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Con el sorpresivo movimiento de unos 25 militares en Venezuela, en apoyo a Juan Guaidó, quedaron dos hechos al descubierto: la fragilidad de una Fuerza Armada Nacional Bolivariana que no está unida, que la tomó de sorpresa la acción, de tal manera que quedó en shock causando una muy tardía reacción del Alto Mando Militar.
Y lo otro es que dejó en evidencia la lealtad de la más inaudita figura que se podría alinear con fuerzas opositoras, la del jefe de la inteligencia política, SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia), cargo que recae en personas de la más absoluta confianza del jefe de Gobierno.
Aunque lo sucedido no fue un golpe de Estado, ni siquiera una intentona militar, sí logró la rebeldía de dos docenas de militares activos, uniformados y armados, que se colocaron al servicio del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, a quienes reconocen como presidente encargado y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Mucho peso tuvo el acto efectista de ver a Leopoldo López, líder de Voluntad Popular, en libertad, presentándose junto a sus custodios, gracias a las acciones del general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, director del SEBIN, quien habría sido determinante para que abandonara su casa donde cumplía arresto domiciliario.
Ese grupo de oficiales fueron acogidos en calidad de asilo en la embajada de Brasil, luego de haber cumplido con su objetivo. Observemos que los militares no se pronunciaron desde ninguna base militar ni sometieron a oficiales que estaban al mando de algún cuartel. No hubo pronunciamiento de líder militar alguno. Guaidó no se pronuncia junto a un grupo de militares porque, aunque estaban los uniformados detrás suyo, él se dirige al país solo, incluso separado de Leopoldo López, quien se mantuvo a unos metros de distancia.
Fue evidente que en la Fuerza Armada no existe apoyo masivo ni a favor de Nicolás Maduro ni al gobierno de turno. Lo demuestra la escasísima respuesta militar que hubo para sofocar al grupo de militares, que cuando amanecía se encontraban casi solos con Juan Guaidó y Leopoldo López en las inmediaciones de la Base Aérea La Carlota. Pero tampoco hubo el apoyo de otros militares a favor del joven y osado presidente de la Asamblea Nacional.
Lo sorprendente para opositores y aliados al Gobierno es que tampoco ocurrió la lógica reacción que debió haber por parte de la Fuerza Armada ante la magnitud de un hecho que pudo significar el derrocamiento de Nicolás Maduro y que el Ministro de la Defensa calificó de Golpe de Estado.
Lo otro relevante es que la FANB no salió a reprimir las manifestaciones en la proporción que hubiese deseado el poder ejecutivo. Por ello hubo una gran descoordinación en el plan a seguir, hubo sorpresa en los intentos y las estrategias del Gobierno de Maduro con relación a los militares inconformes o molestos con la FANB.
El nombramiento nuevamente del general Gustavo González López, en la dirección del SEBIN, no significa fortaleza para Nicolás Maduro, significa triunfo de poder para Diosdado Cabello porque González López está al servicio incondicional del presidente de la Asamblea Constituyente, significando un retroceso en las estrategias que había venido desarrollando Nicolás Maduro para enfrentar a Diosdado Cabello internamente y para restarle poder.
Además, el presidente de la ANC logró hace meses arrebatarle a Diosdado Cabello el control de la Inteligencia política, igual que lo hizo con el control de la cárcel militar de Ramo Verde. Pero hay que reconocer que fue Cabello el que más rápido reaccionó, aunque lo hizo horas después. Mientras el Alto Mando Militar no se pronunciaba, el ministro Padrino López apenas publicó tres tuits y Nicolás Maduro no aparecía por ningún lado, salió Cabello a través de la señal del canal del Estado en un mensaje donde no le hacía el llamado a la FANB, sino a la milicia y a los afectos al chavismo.
No hubo por parte de fuerzas aliadas al Gobierno ninguna reacción, más allá de unas bombas lacrimógenas, durante las horas vitales para someter y controlar al grupo de militares que estaban en plena vía pública en las inmediaciones de la Base Aérea Militar La Carlota. El tiempo fue el gran aliado de Juan Guaidó y su estrategia porque le permitió protegerse de miles de personas que empezaron a llegar al lugar y a salir de todas las zonas de Caracas.
Que al final del día los 25 militares terminaran en la embajada de Brasil, que Leopoldo López y su familia lo hicieran en la embajada de España y que quienes salieron a las calles regresaran a sus casas, no es una derrota, como insistió Cabello en decir: «¡Que viva la Patria carajo! Los traidores a la Patria nuevamente fueron derrotados, nuestro Pueblo glorioso dando lecciones de dignidad, pase lo que pase y en cualquier circunstancia. ¡Nosotros Venceremos!».
Y si alguien sabe que lo ocurrido en Caracas trae consecuencias definitivas es Diosdado que conoce muy bien a la Fuerza Armada y que, a pesar de sus desesperados llamados para que la estructuras miliciana y los colectivos se concentraran en Miraflores, no logró más que un grupo de personas acatara su solicitud.
Fue una larga noche para la oposición y para los líderes del Gobierno y de la Fuerza Armada. Hoy la jornada es la de mayor incertidumbre para quienes se disponen a marchar.
Los señalamientos de dos de los funcionarios de la Administración Trump dejaron una estela de duda sobre los tres hombres de mayor confianza de Maduro: el ministro Padrino López, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia Maikel Moreno y del jefe de la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM) y también jefe de la Casa Militar general Iván Hernández Dala.
Padrino López es el oficial con mayor liderazgo dentro de la institución armada, no hay en el escenario del ejército fundamentalmente otro con su ascendencia y relación con sus subalternos, lo cual le ha permitido permanecer durante casi cinco años en el cargo y en la FANB.
La imagen del titular castrense lució desdibujada en la reacción que tuvo ante el movimiento militar de Guaidó, pero lució más desafinada con el discurso cargado de lugares comunes en la política y alejado de la formalidad que debe tener la respuesta de un jefe militar ante un hecho de insubordinación y rebelión como el sucedido.
No tuvo la Fuerza Armada su mejor día con el arranque de la fase final de la Operación Libertad, como la llamó Juan Guaidó.