Por Elisabeth Hellenbroich, desde Wiesbaden (MSIa Informa)
El pasado 22 de marzo por la mañana tuvo lugar un brutal ataque terrorista en el aeropuerto Zaventem, de Bruselas, Bélgica, seguido, una hora después, por un ataque suicida con bombas ocurrido en una de las estaciones más concurridas del metro de Bruselas, la de Maelbeek, a unos 300 metros de la sede la Unión Europea.
Murieron 35 personas y más de 300 resultaron heridas. El ataque terrorista ocurrió cuatro días después de la detención del terrorista belga Salah Abdeslam, buscado por las policías francés y belga desde los ataques terroristas de París del 13 de noviembre de 2015.
Horas después de los ataques, el EI se atribuyó la responsabilidad y anunció nuevas “cruzadas” que se llevarían a cabo en las capitales europeas. Varios expertos en seguridad entrevistados por la revista Der Spiegel (No. 13) y Die Welt am Sonntag (26to) indican el nuevo “modus operandi” del EI. Los expertos creen que se ha iniciado una fase distinta del terrorismo, luego de que el EI sufriese derrotas enormes en Siria y en Irak.
Se presume que el EI ha entrenado a miles de terroristas que han llegado de Occidente para unirse al EI, en los campos de entrenamiento de Siria e Irak, para instruirlos en tácticas de comandos. En los dos últimos años han estado construyendo sistemáticamente “células dormidas” e infraestructura terrorista que ahora está en su momento de mayor fuerza.
Der Spiegel menciona lo dicho por el presidente de la Bundeskriminalamt (BKA, Departamento Federal contra la Delincuencia), Holger Münch, quien señaló que el “EI está bajo presión y necesita actos espectaculares para llamar la atención y demostrar fuerza.” El EI ha perdido en Irak 40 por ciento de su territorio, en Siria 20 por ciento. Más de 10 000 militantes han muerto, según la información del Pentágono. El 24 de marzo murió, al parecer, el vicepresidente y jefe financiero del EI al lado de otros terroristas de alta jerarquía. Ese mismo día se inició una ofensiva contra el EI en la ciudad iraquí de Mosul, en la que participaron muchos combatientes Peshmerga, en tanto que el Ejército Sirio fue capaz de recapturar la antigua ciudad siria de Palmira de manos del EI.
Lo sorprendente es que la mayoría de los terroristas que intervinieron tanto en los ataques terroristas de París como en los de Bruselas son ciudadanos franceses y belgas emigrados. La mayor parte de la planeación de meses de los ataques se realizó ante los ojos de las autoridades Belgas en el suburbio pobre de Molenbeek, Bruselas, que cuenta con 100 000 habitantes, la mayoría de ellos emigrantes. Se informa además que muchos terroristas franceses y belgas, “equipados” con pasaportes sirios falsos, han ingresado a Europa ocultos entre los refugiados. Los servicios secretos alemanes, según parece, no tenían ninguna pista de esto. (El jefe del Servicio Federal de Información BND, Gerhard Schindler, negó lo anterior en septiembre pasado, mientras que otros integrantes del BND advirtieron de riegos potenciales de terrorismo vinculado a los refugiados.)
NUEVA GENERACIÓN Y MODUS OPERANDI
Todo indica que se trata de un tipo nuevo de terroristas, diferentes a Al-Qaeda y a Osama Bin Laden. La mayoría de los terroristas tienen un registro criminal y han estado en conflicto con la ley. Esto fue lo que sucedió con los hermanos El Bakraoui (Bruselas) quienes ya se habían estado ante los tribunales en varias ocasiones, mismos que los pusieron en prisión también varias veces. Es todavía más peculiar el hecho de que, como fue anunciado por el Ministerio de Justicia de Holanda, las autoridades holandesas habían advertido a las autoridades belgas de los El Bakraoui y de su peligroso potencial: las autoridades belgas rechazaron esta información.
La policía turca, por su parte, hace un año detuvo a los hermanos El Bakraoui e informaron a las autoridades belgas al respecto. Sorprende todavía más que 500 militantes de Bélgica se unieran a lo largo de dos años al EI en Siria e Irak, la cantidad más grande de militantes europeos, y sorprende por las dimensiones del Estado belga, con sus 30 000 kilómetros cuadrados, tan grande apenas como el estado alemán de Brandenburgo.
El Estado belga fue creado en 1830, y está formado por diferentes etnias; Flandes, de habla flamenca; una parte francófona, Wallonia y; Bélgica oriental, donde 76 000 personas hablan alemán. El país se caracteriza por una inmensa brecha entre ricos y pobres. Debido a sus etnias, el aparato estatal está dividido con competencias ampliamente distribuidas. Además, sus reactores nucleares no están debidamente protegidos; un ejemplo es el reactor de Thiange, el cual tuvo que cerrarse hace algún tiempo por presentar fallas técnicas. Las autoridades belgas temen que sus instalaciones atómicas se conviertan en un blanco de los terroristas, que podrían robar el material nuclear para fabricar las llamadas “bombas sucias.”
AMARGA RIÑA ENTRE LAS ÉLITES POLÍTICAS
Se está librando en la actualidad un intenso debate sobre el por qué los servicios de seguridad europeos han sido tan “ciegos” ante las amenazas inminentes y sobre si una cooperación más estrecha entre la policía europea y los servicios de espionaje hubiera evitado las atrocidades cometidas recientemente.
El conocido economista francés Jacques Sapir (del Centre d’etudes des modes d’industrializatión) en un artículo publicado hace algunos días en la “Valdai Newsletter” de Rusia hace la crítica observación de que la “cultura del compromiso” que es la forma, evidentemente, en la que los políticos belgas están manejando en asunto “musulmán,” refleja un hecho muy profundo: “La clase política belga ya no concibe lo que constituye un ‘país’.” Sapir califica el funcionamiento del gobierno belga de una “mezcla curiosa entre “sobreestimación” de la amenaza cuando cerraron Bruselas por varios días en noviembre, luego de los ataques terroristas de París y “subestimación.” Dijo que la “lógica de la clase política belga es el compromiso con los musulmanes radicales… la élite belga prefiere hacer compromisos… prefiere perder las delicias de la Unión Europea antes que enfrentarse con los verdaderos y difíciles problemas que constituye la nación belga real.”
Si se hace la comparación entre Francia y Bélgica, subraya Sapir: “El hecho de que Francia sea todavía una nación, por más débil que lo sea, explica la diferencia de las reacciones ante los ataques con bombas.” Recalca que los ataques terroristas no tienen nada que ver con el problema de los refugiados (…) “Es claro que las células terroristas fueron y son por mucho el producto de la radicalización que es propia de las sociedades francesa y belga. En un sentido, esta radicalización nos dice más de las sociedades de Francia y de Bélgica que sobre el Islam.”
Y sigue escribiendo: “Lo esencial es está perdida de sentido, particularmente de la marca de lo que constituye una nación. Desde este punto de vista, la radicalización nos enseña más sobre la desintegración de los estados engendrada por los mecanismos de la Unión Europea. El hecho de que algunos de los terroristas fueran capaces de regresar del Medio Oriente a Europa aprovechando el desorden creado por el movimiento de refugiados, no significa una relación causal entre el problema de los refugiados y el problema del terrorismo. Sin embargo, el problema de la aceptación de los refugiados está determinado ahora por la reacción de varios países a esos ataques terroristas. Es evidente que esos ataque provocan un retroceso en el problema de los refugiados.”