¿Tendremos otra generación perdida?

 

Mouris Salloum George*

En 850 millones -113 países- calcula la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) el número de seres privados de enseñanza básica y hasta universitaria por el cierre de los sistemas escolares a causa de la pandemia de coronavirus.

 

Con independencia de los criterios científicos reales y certificados en que se haya apoyado la Organización Mundial de la Salud (OMS) para elevar a grado de pandemia la epidemia del virus. Con independencia también de las acciones cautelares asumidas por los Estados para frenar la propagación del mal, nos parece que las declaraciones de emergencia nacional no se corresponden con el número de víctimas provocadas por el virus, aun si se trata de China e Italia, donde la incidencia ha cobrado la más alta curva.

 

Que los gobiernos más alarmados -de pose electoral en el caso de los Estados Unidos-, hayan decretado indiscriminadamente el cierre de fronteras, es una facultad autorizada por el Derecho Internacional. Otra cosa es la suspensión de actividades educativas que interrumpen los ciclos académicos en los niveles Medio y Superior.

 

Otro golpe a los países subdesarrollados o en vías de desarrollo

Los Estados donde se aplican con mayor rigor las medidas comentadas, sobre todo en Europa, son aquellos que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

 

Casualmente, es ese organismo el que periódicamente emite evaluaciones sobre el estado que guardan las políticas públicas y sus resultados en materia educativa y, salvo los países del mundo industrializado (con la debida acotación de la incesante migración),no pasan la prueba del ácido las naciones periféricas, también inscritas en el directorio de la OCDE. Como México.

 

La misma ONU, al menos desde la década ochenta-noventa del pasado siglo, al examinar los resultados de sus Programas de Desarrollo Humano -están en marcha los objetivos 20-30 en curso- puso en circulación una alarmante figura cuando habló de la primera década perdida. Obviamente, para la niñez y la juventud.

 

El dato que dio a conocer la UNESCO equivale al 10 por ciento de la población mundial. Sin hacer abstracción del perjuicio que otros fenómenos descargan sobre otros segmentos de la población, subrayamos que la suspensión de los calendarios educativos afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad en los países subdesarrollados o en “vías de desarrollo”: El ciclo vital que va de la infancia a la juventud, pasando por la adolescencia.

 

Mientras no se conozca el balance final de las consecuencias de la pandemia, no estamos en aptitud de exponer juicios de valor sobre las políticas de contingencia asumidas en el mundo y particularmente en México.

 

México: Crimen organizado e incesante conflictividad magisterial

Sí preocupan, en cambio, los antecedentes de la problemática detectada en los niveles de educación básica y secundaria en el país. Todavía en 2019, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, presentó un reporte que contiene elementos negativos del sector: Gestión, infraestructura, violencia, disciplina y adicciones, etcétera, asignaturas todas en que, en diverso grado y medida, tanto la Ciudad de México y la mayoría de los estados presentan acusados déficits.

 

Al agravamiento de esa disolvente situación, concurren el crimen organizado y la permanente conflictividad magisterial que, un día sí, y otro también, paran actividades en un círculo sin solución de continuidad, como ocurre en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, etcétera. Parcialmente en Guanajuato, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua, etcétera.

 

Ahora con la pandemia caemos en aquello de éramos muchos, y parió la abuela. Que quede constancia.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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