Elisabeth Hellenbroich*
Luego del calamitoso incidente del Mar de Azov ocurrido el 25 de noviembre entre Ucrania y Rusia en el estrecho de Kerch (desde el punto de vista de Rusia, el incidente ocurrió cuando tres buques ucranianos trataron de cruzar los límites de las aguas territoriales rusas, lo cual condujo a la detención de los navíos y a la detención de su tripulación), una nueva borrasca de protestas se elevó de Estados Unidos y de Europa para exigir la imposición de nuevas sanciones draconianas contra Rusia.
La sanción que encabeza está nueva oleada contra Rusia (en especial de los estados Bálticos, de Polonia y de los “verdes” de Alemania) es la de detener la construcción del gasoducto ruso-germano “North-Stream II” cuya construcción comenzó en 2017 y se habrá de terminar a finales de 2019. North Stream II es un gasoducto de 1 200 kilómetros que unirá a Europa con las mayores reservas de gas natural del mundo, ubicadas en Rusia. En este proyecto participan la empresa propiedad del Estado ruso Gasprom, así como compañías de energía y gas de Europa Occidental como la austriaca, OMV, la Royal Dutch Shell, la alemana Uniper, Wintershall y la francesa Engie. El objetivo es bombear anualmente 55 mil millones de metros cúbicos más de Rusia a Europa.
El gobierno del presidente Trump está llevando al máximo sus esfuerzos para detener la obra para vender gas natural licuado a Europa. Con la intención de “alinear” a Europa, ha desplegado a varios de sus empleados de la más alta jerarquía, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y a la secretaria del Tesoro, Sigal Mandelker; esta última, en una entrevista concedida al diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung el 20 de noviembre, dijo que Estados Unidos hará todo para “obligar” a Europa a romper con el acuerdo nuclear con Irán (JCPOA) y para obligar a Alemania a detener la construcción de North Stream II. Sus declaraciones coinciden con las del secretario de Estado, quién subrayó hace unos días en el Fondo Alemán Marshall la necesidad de construir un Nuevo Orden encabezado por Estados Unidos contra Rusia y China.
Las sanciones, sin embargo, por más dolorosas que pudieran ser para Rusia han mostrado ser al final de cuentas inútiles, ya que “el tiro les está terminando por salir por la culata.”
En un informe reciente del Club Valdai publicado en noviembre por el académico británico Richard Connoly, profesor señor de la Universidad Birmingham y profesor itinerante de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública, titulado, “La respuesta de Rusia a las sanciones: ¿Cómo las sanciones occidentales le han dado nueva forma a la economía política de Rusia?” afirma que las sanciones impuestas por las potencias occidentales y sus aliados en el segundo y tercer trimestre de 2014, seguidas por una serie de sanciones cada vez más draconianas, tuvieron en Rusia el efecto contrario: hicieron que los encargados de tomar las decisiones en Rusia reafirmasen la naturaleza de las relaciones con la economía internacional.
Lejos de voltear a las “aspiraciones de autarquía de la era soviética”, se hicieron esfuerzos significativos para “construir un régimen más seguro y perdurable de economía política fundada en el fomento de las capacidades nacionales en las industrias estratégicas, así como el cultivo de lazos más estrechos con otras fuentes de técnica y de capital aparte de Occidente y sus aliados.” En su documento, Connoly se refiere a la ley de 2017 aprobada por los legisladores estadounidenses que permite la imposición de un rango de nuevas sanciones contra Rusia, muchas de ellas dirigidas en particular contra personalidades rusas, que fueron colocadas en la “lista de Nacionales Designados Especialmente” abril de este año. Varios funcionarios y legisladores de Estados Unidos han mostrado sus deseos de imponer castigos a los países que no cumplan las sanciones impuestas por Estados Unidos.
Connoly concluye que las sanciones contra los sectores petroleros, de la defensa y financiero de Rusia “han fracasado enormemente.” Aunque causaron “perjuicios internos” inicialmente, sus efectos sobre los objetivos señalados se repararon con rapidez, pues las autoridades rusas fueron capaces de utilizar un abanico de herramientas y de recursos, muchos de los cuales fueron disponibles de inmediato gracias a las características específicas del sistema de economía política de Rusia, para proteger los sectores afectados por los peores efectos de las sanciones. En resumen, la respuesta estratégica de las autoridades rusas redujo las consecuencias. La respuesta rusa fue un claro cambio “hacia el mayor empleo de los recursos propios, o ‘rusificación’, por un lado, y hacia una política económica exterior con direcciones múltiples que puso el énfasis en relaciones más estrechas con países no occidentales, por el otro.
¿Por qué las sanciones de Estados Unidos son inútiles?
En respuesta a las sanciones impuestas por Estados Unidos desde 2014 a causa de la reincorporación de Crimea, según Connoly, Rusia reformuló su economía política para reducir los efectos negativos de las sanciones occidentales y aislar la economía interna de medidas similares en el futuro. Esa política incluye: 1. El aseguramiento de zonas estratégicas de la economía política; 2. Un esfuerzo concertado para respaldar la sustitución de importaciones en los sectores estratégicos de la economía; y 3. Esfuerzos vigorosos para cultivar relaciones económicas más estrechas con países no occidentales, en especial con Asia. La respuesta rusa fue, entonces, fortalecer su “soberanía económica” por medio de los esfuerzos directos del Estado ruso para fomentar la capacidad productiva interna y aumentando las relaciones económicas con el extranjero. Fue de gran utilidad, en este sentido, la influencia del Estado ruso en sectores claves de la economía, como fue el caso de la “industria de la energía rusa.”
