El director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia, Juan Pérez García, aseguró que el trabajo infantil va desde el empleo familiar o comunitario, hasta la esclavitud en la siembra y el cultivo de la amapola.

 

Lo más preocupante es que los menores son reclutados, “levantados o forzados a participar en actividades ilícitas”, pues hay denuncias sobre la esclavitud de niños y adolescentes que son obligados a trabajar en plantíos de cannabis.

 

En Guerrero, así como en el denominado Triángulo Dorado de la Sierra de Sinaloa, hay “levantamientos de niños y jóvenes de primarias y secundarias”.

 

LEVANTAN A MENORES

Refirió que hay denuncias sobre ataques a secundarias en Guerrero, donde se llevan a menores de edad para que trabajen en la cosecha de mariguana. En Veracruz incluso han cerrado escuelas para evitar que “levanten a los menores, muchos de los cuales nunca son vueltos a ver”, sostuvo.

 

Pérez García expresó que el trabajo infantil es resultado de la desigualdad económica, pues 47 por ciento de las familias en México sufren pobreza.

 

Abundó que cuando se desagregan los datos de la niñez o personas menores de 18 años, la pobreza alcanza 53 por ciento de los casi 22 millones de niñas, niños y adolescentes, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

 

De ese universo, detalló, 4.7 millones están en pobreza extrema y enfrentan dificultades para comer cuando menos una vez al día, lo que explica por qué hay más de tres millones de ellos en actividades económicas entre los cinco y los 17 años de edad.

 

La mayor parte de ellos, señaló, ocho de cada 10 lo hacen en pequeñas unidades, y de esos más de tres millones, unos 500 mil realizan trabajos domésticos, fundamentalmente mujeres, y 2.5 millones están en el sector agrícola o en talleres familiares y venta de servicios.

 

EXPLOTACIÓN Y ESCLAVITUD

Detalló que hay tres tipos de actividad económica que realizan los menores, como es la familiar o la comunitaria que no necesariamente es perniciosa; hay la que hacen para un tercero, donde incluso se les contrata; y están las actividades ilícitas, donde sufren explotación e incluso pueden ser esclavizados.

 

En las comunidades rurales es una práctica tradicional que los padres les trasmitan a los hijos sus conocimientos sobre la siembra y los cultivos, así como el uso de la tierra, involucrándolos desde pequeños, lo que no implica que dejen la escuela o que dejen de jugar o estén en riesgo.

 

Algo similar ocurre con otras actividades como el comercio ambulante, expuso, aunque hay un común denominador: se trata de familias que sufren pobreza extrema, donde el trabajo de los hijos forma parte de sus ingresos.

Por Marco Antonio de Jesús Escobedo Palma

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