estudiar individualmente los objetos seleccionados, por medio de enlace de datos con observatorios espaciales.”

 

En muchos aspectos, ir más allá de las tareas elementales de los actuales programas de Ciencia Ciudadana, que dependen de internet, representa una tarea más difícil. Pero la larga historia de la ciencia para aficionados y la actividad de millones de personas que tienen la ciencia como entretenimiento proporcionan extraordinarios ejemplos, muchos de los cuales resultan en grados bastante elevados de conocimiento científico y de dominio técnico de tales “aficionados,” con frecuencia, actuando en “re” con científicos profesionales en numerosos proyectos.

 

Existen incontables clubs aficionadas de ciencias, en los que los recursos se comparten para la adquisición de equipos sofisticados y la información se comparte y se analiza en reuniones y seminarios. Gracias al desarrollo de equipamientos como los sensores y cámaras de carga acoplada (CCD, por sus siglas en inglés), hoy los astrónomos aficionados pueden realizar observaciones con instrumentos propios que hasta hace dos décadas serían de acceso difícil o imposible para astrónomos profesionales. Además es legendario el entusiasmo de los aficionados.

 

Hace poco un conductor de camión de Utah, EU, Mike Clements, construyó el mayor telescopio aficionado del mundo, con más de diez metros de diámetro y un espejo de 1.8 metros.

 

Otro caso es el descubrimiento y la toma de imágenes de estructuras anómalas de la atmósfera de Marte, las llamadas “plumas,” por Wayne Jaeschke, un abogado de patentes que pasa buena parte de sus noches haciendo observaciones astronómicas con su propio telescopio, y que ya fue coautor de un artículo científico sobre el tema, al lado de científicos profesionales.

 

Otro campo con una larga tradición de participación de aficionados entusiasmados es el estudio de la naturaleza viva, en especial la botánica, la zoología, la entomología, la ornitología y la microbiología.

 

En los últimos años, los rápidos avances de la biotecnología y de los instrumentos correlacionados han hecho posible a los aficionados la creación de laboratorios domésticos sofisticados capaces de realizar experimentos en biología molecular, biofísica y otros campos fundamentales de la biología.

 

Los precios de los equipos sofisticados, como los termocicladores para reacción en cadena de polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés), que se usan para crear copias de DNA sin la presencia de organismos vivos, se redujeron lo suficiente para que puedan ser adquiridos por muchos biólogos aficionados.

 

La creciente sofisticación de los equipos disponibles para los científicos aficionados en todos los campos y la multiplicación de las posibilidades de actuación en red con científicos profesionales crea una situación en la que los aficionados necesitan -y desean- conocimientos científicos y habilidades técnicas más sofisticadas.

 

Este es un fenómeno muy importante, porque la motivación fundamental no es hacer dinero o hacer carrera, sino un interés entusiasta en la actividad científica por sí misma.

 

Al mismo tiempo, la demanda de equipos científicos proyectados para uso de aficionados se puede convertir en un factor económico cada vez más trascendente -potencialmente, hasta más importante que muchas categorías tradicionales de bienes de consumo, en la medida que la proporción de científicos aficionados de la población aumente lo suficiente.

 

En mi opinión, no hay duda de que , con disposiciones y medidas apropiadas por parte de los gobiernos y de las instituciones correspondientes, el número de científicos aficionados y de personas involucradas en varias formas perfeccionadas de ciencia ciudadana interactiva podrá aumentar rápidamente, hasta llegar a 50 por ciento de la población o más, en las siguientes dos décadas. En futuros artículos pretendo hacer sugerencias específicas sobre como tal meta se podría alcanzar.

 

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CONSECUENCIAS POLÍTICAS DE LA CIENCIA CIUDADANA

En lo que resta de este texto quiero comentar rápidamente las consecuencias políticas de esa participación potencial. Una motivación clave para la promoción de dicha participación en masa en la investigación científica es el enfrentamiento del problema que identifiqué en un artículo anterior: “La estupidez es el enemigo”.

 

En prácticamente todas las sociedades hasta hoy, la mayoría de la población ha existido en condiciones de atraso cultural, con una actividad intelectual seria limitada a una minoría relativamente pequeña. Este problema, hoy, alcanza una dimensión enorme a causa de la influencia predominante de la prensa electrónica, de la “industria” del entretenimiento y de los deportes y de otras formas de cultura de masas.

 

El problema abarca todo segmento y cada clase de la población. Una evidencia de esto es la creciente adicción de los jóvenes y de niños, a los videojuegos, a las películas de todo tipo; en realidad estados semejantes a la adicción a las drogas que también facilita el ruido del rap, del heavy metal y otros tipos de estímulos sensoriales intensos ofrecidos por las tecnologías digitales.

 

Otro síntoma es la fascinación con la agresión, la brutalidad y la violencia y la hegemonía creciente de una “antiestética” de lo feo, de lo grotesco y de lo pervertido, en contraste con la orientación clásica de la armonía natural y de la belleza.

Hay muchos debates sobre el gran peligro que representan esas tendencias para la sociedad actual y para el futuro de la civilización. El problema fundamental, para mi forma de ver, parte de la relación inseparable entre las emociones y el pensamiento.

 

Pensar racionalmente, distinguir entre realidad y fantasía, buscar la verdad, distinguir entre el bien y el mal y procurar hacer el bien -todo esto requiere de una inversión de energía emocional y, además, que las personas atribuyan emociones positivas a esas tareas.