En el tercer trimestre de 2014 se impusieron restricciones al acceso al capital y a la técnica a las compañías de gas y de petróleo de Rusia. Connoly dice: “Las sanciones tecnológicas se concentraron en los planes para la explotación de los depósitos petroleros de la “nueva frontera”, ubicados tanto en el océano Árctico, como en tierra firme (como las formaciones Bazhenov y Domanik de Siberia Occidental y de los Urales), aunque también afectaron a la técnica que se empleaba para mejorar la recuperación de petróleo en los campos de extracción.
Las restricciones financieras también afectaron negativamente las operaciones de las firmas rusas de energía. Los políticos rusos lograron el respaldo a la industria de equipos para el gas y el petróleo nacionales dentro de la estrategia del gobierno de sustitución de importaciones. Esto estuvo acompañado de esfuerzos para aumentar el manejo de diferentes aspectos de la industria energética de Rusia, en particular, la explotación petrolera, los servicios y la explotación petrolera. La diversificación involucró el aceleramiento de los esfuerzos tanto del gobierno ruso como de las firmas propiedad del Estado para establecer lazos más estrechos con fuentes de capital, de técnica no occidentales, al tiempo de se buscaba nueva demanda de energía rusa.”
Firmas como Rosneft y Novatek sufrieron en especial los golpes, así como las coinversiones con compañías internacionales occidentales. Además de los intentos de alentar la producción de equipos para la producción nacional de gas y petróleo, Rusia intento reducir su dependencia de la tecnología de Occidente con el incremento de sus importaciones de equipo de países no occidentales (es decir, asiáticos). La sustitución de tecnología estuvo acompañada del rápido incremento del uso de fuentes de capital no occidentales, con China en el primer lugar del abastecimiento de capital para los proyectos energéticos rusos a una escala cada vez más grande, subrayó Connoly. De manera simultánea, los recursos diplomáticos se utilizaron para abrir una relación mucho mayor con China en lo que respecta al gas. Al mismo tiempo que China se convertía en el mayor comprador de petróleo crudo de Rusia, el aumento del comercio de energía entre los dos países significó que Rusia se movía más cerca de alcanzar los objetivos declarado por los dos países en documentos de energía estratégicos publicados antes de que se impusieran las sanciones.
La industria de la defensa de Rusia
La industria de la defensa rusa, o el complejo militar industrial, según el documento de Valdai, ha ocupado una posición extremadamente importante dentro de la economía política de Rusia. Es una fuente de empleo industrial y representa uno de los pocos campos de manufactura con el uso intenso de técnica en el que las firmas rusas se han convertido en exportadores exitosos. En el tercer trimestre de 2014, “se les restringió el acceso al capital y a la técnica a las empresas de la defensa de Rusia. Las sanciones occidentales fueron apuntaladas con la moratoria del abastecimiento de equipos militares-industriales de Ucrania. A diferencia de la industria de la energía, donde se prohibía el acceso tan sólo a determinados equipos de tecnología petrolera, se impuso la prohibición completa de exportación de artículos que se pudieran emplear en la producción militar.”
Rusia respondió a esas sanciones con una combinación de “rusificación” y de “diversificación.” Esto incluyo dentro del complejo militar industrial un ambicioso “programa de sustitución de importaciones que tenía por objetivo remplazar los componentes y sistemas de armas sujetos a las prohibiciones” con “productos similares de fabricación nacional,” en particular motores de helicópteros y de navíos. Esto fue acompaño por esfuerzos por intensificar cooperación militar-industrial con varios estados no occidentales, como China e India, lo que mostraba un cambio notable de los políticos rusos en pro de la cooperación con el “no Occidente.” Connoly señala que las instalaciones de producción se mejoraron “para que los motores para los grandes buques de guerra y helicópteros fueran producidos por compañías nacionales.
Hubo esfuerzos concertados para alimentar la capacidad de producción interna y para la importación de aparatos electrónicos importados de países no occidentales, en especial de China, para reforzar la tendencia hacia el aumento de la confianza en fuentes asiáticas de equipos. Rusia ajustó las sanciones con un ambiciosos programa de modernización militar (…) Lo que le permitió a Rusia hacer esto fue el régimen de economía política de Rusia, donde se incluyen las empresas estatales que resultaron del fortalecimiento del ejército y del mantenimiento de una base industria independiente y segura.”
El sector financiero
En el tercer trimestre de 2014, algunas de las organizaciones financiera más importantes de Rusia vieron restringido su acceso al capital de países extranjeros. En respuesta a las sanciones financieras, la respuesta política de Rusia abarcó una combinación de medidas que pretendían promover la rusificación y la diversificación simultáneas de los flujos financieros. Por ejemplo, “las fuentes de capital internas propiedad del Estado se utilizaron para llenar el vacío creado por la repentina interrupción del flujo de capital proveniente del extranjero. Se pusieron en práctica controles de capital informales para alentar la repatriación de monedas extranjeras de entidades privadas y de entidades casi púbicas y reducir la enorme fuga de capitales. Las autoridades comenzaron a reforzar el sistema bancario interno, es decir, el retiro de bancos débiles y peligrosos financieramente, al tiempo que se proporcionaba capital a los bancos propiedad de Estado. Como resultado, la influencia del Estado sobre el sistema bancario creció. Al mismo tiempo, vieron la opción de fuentes de capital del extranjero, tanto con el cultivo de relaciones más estrechas de varias organizaciones financieras multilaterales nuevas con potencias no occidentales que se podían usar para financiar inversiones en el futuro.” Esas medidas adaptativas, adoptadas por los políticos después de 2014 crearon condiciones para depender más de recursos financieros propios y reducir la vulnerabilidad del sistema financiero ante cualquier ampliación de las sanciones en el futuro.
*MSIA Informa