El síndrome de Morquio o mucopolisacaridosis tipo IV constituye un mal hereditario que se presenta en uno de cada 200 mil nacimientos, el padecimiento se da gracias al cúmulo de unas sustancias llamadas mucopolisacáridos o glicosaminoglicanos que se acumulan en las células interfiriendo con su adecuado funcionamiento.
La endocrinóloga Sara Arellano, dijo: “Es una molécula grande con azúcares y gelatina, la gelatina es proteína y esto va a acumularse en las células del organismo en unos organelos, llamados lisosomas, como esta sustancia no es normal en las células, esto daña las células”.
La enfermedad se debe a una mutación genética presente en ambos padres que impide la producción de una enzima necesaria para descomponer dichas moléculas. Las consecuencias del error se manifiestan con un desarrollo inadecuado de huesos y cartílagos, entre otros tejidos.
Se comienza a deformar las vértebras, se hacen planas, las manos comienza a deformarse, se llegan a formar incluso manos en garra, se juntan las rodillas, se abren las piernas, el pie se hace plano no tiene los arcos normales que debe tener”, explicó Sara Arellano.
Característicamente, a partir de los 18 o 24 meses de edad, el niño tiene una marcada reducción en su tasa de crecimiento y comienza a sufrir caídas frecuentes.
Hay dos tipos de síndrome de Morquio: el tipo A que consiste en una ausencia total de una enzima y el tipo B donde la persona no produce suficiente cantidad de otra enzima.
El tratamiento del síndrome de Morquio necesita de un equipo integral de especialistas en diferentes ramas de la medicina a fin de tratar cada una de las manifestaciones.
En la actualidad existe terapia de reemplazo de la enzima faltante en el caso del tipo A, con buenos resultados. Foto: La Voz de Galicia