Mouris Salloum George*
Topé en que los tecnócratas neoliberales mandaron quemar el santoral republicano, nada puede contra la memoria histórica de los mexicanos.
Aun si hubiere un renegado de nuestra identidad nacional dispuesto a aplicar la fórmula Fahrenheit 451 (Ray Bradbury 1953), a los mexicanos nos queda el recurso de la Historia oral. (Fahrenheit 451, es el grado con el que el fuego devora los libros.)
Uno de esos relatos orales nos coloca en el próximo 20 de agosto, pero retrospectivamente de 1847, una data de la guerra de despojo que nos asestaron los Estados Unidos, condenada en su oportunidad por el libertador de los esclavos, Abraham Lincoln.
El testimonio está vivo en el Museo de las Intervenciones, en el barrio de Churubusco, Ciudad de México, si es que sobrevive a la barbarie de la tribu amarilla que desgobierna la ahora Alcaldía de Coyoacán.
El pueblo en armas en pleno Zócalo
El tributo de los mexicanos está dedicado al noble Batallón de San Patricio, una abigarrada formación de irlandeses, a la que se incorporaron otros europeos y estadounidenses. No eran soldados de fortuna. Sentían las causas de los pueblos y lo demostraban en el teatro de guerra.
Los sanpatricios eran para ese entonces desertores del ejército gringo invasor. Tuvieron su primera participación en defensa del territorio mexicano en Monterrey, en 1846.
Cuando los invasores tomaron la Ciudad de México hacia 1847, espontánea gente de pueblo se armó con lo que pudo para resistir al enemigo en pleno zócalo.
Hacia el sur de la capital, los invasores toparon con la heroica resistencia del Batallón de San Patricio, integrados a las fuerzas comandadas por el general Pedro María Anaya.
Capacidad de fuego dispareja, después del incesante acoso de los invasores y de la explosión de un polvorín, los salvaguardas de la Patria quedaron en la indefensión.
El altanero jefe de la invasión, un tal general Twiggs emplazó al general Anaya a que entregara sus pertrechos de guerra. El Patriota le respondió: Si hubiera parque, usted no estaría aquí.
Que Donald Trump no tenga porqué recordar esas “hazañas” de sus compatriotas, será producto de su ignorancia. Que los sedicentes conductores de la República se hagan los disimulados, esto sí que calienta.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.