Economía de Brasil se hunde en el pantano del estancamiento

 

 Geraldo Luís Lino en MSIA Informa

El IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) anunció que el desempleo formal en el país, en el primer trimestre del año, fue de 13.1%, representando un universo de 13.7 millones de personas. En el último trimestre de 2017, el índice fue de 11.8%, marcando un aumento de 1.4 millones de personas en el contingente de desempleados.

 

Además, según el Catastro General de Empleados y Desempleados (Caged) del Ministerio del Trabajo, las únicas zonas de remuneración en que las contrataciones superan a los despidos fueron las de empleos formales de hasta dos salarios mínimos. En las regiones Norte y Nordeste, la situación es todavía peor, pues el saldo positivo de empleos nuevos quedó por debajo de la franja de hasta un salario mínimo.

 

En el comercio, no hay registro de crecimiento mensual desde noviembre de 2017, por lo cual la Confederación Nacional de Comercio de Bienes, Servicios y Turismo (CNC) tuvo que reducir en 0.2% la expectativa de crecimiento del sector en 2018, ubicándolo en 5%. Según la entidad, los datos indican una “mayor dificultad de consumo en los últimos meses” (Agencia Brasil, 13 de abril de 2018).

 

ELEVADO DESEMPLEO

Un boletín del IEDI (Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial) observa: “El elevado desempleo sigue comprometiendo la recuperación económica y la lentitud con que viene declinando es parte del dinamismo extremadamente bajo que caracteriza el actual momento de la economía brasileña. Los datos de enero y febrero ya muestran que la mejoría de todos los sectores, incluyendo la industria, perdió fuerza en 2018 y la evaluación de los empresarios para los meses de marzo y de abril, no son muy favorables” (IEDI, 27 de abril de 2018).

 

Además de esto, las inversiones públicas tocaron fondo en 2017, con todos los entes federales invirtiendo solamente el equivalente al 1.17% del PIB (Producto Interno Bruto), el nivel más bajo en medio siglo. Tales valores no cubren ni siquiera la depreciación de los activos públicos, lo cual, en verdad, implica una “desinversión” del orden de 36 500 millones de reales, especialmente en la infraestructura física, pues los gastos son insuficientes hasta para mantener los existente (O Estado de S. Paulo, 27 de abril de 2018).

 

Diversos estudios indican que el país necesita invertir por lo menos 5% del PIB en infraestructura –sin lo cual ninguna recuperación económica sustentable será posible a largo plazo.

 

Por otro lado, mientras la economía real se hunde en el pantano del estancamiento, la borrachera rentista sigue sin freno, y los bancos manteniendo sus ganancias récord. El Santander anunció un aumento del 10.7% en sus ganancias del primer trimestre, elevando hasta 27% la participación de su filial brasileña en las ganancias mundiales del banco (contra el 18% de la matriz española y 13% del Reino Unido). En el mismo período, el banco Bradesco registró una alza del 9.8% (Jornal do Brasil, 25,26 y 27 de abril de 2018).

 

AGIOTISMO Y DEUDA PÚBLICA

El agiotismo se mantiene con la deuda pública, la “inversión” más rentable del país (excepto, tal vez, los programas de la salud privada). La Deuda Líquida Consolidada del Sector Público saltó del 39.2% del PIB en mayo de 2016, a 52% en febrero de este año, una alza del 32.6% en 21 meses (Monitor Mercantil, 28 de abril de 2018).

 

Ante este cuadro, vale registrar el aguerrido editorial del periódico Jornal de Brasil del 16 de abril, titulado, “Santander, la expoliación consentida”. Aunque el duro ataque, se refiere al mega-banco español, la condena al rentismo puede generalizarse. “En ninguna economía del mundo, país alguno puede vivir sin la actividad bancaria. En absoluto. Pero solamente Brasil no posee bancos; aquí tenemos, sí, agiotistas legalizados”, dice.

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