En el ingreso principal del Metro Observatorio, tres mujeres se dan a la tarea de ofrecer ilegalmente, a gritos, boletos para ingresar a ese sistema de transporte. Son las 7 de la mañana. Hora pico.
Una de ellas, de mayor edad, viste un mandil con estampado de leopardo, una más trae un babero azul, y la tercera, y más joven, tiene una sudadera rosa con gorro blanco. Entre las tres se turnan la reventa.
Se encuentran en la entrada que da acceso a foráneos provenientes de la Terminal de Autobuses Poniente, donde se dan a la tarea de esperar aalrrededor 30 minutos para volver a ofrecer boletos.
Frente a ellas pasan cientos de posibles compradores que, en hora pico, caminan apresurados.
A esa hora, las taquillas lucen repletas, con filas enormes. La oferta, aunque más costosa, resulta, para muchos, atractiva.
Uno TV pudo comprobar la venta ilegal fuera de las instalaciones del Metro y detectó que el precio por boleto es mayor.
-“¿A cómo los da… a cinco?”, se le preguntó a una de las mujeres.
“A siete, señorita”, respondió.
Uno TV se dio a la tarea de observar la actividad de reventa durante horas.
Ciertos pasajeros siguen su destino a las taquillas, pero otros se paran y deciden comprar.
-“¿A cómo da los boletos?”, pregunta un cliente.
La respuesta es la misma: a siete pesos.
“A siete… un boleto, boleto,boleto,boleto”. Revendedora
Estas mujeres operan al menos durante tres horas, desde las siete hasta las 10 de la mañana. Foto: El Punto Critico