Una mujer de 32 años se ha convertido en la primera del mundo que da a luz un bebé sano tras recibir un útero trasplantado de un cadáver. La receptora tenía intactos los ovarios y producía óvulos, pero nació sin útero por una enfermedad congénita que afecta a una de cada 4.500 mujeres.
Estos trasplantes son complejos desde el punto de vista técnico, poco exitosos y plantean dilemas éticos. En total se han intentado 39 trasplantes entre personas vivas de los cuales solo 11 han conseguido bebés sanos. En la mayoría de los casos las donantes son madres, hermanas o amigas íntimas de las receptoras, con lo que la disponibilidad de órganos es muy limitada.
La Organización Nacional de Trasplantes desaconsejó aplicar esta técnica en España porque ofrece más riesgos que beneficios
Hasta el momento se habían intentado 10 trasplantes con donantes fallecidas, todos sin éxito. El equipo médico del Hospital das Clínicas de Sao Paulo, vinculado a la universidad de esa ciudad, considera que este logro facilitará “la adopción generalizada” de este tipo de trasplantes. Los responsables del trabajo apuntan que esta intervención no solo podría ayudar a mujeres infértiles por dolencias congénitas, sino también a otras a las que se les ha extirpado el órgano tras infecciones o tratamientos oncológicos. Para todas estas personas, las únicas opciones disponibles eran la adopción o el acceso a madres subrogadas, hasta que en 2013 el equipo del ginecólogo Mats Brännström anunció el nacimiento del primer bebé por trasplante de útero entre vivas, destacan. No obstante, advierten de que el uso de órganos de cadáveres es una técnica es “muy reciente y se considera experimental en muchos países”.
“Se trata de un logro técnico que es muy cuestionable desde el punto de vista ético”, explica Beatriz Domínguez-Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). En 2016 el comité ético de esta organización analizó este tipo de procedimientos y los desechó, porque plantean más riesgos para la madre y el embrión que beneficios, explica la responsable de la ONT. “Los riesgos que asume la madre y el impacto en el feto no compensan el objetivo final de concebir un bebé y además existen alternativas viables, como la adopción”, explica. “En los casos de mujeres que nacen sin útero hacer esta intervención prima el derecho de la mujer a la maternidad, pero en nuestra opinión es más importante respetar el principio de no maleficencia [no hacer daño] y también la de hacer un uso adecuado de los recursos públicos”, resalta. Los trasplantes realizados por el equipo sueco tenían un coste de unos 65.000 euros, aunque el coste de cada intervención varía mucho dependiendo de en qué país se realicen. En España este tipo de operación requiere la aprobación del hospital, la Comunidad Autónoma y la ONT.
Probablemente esta técnica se extienda, incluso podría llegar a ser una rutina”
“Probablemente esta técnica se extienda, incluso podría llegar a ser una rutina”, opina César Díaz, ginecólogo del Instituto Valenciano de Infertilidad, una entidad privada. Díaz colaboró con el equipo sueco que consiguió el primer trasplante. El médico trabaja ahora en Londres y asegura que tiene permisos para realizar dos trasplantes entre donantes y receptoras vivas en un ensayo que coordinará la Universidad de Oxford. Una de las dos receptoras es una mujer a la que le tuvieron que extirpar el útero tras un parto, un problema que afecta a unas cuatro madres de cada 100.000. Otras complicaciones son mucho más comunes. Por ejemplo, una de cada 100 mujeres sufre la extirpación del útero por tumores benignos en la pared de este órgano.
Díaz cree que estos procedimientos son totalmente acordes con la ética médica y que “el número de pacientes que podrían beneficiarse de un trasplante es grande”. “En todos los casos hay que hacer un análisis de riesgos y beneficios, pero hay que tener en cuenta que la persona que corre el riesgo es la misma que lleva el mayor beneficio de la intervención. La infertilidad es una de las enfermedades más incapacitantes y en esto también habría que buscar un principio de equidad, la gente infértil también paga impuestos, negarles el trasplante sería como no darle tratamiento paliativo a un enfermo que sabes que se va a morir de cáncer”, opina.
Brännström explicó en 2015 a ABC que estaba recibiendo peticiones “de personas que han cambiado de sexo y que quieren ser madres”. Es una intervención técnicamente viable según los expertos que plantea dilemas éticos aún más complejos.
Fuente: https://despiertatamaulipas.com/