¿Mercado mata Estado?

 

Mouris Salloum George*

La instantaneidad de la conversación pública -expuesta a la acción anarquizante de las redes sociales- está generando falsos debates sobre cuestiones nacionales que parecían ya resueltas por la Constitución, a pesar del heroico esfuerzo de la tecnocracia neoliberal para darla por prescindible en la acción de gobierno.

 

Para efecto de este tema tenemos, sólo en el Titulo primero/Capítulo I de la Carta fundamental, cuatro artículos que no dejan duda en lo referente a la rectoría del Estado en la economía.

 

Hablamos de los artículos del 25 al 28, conocidos coloquialmente como capítulo económico.

 

Artículo 25) Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional. Artículo 26) El Estado organizará un sistema de planeación democrática…

 

Artículo 27) La propiedad de las tierras y aguas corresponde originariamente a la Nación. La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público. El Estado promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral.

 

Artículo 28) En México quedan prohibidos los monopolios y las prácticas monopólicas. El Estado contará con los organismos y empresas que requiera para el eficaz manejo de las áreas estratégicas a su cargo y en las actividades de carácter prioritario.

 

¿Qué parte de esos extractos constitucionales, escritos en español, no entienden los que ahora pretenden implantar una dicotomía en el ejercicio de facultades y derechos en materia de conducción económica?

 

Imperativo: No rendir a México al Derecho Corporativo Global

En estricto rigor, esos mandatos han sido históricamente el soporte de la Economía mixta desde que el Estado Liberal desamortizó los bienes del clero católico a mitad del siglo XIX.

 

El Constituyente del 17 confirmó esa tendencia y el Constituyente Permanente la ha validado incluso a contrapelo del reciente fáctico Pacto por México.

 

El Presidente de la República acaba de protestar guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanan.

 

Los detractores de la cuarta transformación parecen no darse por enterados de ese juramento. Creen pie juntillas que el Estado mexicano deber entregarse incondicionalmente al nuevo y fáctico Derecho Corporativo Global.

 

Aquí entra la conseja popular aquella que establece que no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre.

 

La abdicación al poder es una autoderrrota

A Enrique Peña Nieto se le acusó apenas hace un mes de abdicar a la obligación de gobernar. Por supuesto, no lo hizo y hasta el 30 de noviembre todavía ejerció sus facultades en el acto en que se firmó el denominado T-MEC.

 

En física, no existen los vacíos. La ley de gravedad siempre los llena. En Política sucede lo mismo: Si no se ponen oportunamente los puntos sobre las jotas, los agentes del mercado de veras se la creerán y pretenderán poner de rodillas al Poder Constitucional. Es hora de aclarar paradas.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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