En su informe económico anual, el Banco de Liquidaciones Internacionales (BIS) de Basilea, conocido como el banco central de los bancos centrales, afirma explícitamente que “la desaceleración de la economía mundial está empeorando y se está extendiendo”. Por obvios motivos, esta evaluación no será del agrado del presidente Donald Trump, quien ha afirmado que la economía estadounidense nunca ha estado tan bien como ahora.
En realidad, en lugar de considerar solamente algunos datos estadísticos favorables, él debería prestar atención a ciertas tendencias financieras bastante preocupantes, como la de la deuda corporativa.
De hecho, no es coincidencia que algunos directores de la Reserva Federal y sus presidentes regionales, incluyendo los de New York y San Luis, hayan exigido al banco central estadounidense una reducción de las tasas de descuento.
Según el BIS, “la desaceleración económica es más fuerte de lo esperado y están creando temblores en los mercados financieros”. Identifica cuatro causas: 1) tensiones en el comercio internacional; 2) la desaceleración del crecimiento en China, mientras Pequín se concentra en la inaplazable necesidad de reducir su deuda; 3) las políticas restrictivas de “Fed”, las cuales afectan, en particular, a los países emergentes dependientes de créditos y financiamientos en dólares; 4) la contracción económica de muchos países occidentales e incluso de países emergentes.
La desaceleración es parte de algunas tendencias de largo plazo, tales como expectativas de inflación más bajas, el papel cada vez más imprevisible de las finanzas globalizadas, baja productividad del trabajo, combinada con salarios estancados desde hace tiempo y el debilitamiento del orden económico de libre mercado, con la creciente adopción de medidas proteccionistas en numerosos países.
La mayor preocupación del BIS está en el crecimiento de la deuda, particularmente en la deuda privada. La mayor vulnerabilidad está representada por el “sobrecalentamiento del sector corporativo, el de empresas, en muchas economías avanzadas”.
El mercado de préstamos apalancados, es decir, préstamos concedidos a empresas ya altamente endeudadas y de baja confiabilidad y, por ende, de alto riesgo- llegó a tres billones de dólares, valor comparable al alcanzado por los préstamos inmobiliarios subprime que desataron la crisis de 2007-08. Aumentaron los volúmenes de productos estructurados y de derivados (CLOs, obligaciones garantizadas por préstamos), de los cuales 60% están en manos estadounidenses, 30% de japoneses y l0% de europeos.
Naturalmente, la suma mencionada representa la parte evidente “en peligro”, con relación a la burbuja global de la deuda corporativa. Los Estados Unidos y la Gran Bretaña están particularmente interesados y, por si las dudas, el Banco de Inglaterra compartió recientemente las preocupaciones del BIS.
El temor es que, si la situación se deteriora, el impacto económico podría ser amplificado enormemente por el sistema bancario. Además, el BIS agrega que las deudas corporativas son mucho más preocupantes que las de los Estados soberanos.
En los últimos años, la calidad de los créditos concedidos a las empresas ha empeorado cada vez más. En los EUA, 36% de los créditos concedidos están en menor nivel de grado de inversión, contra 29% en 2000. En Europa, la situación es todavía peor, con las proporciones pasando de 14% a 36%. En lo tocante al sector específico de los títulos corporativos, la clasificación más baja, que era de 22% en Europa y 25% en los EUA, subió hasta un 45% en ambos.
Las preocupaciones mencionadas, relativas a las economías de los países emergentes, se confirman también por un estudio reciente de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), según el cual la política anterior de cero intereses de “Fed” habría inducido a una toma de préstamos desproporcional, especialmente en los sectores privados. De hecho, el porcentaje de la deuda privada sobre el total mundial pasó de 7% en 2007 hasta 26% en 2017.
En el mismo período, la deuda privada de las empresas y familias de las economías emergentes en relación al PIB pasó de 56% al 105%. Los números hablan por sí mismos.
Como es sabido, los países en cuestión son mucho muy dependientes del dólar y de su evolución cambiaria, de modo que las políticas de “Fed” determinan fuertes repercusiones. Veamos la inestabilidad de Argentina, Brasil, India, Indonesia, Turquía y África del Sur.
*MSIa Informa