Memorias de Yevgeni Schmagin, un veterano diplomático ruso

 

Elisabeth Hellenbroich

La lectura de las memorias del veterano diplomático ruso Yevgueni Schmagin, es fascinante y repleta de lecciones. (Yevgeni Schmagin: Meine Botschaft Ungeschminkte Erinnerungen eines russischen Diplomaten, Droste Verlag, 2017, 375 Seiten).

 

El autor pasó casi medio siglo en Alemania desempeñando funciones diversas: agregado Cultural en Berlín, secretario de la Embajada en Bonn y en Viena, Embajador de Berlín y, de 2010 a 2015, Cónsul general en Bonn. Por esta rica experiencia el libro es un tesoro de conocimiento de fases importantes de la diplomacia soviética y rusa en Alemania. El mensaje central es un vehemente llamado a Alemania y a Rusia para alimentar un diálogo amistoso

 

El prefacio fue escrito por el ex Ministro presidente del SPD del estado federal North-Rhine-Westphalia, Wolfgang Clement, quien fuera también ministro del Interior del gobierno federal. Clement califica al embajador ruso Schmaguin de “uno de los mejores expertos rusos en temas alemanes” respetado y admirado entre muchas personas de Alemania.

 

La desaparición de la Unión Soviética del mapa mundial, según Clement, tuvo un profundo efecto en Schmaguin, y en un momento, el diplomático comentó que en ese entonces sólo hubo algunos cuantos políticos en Europa, como el ex canciller austriaco Vranitzky, defensores en el verano de 1991 de una suerte de “Plan Marshall” para la ex Unión Soviética, extensivo a los estados miembros del bloque soviético.

 

Schmagin estaba convencido de la posibilidad de “modernizar uno de los más grandes países europeos, y hacerlo una parte real de Europa, derribar todos los muros divisorios y eliminar la Guerra Fría para siempre.” Clement relata la mordaz crítica de Schmaguin a Yegor Gaidar (Primer ministro de Yeltsin de 1992 a 1994) por su fe en la omnipotencia del mercado. Gracias a él las nociones de liberalismo, libertad, democracia y economía de mercado quedaron desacreditadas por décadas, y quizás para siempre en Rusia.

 

Aunque Clement no concuerda del todo con la crítica de Schmaguin sobre la “inesperada histeria contra Rusia” del gobierno alemán y de gran parte de la prensa durante la crisis ucraniana, también afirma que quienes condenaron la anexión rusa de Crimea no son “enemigos de Rusia.” A pesar de las profundas disputas políticas, dice Clement, es importante superar esas diferencias. Esto significa una discusión franca, la basa de una verdadera amistad y sociedad, “deseada por una clara mayoría de alemanes.”

 

La carrera de Yevgueni Schmagin

Schmagin comenzó sus estudios de política exterior en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, luego, pasó casi medio siglo en el servicio diplomático de Rusia. “Gradualmente, escalé todos los cargos en mi carrera diplomática, desde simple intérprete hasta Embajador extraordinario y plenipotenciario. Alemania fue la etapa más importante de mi vida, tanto profesional como privada.”

 

Nació en 1949 en Ostashkov, un pequeño pueblo de la región de Kalinin, hoy Tver. Creció en condiciones extremadamente modestas (similares a las de Alemania y de otros países europeos en los primeros años luego de la guerra). Los cinco miembros de la familia vivían en una especie de comunidad residencial, una cabaña de madera con otra cabaña en el patio. La estufa se calentaba con carbón. Las circunstancias no eran peores que las del “millón de otros ciudadanos del país que se recuperaban gradualmente de las postrimerías de la terrible guerra,” señala Schmagin.

 

Oscuridad por todos lados, electricidad escasa en los cuartos, gente haciendo cola para usar el baño público. En ese entonces, cuando no se había generalizado el uso de la televisión, los adolescentes escuchaban la radio y leían libros o iban al cine de la casa de la cultura. “Las papas eran el alimento principal en todas las fases del socialismo,” recuerda Schmaguin. No podías comprar la mayoría de las cosas, y la vida provincial rusa era la lucha por la supervivencia y la búsqueda eterna. “Nuestra familia, como la mayoría de las familias rusas estaban acostumbradas a condiciones de vida espartanas.”

 

Un acontecimiento histórico significativo para los ciudadanos de la Unión Soviética fueron las noticias del vuelo de Yuri Gagarin al espacio. Luego de sufrimientos sin fin del pueblo ruso durante la guerra, el 12 de abril de 1961 se convirtió en un festival de alegría. “Tres veces lloró el pueblo soviético: lagrimas de dolor en mayo de 1945, lagrimas de ansiedad en marzo de 1953 luego de la muerte de Stalin, en 1961 por primera vez lágrimas de alegría,” describe Schmaguin.

