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Rabioso por el crecimiento de los emigrantes ilegales que cruzan diariamente la frontera de México con los EU, y además frustrado por su incapacidad de convencer al Congreso a apoyar la construcción del muro a lo largo de toda la frontera, un acierto crucial para su reelección en noviembre de 2020, el presidente Donald Trump, lanzó una dura amenaza de guerra económica hacia México. Tras un acuerdo con México las aguas se calmaron relativamente, pero el inquilino de la Casa Blanca ya amenazó con que si tiene pruebas de que el acuerdo alcanzado no se cumple, los disparos serán lanzados nuevamente.
El 30 de mayo pasado, Trump uso su medio favorito de comunicación, el Twitter para anunciar la imposición de un “muro arancelario” de 5% sobre todos los productos importados de México, el cual se elevaría gradualmente hasta llegar al 20%, si el país no tomaba medidas inmediatas para reducir el flujo migratorio de centroamericanos que pasan por el territorio nacional.
A pesar de la oposición encontrada de parte de la industria estadounidense, dependiente de los componentes importados de México, principalmente, la automovilística, la penalidad debería entrar en vigor a partir del 10 de junio, lo que obligó al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a enviar de inmediato a Washington al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, para buscar una negociación de emergencia con el gobierno del iracundo ocupante de la Casa Blanca.
Luego el 7 de junio, después de tensas negociaciones que sacudieron al país, se llegó a un acuerdo que consiste en que México se esforzará en reducir la migración irregular, “incluyendo el despliegue de la Guardia Nacional en todo el país, dando prioridad a la frontera Sur”, en palabras del canciller Marcelo Ebrard, para lo cual se desplegarán 6 mil efectivos.
“México y Estados Unidos se comprometieron a fortalecer la relación binacional, incluyendo el intercambio de acciones coordinadas a fin de proteger mejor y garantizar la seguridad en la frontera común”, dice el acuerdo.
Un segundo punto acordado que según Trump se mantenía en secreto se refiere a qué México finalmente había aceptado convertirse ya en un Tercer País Seguro. Sin embargo, lo que sucedió es que México tuvo que ceder en un de las estipulaciones del estatus de País Seguro, la que se refiere a que “las personas que soliciten asilo a Estados Unidos se quedarán en territorio mexicano mientras espera la resolución del trámite”. Esta acción es acorde con el ya existente Protocolo de Protección a Migrantes (MDP, siglas en inglés) que obliga a México a recibir a los solicitantes de asilo que ya están en EU pero que pasaron por territorio mexicano, para lo cual se abrirán once lugares en la frontera de ambos países. Se calcula que por esta jugada México tendrá que recibir a más de 50 mil personas que están en espera de que se les conceda el asilo.
El Presidente AMLO, ha indicado que esto se hace no por ser un Tercer País Seguro sino en cumplimiento de la tradicional política migratoria mexicana, que ahora también adquirió el compromiso del respeto de los derechos humanos de los migrantes hasta que cumplan el ciclo migratorio como lo establece el pacto de Marrakesh, firmado en diciembre pasado por más de 160 países.
Sin embargo, exultante Trump celebró el éxito de de su truculento método de negociación. ¡“Todos están muy emocionados por el nuevo acuerdo con México”! escribió en su Twitter. Agradeciendo a su colega mexicano por “trabajar tanto y tan arduamente” en un plan para reducir las emigraciones ilegales.
Las medidas que implementará México para reducir el flujo migratorio se analizarán dentro de 45 días. De ser exitosas, México ya no discutiría con el vecino del Norte la posibilidad de ser un tercer país seguro, status que implicaría un acuerdo que obligaría a cualquier solicitante a pedir asilo en México, el primer país y única vía para entrar a Estados Unidos. Así, Washington se deslindaría de sus obligaciones internacionales de apoyar a los solicitantes de asilo. De lo contrario, aseguró el canciller Marcelo Ebrard “el tercer país seguro se aplicaría si el proyecto de México fracasa”.
No obstante ser un Tercer País Seguro tendría que discutirse en el Senado de la República, por lo cual, Trump ya también sacó un “tuitazo” amenazante contra los legisladores mexicanos.
Por otro lado, el acuerdo plantea que “ambos países reconocen los fuertes vínculos entre el crecimiento económico en el sur de México y él éxito de la promoción de la prosperidad, el buen gobierno y la seguridad de Centroamérica. Estados Unidos reiteró su beneplácito al Plan de Desarrollo Integral lanzado por el gobierno de México”. Este punto tan relevante ha quedado diluido en la marea de declaraciones y su ejecución sería el inicio para una solución duradera al problema de la migración, o sea atacar de raíz las causas de ella.
Al mismo tiempo, el New York Times del 9 de junio revelo que las medidas del acuerdo, ya habían sido negociadas anteriormente, el pasado marzo, por lo tanto no había ninguna novedad. Trump, claro está, reaccionó disparando contra los “medios corruptos” que ignora sus conquistas: “Conmigo, a pesar de nuestra economía récord y todo lo que yo he hecho, no existe reconocimiento.”
En una entrevista con la BBC, Pamela Starr, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Del Sur de California, comentó el estilo de pistolero del presidente norteamericano. “Es así que Trump negocia: trata de atacar lo que ve como un adversario, después, trata de parecer como alguien intransigente, y tiende a obtener un resultado factible, que puede vender como una victoria” (BBC, 11 de junio de 2019).
Su colega Joshua Sandam, profesor de la Universidad de New Haven y estudioso de los métodos trumpianos, afirmó, “su estilo de operar se basa en su experiencia en el mercado inmobiliario: posponer, la amenaza, la intimidación. Todos los presidentes aprenden con su experiencia anterior y la experiencia de Trump no fue política, sino en el mercado inmobiliario de Nueva York que es muy competitivo”.
Dado que el mundo es más complejo que el mercado inmobiliario neoyorquino, el estilo de Trump es más parecido al de los pistoleros del Viejo Oeste, que el proceder esperado de un jefe de Estado, todavía más por el momento crítico que vive actualmente el planeta.