El acuerdo comercial entre Estados Unidos y México, en el marco de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), es peor que el anterior, pero es mejor que no tener nada. Los canadienses no tienen más remedio que morderse la lengua. Ellos tienen más que perder, dijo ayer la revista The Economist.
Para México, indicó la revista británica, la incertidumbre se encuentra llegando a su fin, para alivio de los inversores y el Gobierno por igual. “Tampoco las concesiones otorgadas por sus negociadores se ven tan mal en comparación con las extravagantes demandas con las que comenzó (Donald) Trump. Fue esta lógica la que rige la etapa final de las conversaciones entre los Estados Unidos y México”, señala el artículo “Limitar el daño de Donald”.
El medio especializado en negocios resalta que “el Presidente Enrique Peña Nieto estaba desesperado por un último logro en su mandato infeliz. Su sucesor, Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista, está igualmente interesado en tomar posesión de su cargo, el 1 de diciembre, con un borrón y cuenta nueva, para que pueda implementar una ambiciosa agenda nacional”.
Sin embargo, añade la revista, “la prisa de México por llegar a un acuerdo prácticamente debilitó su posición en la mesa de negociaciones y contribuyó al aislamiento de Canadá. A principios de este verano, México abandonó su aversión previa a las conversaciones bilaterales con Estados Unidos y se sentó a discutir las normas sobre automóviles y otros asuntos. Prometió evitar temas que le importaban profundamente a Canadá. No lo hizo, y cedió más terreno del que Canadá había planeado”.
The Economist señala que Canadá puede vivir con mucho de lo que los Estados Unidos y México acordaron, incluida la revisión de seis años y la sección sobre vehículos automotores. Pero gran parte del trato sigue en el aire. Aún no existe el texto completo. “Los mexicanos han dejado en manos de Canadá negociaciones sobre mecanismos de solución de controversias y contratación pública. Y el debilitamiento de las protecciones legales para los inversionistas acordados por México podría funcionar bien en Canadá, donde tales disposiciones son controvertidas”.