 

Sin embargo, en el ambiente cultural que prevale hoy, las energías emocionales de las personas se canalizan en una dirección completamente opuesta. La historia del Imperio Romano nos enseña sobre las consecuencias políticas del dominio sobre una cultura de la mentalidad del “pan y circo.” En esta condición, las masas de la población se convierten en cómplices de su propia opresión y de su propia explotación.

 

En una reciente biografía de Donald Trump (Never Enough, 2015), Michael D’Antonio aporta varias ideas sobre los efectos de la versión actual del “pan y circo.” El libro destaca, entre otras cosas, las profundas transformaciones de la sociedad estadounidense a partir de los años sesentas del siglo pasado bajo los efectos de la prensa de masas y de la industria del entretenimiento.

 

El fenómeno Donald Trump no se puede entender sin tratar la interconexión cada vez más íntima entre la prensa y la industria del entretenimiento, la política, el sector inmobiliario y las finanzas en este periodo.

 

Esto ocurrió con el telón de fondo de las practicas económicas “post industrialistas” que reducían tajantemente la proporción de la fuerza de trabajo estadounidense involucrada en la producción física y en las actividades técnicas relacionadas.

 

La desindustrialización debilitó enormemente la orientación de la población hacia la realidad y hacia el entendimiento de las relaciones de causalidad, al paso que más y más emociones se dedicaban al consumismo sin propósito y al mundo de fantasía de las películas y de la televisión.

 

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¿CÓMO PODRÍA LA PARTICIPACIÓN EN MASA EN LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA CAMBIAR ESA SITUACIÓN?

Con la ayuda para reorientar la vida emocional de la población hacia el Universo real, hacia su propio desarrollo intelectual, y a restaurar un sentido de valor y de dignidad personales.

 

En dar a las personas la oportunidad de contribuir de alguna forma relevante al conocimiento y al futuro de la humanidad; con la generación de una experiencia compartida de la satisfacción de los descubrimientos científicos, la cual se puede diseminar con rapidez entre amplios segmentos de la población y a través de las fronteras nacionales; con el despertar de la curiosidad natural de las personas; con la evocación de un sentido de la riqueza inagotable y de la belleza de la naturaleza, mucho más allá de cualquier “realidad virtual” que los seres humanos puedan jamás producir o imaginar.

 

El entusiasmo de los científicos aficionados es la respuesta entusiasmada de centenares de miles de personas comunes a los primeros proyectos de Ciencia Ciudadana vinculados a internet -que sorprendió enormemente a los mismos científicos que la organizaron- nos transmite la imagen de la transformación cultural que podría desencadenarse por medio de una política como la propuesta.

 

El mayor obstáculo para la transformación cultural deseada, en mi parecer, no es la actitud de la población, sino la situación que vive la misma ciencia.

 

En resumen: desde las primeras décadas del siglo XX (y, en ciertos aspectos, todavía antes), la ciencia europea comenzó a perder su orientación hacia la filosofía clásica y se hizo cada vez más pragmática y técnica en su carácter. El filósofo alemán Edmund Hussler calificó este proceso como Sinnentlehrung -Vacío de significado.

 

También ocurrió un serio debilitamiento, vinculado a esto, del espíritu revolucionario de la ciencia, una tendencia a hacer declaraciones exageradas sobre el presente estado del conocimiento y de la aparición de un “establishment científico,” que tiende a suprimir el trabajo de pensadores creativos que desafían al llamado “consenso científico” (véase mi artículo “La detección de ondas gravitacionales es el triunfo de la ciencia y de la técnica -pero ¿qué significa?”.

 

Esta situación, entre otras cosas, ha producido formas falsas y engañosas de popularización de la ciencia. El resultado es el de dificultar la trasmisión del verdadero espíritu de la ciencia a la población en general.

 

No obstante, soy optimista. En mi libro por aparecer destaco la obra clásica de Alexander von Humboldt, Cosmos -esbozo de una descripción física del Universo (publicado en cinco volúmenes entre 1845 y 1862), como una referencia fundamental sobre la forma de abordar necesaria para reclutar masa de la población para la actividad científica.

 

Cosmos fue inmensamente popular en su época y uno de los libros más influyentes de la historia de la ciencia. Se dirigía tanto a los científicos como a un público educado.

 

Una obra prima literaria que incorpora mucho del espíritu del humanismo del Renacimiento que trasmite una concepción de la ciencia, de la naturaleza y del hombre diametralmente opuesta al pensamiento alienado que prevalece en la cultura popular y entre la mayoría de los científicos de nuestros días.

 

El libro es singular, en la combinación de gran parte del conocimiento científico de su tiempo, en los campos de la astronomía, de la geografía, de la geología, de la zoología y de la botánica, con un relato histórico del desarrollo de las concepciones humanas de la naturaleza.

 

Este proceso se describe tanto en términos de la lucha por la obtención de un conocimiento objetivo, así como de las dimensiones subjetivas/estéticas expresadas por la poesía, por la literatura y por la relación de la cultura y de la Historia con el ambiente natural.

 

Cosmos está escrito con el entusiasmo sin límites de un gran pensador científico y explorador del mundo, que lucha para despertar la sed por el conocimiento y por el gozo de la naturaleza en las mentes de sus lectores.

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