Mario Lettieri y Paolo Raimondi
En un reciente taller organizado en Nueva York por la Reserva Federal y el Banco de Italia sobre “Regulación financiera pos-crisis: experiencias en ambos lados del Atlántico”, se intentó analizar la situación del sistema financiero global, para evaluar si, efectivamente, está bajo control o todavía existen riesgos serios y amenazas de inestabilidad.
Podría parecer extraño, pero los documentos y las participaciones de los representantes del banco central italiano fueron los más precisos y concretos.
Hay una larga lista de nuevos y peligrosos riesgos, los cuales. Diez años después de la Gran Crisis de 2008, todavía tenemos que enfrentar.
En primer lugar, existe una vulnerabilidad del sector financiero no bancario, el cual incluye una inundación de instituciones como las corredoras de valores inmobiliarias, gestoras de activos, fondos de inversiones, fondos “hedge” y otras entidades más propensas a la especulación.
De hecho, estas instituciones operan en la intermediación financiera como si fueran bancos, sin estar sujetas a las reglas y controles del sector. Y, es sabido, donde las reglas son pocas o no hay, por desgracia, el “sistema bancario sombra” abre su camino.
De acuerdo con el “Financial Stability Board” (Consejo de Estabilidad Financiera), órgano de control creado por gobiernos y bancos centrales para buscar soluciones a los desastres de 2008, a finales de 2016, los intermediarios financieros no bancarios detentan activos del orden de 160 mil millones de dólares, 150% más que el nivel de 2008, mientras los activos del sistema bancario permanecen más o menos estables.
Algunos de los riesgos son semejantes a los enfrentados por los bancos, aquellos ligados a la liquidez necesaria para hacer frente a los vencimientos de títulos y la proporción de endeudamiento, el llamado apalancamiento financiero (“leverage”).
Existen también riesgos derivados de la propia naturaleza del sistema financiero no bancario, como el uso exagerado del sistema automático de transacciones de valores inmobiliarios mediante supercomputadoras operando con algoritmos matemáticos altamente sofisticado, las llamadas transacciones de alta frecuencia (“highfrequency trading o HFT”).
Se trata de mecanismos que podrían “detonar” al sistema financiero entero.
Por cierto, se recordó o lo acontecido en febrero de 2018, cuando una inofensiva noticia sobre el aumento de los salarios en los EU provocó un colapso en Wall Street. Semejantes situaciones pueden generar ventas explosivas de activos, al punto de provocar un “contagio” real y poner en jaque la propia solidez de los intermediarios financieros.
Otro motivo de gran preocupación, según el Banco de Italia, es el fuerte crecimiento en los Estados Unidos del mercado de las llamadas obligaciones colateralizadas de préstamos (“collateralized loan obligations”), instrumentos de deuda emitidos sobre una cartera de títulos y otras formas de deuda, la cual ya asciende a 600 mil millones de dólares, un aumento del 130% con respecto a 2008.
De igual manera, apareció en escena entre los operadores financieros un nuevo y más grave riesgo, relacionado a la digitalización y los profundos cambios en la tecnología de servicios financieros operando fuer a del sistema bancario con tecnología digital, las llamadas “fintechs” (de tecnología financiera), las cuales ofrecen servicios financieros a costos más bajos con respecto a las empresas tradicionales.
Es decir, estamos en mar abierto, sin brújula ni reglas. Por desgracia, el sistema bancario está pasando por una creciente y peligrosa dependencia de gerentes, proveedores, servicios bancarios y financieros. En estas áreas, la propuesta compartida del banco de Italia es aplicar el principio correcto de “iguales negocios, riesgos iguales, reglas iguales”.
Por otro lado, no son indiferentes las excesivas diferencias nacionales en la implementación de reformas, creando así una mayor fragmentación de los sistemas financieros. Se tiene la impresión de que, hasta ahora, se perdió la oportunidad de una regulación unitaria de las finanzas en el ámbito global, dando libertad a los que, en vez de esto, gustarían de eliminar todas las reglas y controles.
Por ende, no se puede sino concordar con el banco de Italia, cuando afirma que “siempre que las reglas y controles han sido débiles, se vieron aumentos en el apalancamiento financiero, muchas veces, provocando cambios repentinos y recesivos en el ciclo financiero”.
Confiamos no se descarte este recurso, porque, de otra manera, más tarde que temprano, la Historia presentará una factura muy agria.