La Asamblea General de la ONU solicitó este miércoles una vez más el fin del embargo de Estados Unidos contra Cuba, aprobando una resolución apoyada por 191 Estados miembros y con los únicos votos en contra de Estados Unidos e Israel.
Hace un año, el escrito había salido adelante por primera ocasión sin oposición, pues esos dos naciones tomaron la decisión de abstenerse en medio del acercamiento con La Habana impulsado por la Administración de Barack Obama.
Empero, el gobierno de Donald Trump decidió votar en contra como parte del “nuevo enfoque” de su política hacia la isla.
Trump, que apoya la continuidad del embargo, desea “un mayor énfasis al impulso de los derechos humanos y la democracia” y ha condicionado a cambios en esas áreas el fin de las sanciones.
Nikki Haley, embajadora estadunidense ante Naciones Unidas, se dio a la tarea de defender este miércoles esa postura y se refirió a la votación de la Asamblea General como un “teatro político” impulsado por Cuba.
Haley, además, se dio a la tarea de restar importancia al hecho de que la resolución cuente con el apoyo de prácticamente todos los miembros de la ONU.
Afirmó que “mientras el pueblo cubano siga privado de sus derechos humanos y libertades fundamentales, mientras los beneficios del comercio con Cuba apoyen al régimen dictatorial responsable de negar esos derechos, Estados Unidos no tendrá miedo al aislamiento”.
El embargo se encuentra en manos del Congreso estadunidense, a quien Obama pidió sin éxito su derogación, pero el mandatario tiene una amplia capacidad para determinar su grado de aplicación por medio de sus poderes ejecutivos.
Bruno Rodríguez, canciller cubano, se dejó ver muy crítico con la postura de Trump y subrayó que el presidente estadounidense “no tiene la menor autoridad moral para criticar a Cuba”.