Mouris Salloum George*
Ha aparecido en vivo, en directo y a todo color Marcelo Ebrard Casaubón. Es presentado como seguro responsable de la conducción de la política exterior del próximo gobierno.
El ex priista fue compañero de aventuras políticas de Manuel Camacho Solís (+), quien tuvo una aciaga y efímera estancia en la Secretaría de Relaciones Exteriores a finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
No es casual ni gratuito citar el nombre de Camacho Solís. Candidato presidencial por el Partido del Centro Democrático para 2000, con otros aspirantes fue llamado por los intereses petroleros tejanos a contestar si estaría dispuesto a abrir la industria rectora de la economía mexicana a la inversión privada.
Pemex no cambiará su estatuto constitucional, respondió el ex regente del Distrito Federal.
Potencial conflictividad con las trasnacionales del petróleo
No se trata de una mera anécdota: Con la Reforma Energética y el retorno de las trasnacionales del petróleo -cuyos bienes fueron expropiados en 1938- al dominio del sector petrolero en México, es previsible en el próximo sexenio un nuevo periodo de conflictividad internacional, sobre todo si los contratos dados a la inversión extranjera por el actual gobierno son sometidos a auditorías.
Lo que de la presentación de Ebrard amerita destacarse, es que en sus planteamientos y respuestas a los periodistas, puso particular acento, por obvias razones, en las relaciones bilaterales con los Estados Unidos y la administración de Donald Trump.
Tiene que subrayarse esa cuestión, habida cuenta que en los últimos cinco sexenios la gestión diplomática de México se ha movido a la defensiva, un tanto atemperada por los gobiernos del Partido Demócrata, y definitivamente ultrajante durante los mandatos de gobiernos republicanos. Como el actual.
No es que la diplomacia mexicana haya pasado por mejores tiempos en otras épocas pero, después de la política del buen vecinoadoptada por el presidente Franklin D, Roosevelt, desde la administración de Ronald Reagan la humillación a México se condensa en el despectivo patio trasero.
La dignidad soberana dio a México liderazgo continental
En los tiempos de crisis bilateral, México no actuó solo. En mérito de su dignidad soberana, los gobiernos latinoamericanos lo dotaron de un liderazgo regional seguros de que, por encima de sus intereses particulares, habló siempre en defensa de la comunidad desde el rio Bravo hasta La Patagonia.
Desde 2000, la Presidencia mexicana se colocó de espaldas de los hermanos del sur y se prestó, como peón de brega, a todas las iniciativas de Washington para dinamitar todo esfuerzo de integración del subcontinente.
Las tensiones bilaterales generadas por la revisión del Tratado de Libre y Comercio de América del Norte, la política arancelaria y la implacable persecución de los emigrantes mexicanos, hacen impostergable un nuevo frente común.
Está visto que, hasta ahora, México no ha podido solo contra la depredadora ofensiva de la Casa Blanca. Es hora de volver los ojos al sur, hasta por mera defensa propia. Si lo es colectiva, en una de esas, hasta amansan al tigre de papel. ¡Digo!
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.