Uno de los mayores escritores israelíes. Eso era Amos Oz, y mucho más. Lo seguirá siendo, pese a que hace minutos se conoció la noticia: a los 79 años de edad, murió, según informó The Jerusalem Post. Estaba casado y tenía tres hijos. Y un sinfín de libros traducidos a decenas de idiomas y leídos en todas partes del mundo.
Nació el 4 de mayo de 1939 en Jerusalén. Sus padres —una familia de emigrantes rusos y polacos— huyeron en 1917 de Odesa a Vilna, y de allí al Mandato Británico de Palestina en 1933. Su madre se suicidó cuando él tenía 12 años).
En 1954, Oz entró en el kibutz Julda. Desde entonces se le conoce por su nombre actual, y no por el de nacimiento: Amos Klausner. Estudió Literatura y Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y en la Universidad de Oxford. Participó en Guerra de Yom Kipur y en la Guerra de los Seis Días. En los setenta fundó el movimiento pacifista Shalom Ajshav (Paz Ahora).
ESCRIBIÓ ENSAYOS, NOVELAS, CUENTOS Y POESÍA
Entre sus libros se destacan Tocar el agua, tocar el viento (1973), Conocer a una mujer (1989), Fima (1991), Una pantera en el sótano (1995) y Una historia de amor y oscuridad (2003). Sus textos exploran los conflictos y las angustias de la sociedad israelí contemporánea.
Ejerció durante años como profesor de Literatura en la Universidad Ben-Gurión de Beer Sheba. En 1991 fue declarado miembro de la Academia del Idioma Hebreo. Ganó muchísimos premios: el Premio Israel de Literatura (1988); el Premio Goethe de Literatura (2005) por su libro autobiográfico Una historia de amor y oscuridad; Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2007); y fue candidato varios años consecutivos al Premio Nobel de Literatura.
Considerado uno de los intelectuales más eminentes de la izquierda israelí, participaba del partido social demócrata pacifista Meretz y condenó algunas operaciones de las Fuerzas de Defensa Israelíes durante el Conflicto de la Franja de Gaza de 2008-2009 y las llamó crímenes de guerra. Creía en la necesidad de crear un Estado Palestino independiente para que ambos Estados estén en paz.
Una de las últimas entrevistas que dio fue en mayo de este año al medio español El País. “El fanatismo conduce a la violencia”, dijo, en su casa de Tel Aviv. Y concluyó: “Sonreír de tiempo en tiempo, incluso reírse de uno mismo. No he visto nunca un fanático con sentido del humor.”