Existen sitios dejados de la mano de Dios adonde sí llegan sus pastores. Es viernes de madrugada en Costa Barros, uno de los complejos de favelas más peligrosos de Río de Janeiro. El pastor André Assis, de 45 años, se da a la tarea de aparcar su destartalado Fiat en un patio entre cuatro edificios con vistas a un río de aguas…
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