¿A quién beneficia el crimen?

 

Mouris Salloum George*

La impunidad es la madre de la economía criminal.

 

En el santuario de la corrupción (USA), el sociólogo Edwin H. Sutherland encontró en las clases altas a los intocables que se enmascaran, desfalcan bancos y empresas, lavan dinero y conspiran para generar crisis nacionales e internacionales.

 

La Nueva Sociología argentina se ha ocupado del delito de cuello blanco e identifica a sus autores como perpetradores de crisis de Estado en las que, a río revuelto, perpetúan sus intereses y multiplican sus ganancias.

 

Inmersos en la globalidad, los mexicanos económica y políticamente poderosos no escapan a esas tipologías: Empresarios, hombres de gobierno, dirigentes de partido y agentes de la Judicatura, constituidos unos y coludidos otros con los poderes fácticos, bailan un jarabe sobre la línea roja que marca los límites de la legitimidad.

 

Para ellos -que no tienen más fin que atesorar dinero- no hay regla democrática que valga: En la ingobernabilidad hallan terreno fértil para el medro inmoral y la extensión de la dominación social.

 

Si a la corrupción se le ha ofrecido amnistía, el bellaco sabe que la Patente de Corso es fútil franquicia expuesta siempre a la presión social.

 

De eso se trata: En la paz, la contraloría social puede ser contraveneno. En la anarquía, no hay juez capaz de ejecutar la ley.

 

En esas arenas movedizas arranca la cuarta transformación. Contra ésta suenan los tambores de guerra.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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