En la reciente conferencia anual de seguridad de la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE), realizada en la ciudad de Viena, Austria, entre los días 26 y 28 de junio de 2018, el vice ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Alexander Grushko, subrayó la necesidad urgente de reforzar la entidad para restaurar la confianza y avanzar en la construcción de una comunidad que establezca la “seguridad igual e indivisible” para todos los estados miembros. Fundada en 1975, la OSCE, con 57 estados miembros, es una de las pocas organizaciones internacionales que desde su fundación ha creado plataformas de diálogo para evitar conflictos de trascendencia.
El discurso de Grushko es significativo a la luz de la reunión de los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin en Helsinki, la cual resalta nuevamente la necesidad de crear una nueva arquitectura de seguridad mundial. De acuerdo con el director del Programa del Foro de Debates de Valdai, Andrei Sushentsov, “a Rusia le gustaría construir relaciones estables a largo plazo con Estado Unidos,” en lugar de un acuerdo “de carácter táctico, estacional, por un periodo de seis meses o de un año.” Al final de cuentas, afirmó, un resultado importante de la reunión de los presidentes en Helsinki será la respuesta a la pregunta de si Rusia y Estados Unidos pueden trabajar juntos.
Grushko calificó en Viena la situación europea de “muy turbulenta” y de juego sin reglas:
“Hoy la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y la Unión Europea (UE) transformaron la arquitectura de la seguridad tomando de referencia la crisis de Ucrania, uno de los muchos conflictos de Europa. Pero las sanciones y las presiones no resolvieron los conflictos ni aumentaron la seguridad. Permítanme recordar que, luego de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, que cambiaron el mismo paradigma de la seguridad europea, los países europeos todavía pudieron empezar a trabajar por intereses comunes. La Carta para la Seguridad Europea y la adaptación del Tratado sobre Fuerzas Convencionales de Europa demostraron una voluntad política de cooperación”.
Resaltó, además, que las “sanciones unilaterales, la demonización y la imposición de la imagen de un enemigo” están agravando la confrontación:
“Algunas fuerzas políticas están usando la “rusofobia” como el principal impulsor de la unidad europea y euroatlántica, que se está desmoronando por razones objetivas, mientras que las organizaciones internacionales como el secretariado de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) están recibiendo funciones cualitativas, en violación del principio fundamental de todos los acuerdos de no proliferación y de control de armas, el derecho soberano y exclusivo de los estados de evaluar el cumplimiento de los compromisos; al mismo tiempo se mina la entidad (la Corte Internacional) de la Haya y el Consejo de Seguridad de la ONU. Hay también competencia geopolítica en los Balcanes Occidentales. A menos que detengamos esos peligros y tendencias, las confrontaciones pueden ser irremediables, en especial si eso sirve de fundamente no sólo para la política, sino también para la planeación militar”.
El mito de los gastos militares rusos
Grushko presentó una transparencia sobre lo que llamó el “mito” del rearmamento de Rusia.
Según él, el presupuesto de defensa ruso es equivalente a 46 mil millones de dólares y todavía se reducirá más en el futuro,
“Mientras que en los países de la OTAN alcanza la suma total de un billón de dólares, que es más de la mitad del total de los gastos militares de todos los países del mundo. En Estados Unidos, pasa del 700 mil millones de dólares y sus aliados europeos, en breve, llegarán a los 300 mil millones de dólares. Si cumplen la regla del 2 por ciento establecida por la OTAN, los gastos totales de defensa de los aliados europeos llegarán a los 400 mil millones de dólares, con 20 por ciento o más de 100 mil millones al año destinados a la compra de armamento. Conviene preguntarse: ¿Con qué finalidad? ¿Contra cuál o cuáles enemigos van a luchar? Estados Unidos manejan cerca de 800 bases militares en todo el mundo y están poniendo en marcha un proyecto global de sistemas de defensa contra misiles, con componentes instalados en Polonia y Rumania”.
Recalcó, dirigiéndose al presidente de la OSCE, el italiano Guglielmo Picchi, que Rusia apoya toda y cualquier intento de retomar un diálogo normal y despolitizado sobre cuestiones de seguridad, inclusive como parte de la iniciativa de “diálogo estructurado” de la OSCE. Indicó que sería imperativo restaurar la cooperación para abarcar toda la gama de nuevas amenazas y dificultades, en especial el terrorismo que arrasó a Europa y a América del Norte en el periodo de 2016 a 2018. Lo mismo vale para el narcotráfico, hoy ligado íntimamente al terrorismo, al ser utilizado como fuente de financiamiento de grupos terroristas. En Afganistán (Estado socio de la OSCE), dijo Grushko, el área cultivada de drogas está peligrosamente en expansión, con un registro histórico de 300 mil hectáreas en 2017. “Estamos a favor de aumentar la capacidad de lucha contra las drogas de la OSCE y estamos contribuyendo con la realización del proyecto de entrenamiento de especialistas en Afganistán y de Serbia,” afirmó.
Otro campo de contribución de la OSCE es el de la migración. Grushko mencionó la guerra civil del Este de Ucrania, donde más de 10 mil personas murieron en cuatro años, entre ellos 2 500 civiles:
“Kiev está bloqueando los acuerdos de Minsk, que son la única base para el acuerdo. Esperamos que los esfuerzos de la OSCE en el Grupo de Contacto y en las actividades locales de la Misión de Vigilancia contribuyan a hacer cumplir los Acuerdos de Minsk y a facilitar la solución del conflicto interno. La OSCE debe mantener también su presencia en Kosovo, ya que las tensiones étnicas siguen inalteradas”.
Concluyó afirmando que concuerda con la posición de la Presidencia de la OSCE de que es preciso revisar el alcance de la OSCE y de sus mecanismos: “Me gustaría resaltar nuevamente la importancia de restaurar la confianza y avanzar en la dirección de una comunidad asentada en la seguridad igual e indivisible, con la cual nuestros líderes estuvieron de acuerdo, en la reunión de Astaná de 2010. Espero que el venidero Consejo Ministerial de la OSCE en Milán nos ayude a alcanzar ese objetivo.