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La solución del conflicto de Siria, cuyo fin está a la vista, será sin duda la piedra de toque para abrir el paso a un nuevo arreglo de poder mundial necesariamente sostenido en dos pilares: la multipolaridad y la cooperación, binomio representada por Rusia y China y apoyado por potencias regionales de la talla de Irán y Turquía.
Un orden mundial contrapuesto al orden prevaleciente encabezado por Estados Unidos, teniendo a su lado, en diferentes grados, a las potencias de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El nuevo escenario se observa en lo siguiente:
1) El papel decisivo de la intervención militar de Rusia en el conflicto en septiembre de 2015, -ocurrida en un momento bastante desfavorable para el régimen de Bashar al-Assad- permitió la coordinación de las fuerzas sirias, iraníes y de Hezbolá; además de principal protagonista de la región con una activa diplomacia. Tal fue claro en la ronda de negociaciones realizadas en Astana, Kazajistán, con la participación de la oposición siria no yihadista, y Turquía, así superando las inocuas conversaciones auspiciadas por los EUA en Ginebra.
Una prueba del resultado benéfico del papel de Rusia fue la reciente visita del rey Salman de Arabia Saudita a Moscú, donde acordó inversiones sauditas en Rusia y la compra de proyectiles S-400, con lo cual rompió una tradición de décadas de compra de armamento exclusivamente occidental. No obstante, los negocios son tan sólo una fachada del interés saudita para mantener en jaque la creciente influencia regional de Irán, su enemigo mortal.
2) China manteniendo un discreto apoyo económico y diplomático se colocó en forma para convertir a la región en una de las plataformas de su “Nueva ruta de la seda,” el vasto programa de integración físico-económica del eje euroasiático. En paralelo, Pekín está introduciendo el “petroyuan” respaldado en oro, como opción al dólar estadounidense para el pago de sus importaciones de petróleo, esquema al que se está invitando a Arabia Saudita (Rusia e Irán ya efectúan ventas de hidrocarburos en yanes). Si esto tuviera éxito, será un duro golpe para la virtual exclusividad del “petrodólar,” uno de los pilares hegemónicos de Estados Unidos.
3) La aproximación de Turquía al nuevo orden, será más favorable a sus intereses que el presente arreglo unipolar; primero por las perspectivas económicas y, segundo porque se descarta la posibilidad de creación de un Kurdistán” independiente, cerrándole el espacio a sus minorías kurdas.
4) La consolidación del papel de Irán como potencia regional debiendo ser tomada en cuenta en los planes hegemónicos de Estados Unidos y de sus aliados, Arabia Saudita e Israel. La probable futura adhesión del país a la Organización de Cooperación de Shangái, dirigida por China y Rusia, tiende a reforzar esa posición iraní.
5) En septiembre pasado se realizó un plebiscito sobre la independencia de la zona curda de Irak. No obstante el “Proyecto Kurdistán” apoyado por Estados Unidos e Israel, fracasó luego de que el gobierno de Bagdad enviara fuerza fuerzas militares a Kirkuk y sus alrededores y, junto con Turquía e Irán, cerrara el espacio aéreo a los vuelos directos del exterior a la región. Irán tuvo una gran influencia en el desenlace, al agregar fuerzas militares a las tropas iraquíes enviando a Kirkuk al comandante de las fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria, general Quasem Soleimani, para llevar a cabo negociaciones con el líder kurdo Massoud Barzani, responsable de la convocatoria del plebiscito del 25 de septiembre.
6) La consolidación de Hezbolá como una fuerza militar digna de respeto y apta para proyectar poder fuera de Líbano y, principalmente, desempeñar un papel disuasorio ante las aventuras militares de Israel.
7) La inminente derrota militar del Estado Islámico (EI), la principal fuerza yijadista de la región, reducido a menos del 10 por ciento del territorio que llegó a ocupar en Irak y en Siria en el auge de su poderío. Con el EI neutralizado, el énfasis se volcará sobre los demás grupos “rebeldes” combatientes en Siria, siendo el mayor de ellos las Fuerzas de Defensa Sirias (SDF, por sus siglas en inglés), constituidas mayoritariamente por kurdos, que ocupan la mayor parte del territorio al este del río Éufrates Tanto Damasco como sus aliados ya pusieron en claro que cualquier intento de partición del territorio soberano de Siria está fuera de toda discusión, se presume que las negociaciones con tales grupos deberán ocupar el centro de los esfuerzos para la pacificación definitiva del país.
El programa estadounidense/israelí
A todas luces, el panorama contraria totalmente los planes de Washington y de Tel Aviv.
En Estados Unidos, los sectores más belicistas del “establishment” (sobre todo los neoconservadores) tienen en sus manos la política exterior de Donald Trump y se niegan a aceptar el desgaste de plan hegemónico unipolar y “excepcionalista.” Por ello están empeñados en fabricar un pretexto conveniente para crear nuevos focos de inestabilidad en el Medio Oriente y obstaculizar las pretensiones chino-rusas de incorporar la región al eje de integración euroasiático.
Además de la intención de mantener su presencia en Siria, la mira está puesta en Irán, ahí está el iracundo discurso del presidente Trump, la semana pasada, al anunciar la decisión de no “certificar” el acuerdo nuclear de 2015, obligado hacerse a cada 90 días. La decisión, aunque no significa la ruptura del acuerdo, fue criticada vehemente por el mismo Partido Republicano y por algunas de las principales capitales europeas, aliadas tradicionales, como Berlín, París, Londres y Bruselas. Tan sólo Tel Aviv y Riad lo apoyaron. Así pues, la provocación podría acabar en que el tiro les salga por la culata, lo que contribuiría a aumentar el desgaste de la posición del liderato estadounidense.
El líder supremo iraní, el ayatola Ali Jamenei, aprovechó la corriente y, luego de agradecer a los demás signatarios del acuerdo –Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania-, arremetió sobre Trump: “No quiero perder mi tiempo respondiendo a las idioteces expresadas por el majadero presidente de Estados Unidos. Responder a una persona como esas es una pérdida de tiempo.” Según él, la reacción de Washington se debe a que Irán “consiguió frustrar sus complots en Líbano, Siria, Irak, etc.” (RT, 18/10/2017).
Además de cuestionar el acuerdo, el gobierno estadounidense anunció la posibilidad de imponer sanciones a la Guardia Revolucionaria iraní, por su supuesto “apoyo al terrorismo.”
A su vez, Israel no está cruzado de brazos en su intento de llevar a cabo su tradicional programa de provocaciones para justificar escaladas militares. Esto quedó claro en un escenario que contemplaba el ataque de Hezbolá al norte de Israel y la violenta respuesta, no solo contra la milicia chiita, sino contra la infraestructura libanesa. En las últimas semanas, el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, ha hecho repetidas declaraciones sobre “el futuro conflicto” contra Hezbolá, hablando como si fuese una decisión ya tomada por el gobierno del Primer ministro, Benjamin Netanyahu.
Igualmente, el lunes 16 de octubre, mientras el ministro de Defensa ruso, Serguei Shigu, llegaba a Tel Aviv para una visita de dos días, aviones israelíes invadieron el espacio aéreo de Siria y bombardearon la batería antiaérea que había disparado contra ellos.
La preocupación del gobierno de Netanyahu con los acontecimientos de Siria obligaron al primer ministro a llamar al presidente ruso, Vladimir Putin, para reiterarle su “exigencias,” en particular sobre la presencia militar iraní en Siria.