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En Londres, en la celebración de sus setenta años, la Organización del Tratado del Atlántico Norte mostró las contradicciones internas, a consecuencia de permanecer en la inercia de dependiente de la estrategia hegemónica del establishment oligárquico transatlántico.
Recuérdese que dicha entidad fue creada en 1949 para movilizar abiertamente los recursos militares y estratégicos de Europa Occidental contra una posible invasión soviética. O, en las palabras de su primer secretario general, el general británico Hastings Ismay, el propósito era “mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo.”
Sin la URSS, disuelta en 1991, la OTAN no tuvo más remedio que revolcarse en busca de un nuevo enemigo existencial. Por un momento, luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el “terrorismo islámico” ocupó el puesto, pero, con su potencial movilizador casi agotado, la Rusia de Vladímir Putin se convirtió en el centro del escenario, ahora acompañada por China.
El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, dijo en la reunión de Londres: “Por primera vez evaluamos el ascenso de China -tanto las dificultades como las oportunidades que esto presenta. Y las consecuencias para nuestra seguridad. Los líderes estuvimos de acuerdo en que necesitamos abordar eso juntos, como una Alianza. Y que debemos encontrar formas de incentivar a China a participar de esquemas de control de armas (Indian Punchline, 05/12/2019).”
Las contradicciones internas, no obstante, comienzan a hacer ruido, como se observó en las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, de que la entidad padece de “muerte cerebral.” La franqueza de Macron provocó una abierta desavenencia con el estadounidense Donald Trump, quien llegó a recortar su presencia en la reunión, luego de afirmar que las declaraciones del francés fueron “muy desagradables.”
Macron no oculta la intención -compartida por ciertos sectores de las élites alemanas- de normalizar las relaciones con Rusia y de crear una estructura de defensa europea menos dependiente de Estados Unidos, propuestas de las que los altos círculos de Washington no quieren ni siquiera oír hablar.
Los desencuentros transatlánticos llegaron al punto de que el estatus oficial de la reunión de Londres se tuvo que rebajar, de reunión cumbre a una simple “reunión de líderes.”
Aún así, y sin una declaración oficial, se tomaron decisiones que indican campos de acción directamente contra Rusia y China: el espacio se considera ahora un nuevo dominio operativo de la OTAN, además del terrestre, aéreo, marítimo y cibernético (consecuencia de la mal disfrazada superioridad tecnológica rusa en armamento hipersónico).
Los miembros se comprometieron a recurrir tan sólo a sistemas “seguros y elásticos” para las redes de telecomunicaciones 5G -visiblemente como parte de la campaña estadounidense contra la empresa gigante china Huawei, líder mundial en el sector.