Hay que llamarles eurobonds no covibonds. Son, al final, los instrumentos financieros de largo plazo más importantes y virtuosos que la Unión Europea (UE) debería usar de forma responsable, y no solamente de manera ocasional, en escala apropiada para el relanzamiento y el desarrollo continuo y duradero de su sistema productivo e industrial, hoy detenido por la pandemia.
Algunos gustarían llamarlos “títulos de recuperación” porque, dicen, el término “eurobonds” asustaría a mucha gente. En realidad, si fuese así, sería una estratagema infantil para sobrepasar el obstáculo, como si sus opositores se dejaran engañar por este jueguito de palabras. En verdad, los “títulos de recuperación” podrían ocultar la idea de un programa limitado y temporal, para echarlo a un lado inmediatamente después de la recuperación económica. De cualquier modo, si fuese el camino virtuoso, seguirían siendo bienvenidos.
Después de que rigurosos parámetros de austeridad explotaran en todas partes, incluso en los países adeptos de la “línea dura”, fuimos ahogados por una montaña de centenas de miles y billones de euros y dólares, que los gobiernos y los bancos centrales afirman tener disponibles para hacer frente a la emergencia sanitaria. Muchos números y muchas palabras. Existe el riesgo de que solamente se dará a luz al proverbial ratoncito.
La UE suspende el Pacto de Estabilidad, dejando a los gobiernos la libertad de decidir qué hacer para apoyar la economía y a sus ciudadanos. Pero, a pesar de certera, la medida no es suficiente.
El futuro de la UE será medido por la capacidad de planear la recuperación y su desarrollo conjunto de una manera unificada. Es por esto que debe elaborarse un detallado programa de inversiones y proyectarlo de una forma extendida para todas las regiones de Europa. Su valorización y desarrollo no debe centrarse solamente en intereses locales o nacionales, sino al interés general de todo el continente.
Después de la creación del euro, la política de desarrollo industrial y tecnológico y la creación de nuevos puestos de trabajo calificados constituyen el principal elemento para la formación de un verdadero Estado federal europeo, es decir, para la realización de la tan esperada evolución de la UE. Por otro lado es bien conocido que, posterior a la unión monetaria, el mercado único y la unión bancaria, es casi natural, así como necesario, implementar una defensa común, un sistema fiscal único y, ciertamente, también un sistema industrial y de empleo único.
Este proyecto de relanzamiento de la economía europea, en todos sus componentes, exige objetivamente la emisión de títulos europeos, títulos públicos a largo plazo (eurobonds), eventualmente con rendimientos moderados, seguros, fijos y garantizados por la UE –por tanto, de forma conjunta y solidaria para todos los estados miembros del bloque.
Sería igualmente adecuado contemplar una exención fiscal total o parcial para ellos. De este modo, después de una suscripción inicial cubierta por el presupuesto de la UE y también por las compras del Banco Central Europeo (BCE), estos títulos serían activos seguros con atractivo en el mercado para los grandes inversionistas institucionales a largo plazo, europeos y de fuera del bloque.
Así, serían atractivos no solamente para aseguradoras y fondos de pensiones, sino también para ahorradores particulares y familiares.
Desde hace décadas se habla de los “eurobonds” como la espina dorsal financiera de la UE. Lo primero es lanzar la propuesta de Jacques Delors, residente de la Comisión Europea en 1994. Esta idea fue retomada por Romano Prodi y, más tarde, pasó a ser promovida por el ministro italiano de Hacienda Giuli Tremonti, junto con el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Lamentablemente, en la crisis financiera global de 2008, en vez de empujar a Europa hacia una política económica común, sobresalieron los egoísmos nacionales y la ideología del “rigor” y de la austeridad, impuesta después a los países más débiles y más endeudados. Y los “eurobonds” terminaron por quedar en el olvido.
Hoy, a nombre de la claridad y de la paz espiritual de esas fuerzas políticas “austeras, pero poco solidarias”, es necesario saber que los títulos europeos no “socializan” las deudas existentes de cada Estado miembro. Por ende, los Estados proclamados “virtuosos” no estarían dando su garantía sobre las deudas anteriores de otros países. Es claro que los “eurobonds” no son transferencias de dinero de un país hacia otro. Son, al contrario, el mecanismo de realización natural de la moneda única. Serán instrumentos de financiamiento específico solamente para inversiones en infraestructura, nuevas tecnologías, modernización industrial, investigación, educación, salud y otros sectores productivos en toda Europa.
La palabra “solidaridad”, que debería caracterizar a los hombres y los Estados, se utiliza muchas veces de manera errónea como si fuese una ayuda desinteresada hacia los indigentes. Sin embargo, con los “eurobonds”, lo que se quiere es expresar el deseo de un desarrollo conjunto, en un momento en que toda la sociedad europea es “atacada” por un enemigo externo, un letal coronavirus que no hace ninguna distinción en sus objetivos.
La emisiónde títulos europeos puede confiarse a un vehículo ya existente y en funcionamiento como el Banco de Inversiones (EIB). Con ellos, Europa daría un gran paso adelante en el camino previsto por sus Padres Fundadores. Su no adopción, por tanto, no sería una pérdida para Italia, sino para toda Europa, además de un serio golpe en su credibilidad y en la visión de conjunto como bloque y en su propia existencia.
*MSIa Informa