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El 5 de julio pasado, el comandante del Ejército de Brasil, general Eduardo Villas-Bôas se presentó a una ceremonia en homenaje a los 50 años de la muerte del soldado Mario Kozel Filho, victima de un atentado terrorista realizado por el grupo Vanguardia Popular Revolucionaria.
Aunque la ceremonia parecía una respuesta a la renovada embestida revanchista contra las Fuerzas Armadas del país, las palabras pronunciadas por el comandante fueron, primero, para apartar la posibilidad de una intervención militar en la política nacional: “Las Fuerzas Armadas, y el Ejército por el cual respondo, si eventualmente tuvieran que intervenir, será para cumplir la Constitución, mantener la democracia y proteger a las instituciones”.
Y en segundo lugar para transmitir un mensaje en torno de un delicado momento de la situación del país: Pudiera ser “inminente que algo grave acontezca, es la pérdida de nuestra identidad”, afirmó. Agregó que los brasileños perdieron la confianza entre unos y otros y carecen de disciplina social: “Esto lo podemos medir en grandes eventos como la Copa del Mundo. La reacción de la población no fue la de siempre”.
El mensaje de su breve discurso fue llamar a la unidad del país frente a la ideologia de la post modernidad, en esencia disgregadora, y a los remanentes ideológicos de la Guerra Fría.
“La muerte del soldado Mario Kozel Filho, en 1968, fue una consecuencia del ambiente de la Guerra Fría que permeaba en el mundo y repercutía en Brasil. Un período de entusiasmos artficiales, de intolerancias incitadas y de pasiones extremas que cegaba a los brasileños a la realidad civilizada. Fue un tiempo que nos dividió, que fragmentó la sociedad y nos volvió conflictivos”, afirmó.
Y agregó:
“La fractura de la sociedad es una experiencia a ser recordada. Nos dejo lecciones que no pueden ser olvidas o ignoradas. Aquel incidente con el soldado Kozel, víctima inocente del terrorismo, nos obliga a ejercer el mayor activo humano –la capacidad de aprender. Ahora es un momento que nos aconseja, a los brasileños y a las instituciones, la prudencia de los ánimos, que pide sabiduria para iluminar el futuro y, principalmente, exige la unión de esfuerzos para construirlo”.
“El periodo que atravesamos clama interrumpir la división inducida por las políticas identitarias traídas en el vientre de las ideologias contemporaneas; el momento demanda que las instituciones cumplan el papel que les es destinado e impone la sumisión de las querellas personales e institucionales a los intereses de la Nación, para poner a Brasil por encima de todo”.
Como se ve las palabras de alerta del general pueden ser extensivas a todas las naciones de Iberoamérica.