 

Tras graduarse en la universidad en 1967, Schmaguin se inscribió en el Instituto de Relaciones Exteriores (MGIMO) de Moscú. “En el MID (Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa) los graduados de mi generación fueron el futuro ministro de Relaciones exteriores Serguei Lavrov y muchos otros bien conocidos en Rusia hoy día. Casi todos los alumnos de 1972 del MID alcanzaron cargos muy elevados y se convirtieron en embajadores o cónsules generales.” Después de estar por algún tiempo de interino en la Embajada soviética en la entonces RDA en 1971, Schmaguin comenzó su función de Agregado Cultural en 1973 en el Consulado soviético en Berlín Occidental y se encargó de un intenso intercambio cultural entre la Republica Federal Alemana y la Unión Soviética.

 

Los años en Bonn

En los 1980s, Schmagin fue nombrado Tercer secretario de la Embajada rusa en Bonn, ciudad que le sigue fascinado. “Me encontré en uno de los momentos más intensos de la historia soviético-alemana, entre grandes personas. (…) en mi primer servicio en Bonn trabajé por más de un año con Yuliy Kwizinski (1936-2010) y casi cinco años con su sucesor, Vladislav Terejov. Posteriormente, poco antes del fin de mi estadía en Bonn, volví a reunirme con Terejov, esta vez él era el último Embajador de la Unión Soviética durante los tiempos de la Perestroika.

 

Terejov fue el último Embajador de la Unión Soviética y el primero de la nueva Rusia democrática en Bonn. Schmagin describe cuanto disfrutó “trabajando bajo la dirección de Kvizinski y Terejov. Ellos era profesionales bien educados, verdaderas personalidades, excelentes conversadores y brillantes analistas (…) Trabajar con ellos fue una escuela vocacional en el sentido más estricto de la palabra, casi una escuela de germanistas, la cual ya no existe de esa forma.” Schmagin estaba impresionado por Yuliy Kvizinski -uno de los arquitectos claves del acuerdo de las Cuatro potencias de Berlín de (1971), su “exuberante fantasía” y su talento oratorio le ganaron una ovación cuando dictó una conferencia en el Festival del Carnaval Renano.

 

En contraste, el veredicto de Schmaguin del Embajador Vladimir Semyonov (1911-1992) es más bien seco. Según Schmaguin, este diplomático era la marca del “esplendor y de la miseria, del enaltecimiento y de la caída, los logros y equívocos de la diplomacia soviética. (…) Bajo su dirección y de su participación directa se realizaron los actos más sucios, los cuales crearon por décadas los sentimientos anti-soviéticos de muchísimos habitantes de la República Federal Alemana. Esto incluye el bloqueo de Berlín Occidental, la supresión en 1953 del levantamiento de Berlín oriental, y así sucesivamente. Con sus “exposiciones” y “revelaciones” hizo de todo para imitar a su ídolo Stalin.”

 

En agosto de 1978, el Embajador Valentin Falin dejó su cargo en la Embajada soviética en Bonn. Durante su periodo se iniciaron la nueva Ostpolitik de Willy Brandt y el renacimiento de las relaciones germano-soviéticas. En memoria de antiguos colegas del MID Semyonov era un “rufián arrogante”, un “seudointelectual,” un “déspota brutal” y un “misántropo megalómano.” Esta falta de capacidad de diálogo es para Schmaguin los “errores fundamentales de la diplomacia rusa,” la cual buscaba un nuevo Hitler y de esta forma mostraba su “desaprobación del pueblo alemán.”

 

El debate de los proyectiles

A principios de los 1980s, la situación de la República Federal era muy turbulenta. La desencadenó la decisión de la OTAN, en tiempos del Canciller Helmut Schmidt, de estacionar proyectiles estadounidenses en suelo de la República Federal de Alemania en respuesta a los proyectiles soviéticos SS-20 (aunque al mismo tiempo pedían el inicio de negociaciones para la reducción de armamento). Todo el país, recuerda Schmaguin, era turbulencia en ese tiempo: “Miles de manifestaciones contra la guerra tuvieron lugar por toda Alemania. Cientos de miles de personas de todas las edades, profesiones, fe, sexo y orientación política llegaron a Bonn para unirse en una manifestación por la paz.”

 

Sch Maguin, en su calidad de funcionario de la Embajada soviética, viajó por todo el país y se sometió por horas a las preguntas de miles de personas. “Luego, cuando se reconoció internacionalmente que la posición soviética era absolutamente ilegal y que la Helmut Schmidt era legítima (inclusive el gobierno soviético reconoció haber estacionado ilegalmente los SS20, escribe Schmaguin), estábamos sorprendidos de que nuestros apasionados y sinceros discursos hubieran sido recibidos positivamente por el público, aún cuando los hechos no hablaban a nuestro favor.”

