Algunos líderes políticos claman por un posible avance en la lucha contra COVID-19: análisis de sangre con pinchazos simples o hisopos nasales que pueden determinar en cuestión de minutos si alguien tiene o ha tenido previamente el virus. Las pruebas podrían revelar el verdadero alcance del brote y ayudar a separar a los sanos de los enfermos. Pero algunos científicos han desafiado su precisión.
Las esperanzas dependen de dos tipos de pruebas rápidas: pruebas de antígeno que usan un hisopo de nariz o garganta para buscar el virus, y pruebas de anticuerpos que buscan en la sangre evidencia de que alguien tuvo el virus y se recuperó. Las pruebas son escasas y algunas de ellas no son confiables.
“El mercado se ha vuelto completamente loco”, dijo el ministro de Salud español, Salvador Illa, lamentando la falta de máscaras faciales, equipo de protección personal y pruebas rápidas, “porque todos quieren estos productos y quieren los buenos”. El gobierno español devolvió 9,000 pruebas rápidas de antígeno que se consideraron poco confiables a un fabricante que, según el gobierno chino, no tenía licencia para venderlas.
El primer ministro británico, Boris Johnson llamó esta semana a las pruebas rápidas un “cambio de juego” y dijo que su gobierno había ordenado 3,5 millones de ellas. El Reino Unido espera que las pruebas permitan a las personas que han tenido COVID-19 y se hayan recuperado volver a trabajar, sabiendo que son inmunes, al menos por ahora. Eso podría aliviar el bloqueo económico del país y recuperar a los trabajadores de la salud que están en cuarentena por temor a que puedan tener el virus.
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