Monjas denuncian abusos sexuales de sacerdotes y obispos

 

Una monja ya no se tiende a confesar tan seguido como antes, después de que un sacerdote italiano abusó sexualmente de ella cuando se encontraba en su momento más vulnerable y le contaba sus pecados en un salón de clases de la universidad hace casi 20 años.

En ese tiempo, la monja solo le contó lo sucedido a su superior y a su director espiritual y fue silenciada por la cultura de secreto de la iglesia católica, por sus votos de obediencia y por su propio miedo, repulsión y vergüenza.

“Abrió una gran herida en mi interior, fingí que no había sucedido”

Monja, víctima de abuso sexual

Tras décadas de silencio, la monja constituye una de muchas religiosas que han hecho público un asunto que la iglesia católica no ha aceptado, el abuso sexual de monjas por parte de sacerdotes y obispos.

Un estudio de la AP halló que han surgido casos en Europa, África, América del Sur y Asia, lo que demuestra que el problema es global y extenso, debido en gran parte a una tradición en la que las mujeres son vistas como personas de segunda clase en la iglesia y a su arraigada subordinación a los hombres que la dirigen.

Ciertas monjas se han dado a la tarea de dar la cara, impulsadas por el movimiento #MeToo (A mí también) y por el creciente reconocimiento de que los adultos pueden ser víctimas de abuso sexual cuando hay un desequilibrio de poder en una relación. Las monjas han hecho públicos sus casos en parte debido a los años de inacción por parte de los jerarcas eclesiásticos, incluso cuando estudios importantes sobre el problema en África fueron informados al Vaticano en la década de 1990.

El tema ganó prominencia en el marco de escándalos en torno al abuso sexual de menores y más recientemente de adultos, incluidas revelaciones de que uno de los cardenales más prominentes de Estados Unidos, Theodore McCarrick, abusaba sexualmente y hostigaba a seminaristas.

La magnitud de los abusos no está clara, al menos afuera del Vaticano. Las víctimas son reacias a reportar el abuso por temores fundados de que no les van a creer, comentaron varios expertos a la AP. Los jefes de la iglesia son renuentes a reconocer que algunos sacerdotes y obispos simplemente ignoran sus votos de celibato, sabiendo que sus secretos no serán revelados.

Empero, esta semana cerca de media docena de monjas en una pequeña congregación religiosa de Chile hicieron públicas sus historias de abuso por parte de los sacerdotes y de otras monjas en televisión nacional. Relataron que sus superiores no hicieron nada para detenerlo.

Una monja en la India recientemente interpuso una demanda a la policía en la que acusó a un obispo de violación, algo que hace un año era impensable.

En África surgen casos periódicamente. En el 2013, por ejemplo, un renombrado cura ugandés escribió una carta a sus superiores en la que habló de “sacerdotes que tienen relaciones románticas con monjas” y fue suspendido hasta que ofreció una disculpa en mayo. La monja europea habló con la AP para ayudar a arrojar luz sobre el tema.

“Me entristece que haya tomado tanto tiempo el que esto salga a la luz, porque hay denuncias desde hace tiempo”, expresó a la AP Karlijn Demasure, uno de los principales expertos de la iglesia en abusos sexuales y abusos de poder.

“Espero que ahora se tomen medidas para atender a las víctimas y se ponga fin a estos abusos”, agregó.

El Vaticano no quiso comentar sobre qué medidas ha tomado, si es que tomó alguna, para abordar el alcance del problema a nivel internacional, y de lo que ha hecho para castigar a los infractores y cuidar a las víctimas.

Un funcionario del Vaticano señaló que los dirigentes de las iglesias locales son los responsables de castigar a los sacerdotes que abusen sexualmente de las monjas, pero que a menudo esos crímenes quedan impunes en las cortes civiles y canónicas.

El funcionario habló bajo la condición de anonimato debido a que no estaba autorizado a hablar del asunto públicamente.

El principal obstáculo que enfrentan las monjas que han sido víctimas de abusos es ser tomadas en serio, según Demasure, quien hasta hace poco fue director ejecutivo del Centro de Protección del Menor de la Pontificia Universidad Gregoriana, la principal organización eclesiástica que lidia con este tema. Fuente : La Razón

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