 

Informa en su libro que en ese tiempo se estaba creando una buena relación entre él y los ciudadanos, por ejemplo, en la pequeña ciudad de Sponheim (500 habitantes) de Renania-Palatinado. Sch Maguin visitó Sponheim y a sus hospitalarios ciudadanos de nuevo en 2010 cuando era ya Cónsul general ruso en Bonn. Le impresionaba de la ciudad el valor civil de sus ciudadanos y las relaciones de esos ciudadanos con su alcalde, algo difícil en Rusia.  Estaba igualmente impresionado por la ciudad de Münster (300.000 habitantes) y por el hecho de que la gente de todos los rincones de la ciudad conocía a su alcalde y el alcalde los conocía a ellos.

 

“Por todas partes en las calles la gente se saluda y conversa.” Se refiere en su libro al alcalde de Münster Werner Pierchalla -un ex prisionero de guerra alemán en la Unión Soviética, quien, a pesar de su reclusión en suelo soviético, mantuvo su sueño de reconciliación entre los dos pueblos y así puso los cimientos para el intercambio ruso-germano, imitado en otras partes de Alemania. Para Schmaguin esta es una prueba viva de las relaciones eficientes entre los ciudadanos de ambos países.

 

Durante su trabajo en los 1980s, Schmagin se relacionó con todos los partidos políticos alemanes, en especial con los Verdes (con Petra Kelly, por ejemplo). “La Embajada soviética no tenía en ese entonces con ningún otro partido alemán una relación tan amplia, estable y de tanta confianza.” Sin embargo, posteriormente, durante la recepción para conmemorar la reunificación alemana en Bonn, se reunió con Wilfried Kretschmann (Partido Verde), desde 2011 Ministro presidente del Estado de Baden Württenbberg. Cuando Schmagin le preguntó “¿Te acuerdas?”, Kretschmann murmuró “No me acuerdo” y se dirigió a otro grupo.

 

La Perestroika y el derrumbe de la Unión Soviética

De 1990 a 1997  Schmagin trabajó de asesor principal de la Embajada soviética y luego rusa en Viena. Schmaguin recuerda que la vida en Viena hasta su partida en los últimos meses de 1995 estuvo acompañada por la “conmoción que siguió a la desintegración soviética.” Occidente trazó límites inutiles y se apartó de la joven Rusia, aun cuando, dice, hubiera sido posible unir a Este y Oeste en la modernización del más grande país europeo, hacerlo verdaderamente parte de Europa, y eliminar para siempre la Guerra Fría. También afirma, “Rusia fue responsable de esto en parte. Un ejemplo fue el nuevo ministro de Relaciones Exteriores Andrei Kozyrev (1990-1996), quien, por desgracia, perdió la oportunidad de reconstruir las relaciones y confió ciegamente en Estados Unidos. En su política exterior, copió los errores de Yegor Gaidar, lo cual contribuyó al rechazo completo de Occidente en muchos estratos de la sociedad rusa.

 

Vuelta a Bonn, Cónsul General 2010-2015

Luego de un breve periodo al frente de la Embajada rusa en Berlín reunificado (1997), Schmaguin fue de 2010 a 2015 Cónsul General en Bonn. En este tiempo viajó unos 250 000 kilómetros por toda Alemania, hizo centenares de apariciones públicas y se reunió con innumerables personalidades públicas, con capitanes de industria, periodistas, escritores, artistas y ciudadanos comunes. Recuerda vivamente a su círculo de amistades en Bonn, un grupo muy específico de personas: ex servidores públicos de alto nivel y que todavía ejercían una enorme influencia. Sostuvo, además, innumerables conferencias y recepciones.

 

Entre los invitados estaban estudiantes rusos y jóvenes científicos; representantes de ciudades alemanas con sus gemelas en Rusia; Alemanes que buscaban tumbas de la guerra en Rusia y activistas de las sociedades de amigos germano-rusas; integrantes del Ejército alemán, periodistas, clérigos, policías y también astronautas del Instituto Aeroespacial de Colonia. El mensaje con el cual el diplomático ruso Sch Maguin, cuyo servicio en Bonn terminara en 2015, concluye su libro es claro y simple: Rusia y Alemania son “dos partes inseparables del organismo holístico europeo.

 

Pertenecen a la misma zona cultural cristiana.” Y la Historia muestra que el continente solo puede estar en paz cuando rusos y alemanes marchan juntos y cuando incluso fueron amigos. “Nuestros dos países no tienen otra predestinación que la de unirse por sus propios intereses así como por el Bien y la Paz del mundo, y gradualmente crecer juntos.”

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