Pacto de Leticia por la Amazonia, reafirma soberanía y desarrollo

 

El último 6 de septiembre, en la ciudad de Leticia, Colombia, los presidentes y representantes de Bolivia, Perú, Ecuador, Guyana, Surinam, Colombia y Brasil realizaron de forma inesperada una reunión cumbre para ratificar la soberanía de esas naciones sobre la región amazónica. Así respondieron al Presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien, semanas antes, puso en duda la soberanía de la controvertida región, so pretexto de los incendios y la deforestación en la selva amazónica.

 

Sin gran diplomacia de por medio, por primera vez en muchos años los jefes de Estado de los países amazónicos se reunieron de manera autónoma, para deliberar la problemática. No haría falta decir que Francia, el único país europeo con presencia en la Amazonia (vía la Guayana francesa) no fue invitada, al igual que Venezuela.

 

El tono general del encuentro, convocado por el Presidente de Colombia, Iván Duque, fue contrario a la maniobra geopolítica que demanda la internacionalización de la cuenca del Amazonas. El documento firmado,” El Pacto de Leticia por la Amazonia”, ratificó la soberanía de los países y su territorio, así como la necesidad del desarrollo económico destinado a beneficiar a los 35 millones de habitantes asentados en el área, de los cuales 25 millones se encuentran en la amazonia brasileña.

 

El documento de Leticia resalta “los derechos soberanos de los países de la región Amazónica sobre sus territorios y sus recursos naturales, incluyendo el desarrollo y el uso sostenible de esos recursos, conforme es reconocido por el derecho internacional”

 

“Alentando a la comunidad internacional a cooperar por la conservación y el desarrollo sostenible de la Amazonia, sobre la base del respeto a sus respectivas soberanías, prioridades e intereses nacionales, decidimos suscribir el presente documento”

 

El documento también subraya la necesidad de acelerar la cooperación regional e internacional para los necesarios cuidados ambientales específicos de la Amazonia, así como para el desarrollo económico.

 

Lo anterior puede representar el germen de una integración “Pan Amazónica” basada en proyectos multinacionales de infraestructura.

 

Al poner el dedo en la soberanía sobre la Amazonia, en particular la de Brasil, Macron reanudó los pasos de su antecesor Francois Miterrand (1981-1995), quien, siguiendo el rastro del Nuevo Orden Mundial decretado por el presidente George H.W Bush (1989-1993), no tuvo empacho en alardear con el inaceptable concepto de la “soberanía limitada” a la que estaban destinadas las regiones ricas en recursos naturales.

 

Para dominar tales zonas, obstaculizando su desarrollo económico, el Nuevo Orden recurrió a métodos de guerra irregular; la movilización una poderosa red internacional de ONG ambientalistas e indigenistas, que, en el caso de Brasil, disfrutaron de tres décadas para imponer los dogmas ecologistas del calentamiento global, y otros, en la determinación de las políticas sectoriales. Huelga decir que una entidad regional como la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), creada en 1978, es decir, antes de esas maquinaciones, fue reducida a su mínima expresión.

 

Por eso, este armatoste internacional ha reaccionado con tanta furia ante la nueva política ambiental del gobierno del presidente Jair Bolsonaro de Brasil, que ha tomado medidas para desbaratar su influencia espuria, inclusive cuestionando acuerdos internacionales como el polémico Fondo Amazonia, predominantemente financiado por los gobiernos de Noruega y Alemania, y que destinaba abultados recursos para las ONG seleccionadas.

 

Golpe a la supranacionalidad

Como era de esperarse, la reunión de Leticia desató una ola de alaridos ambientalistas. En Colombia, días antes de la cumbre, connotados voceros del ambientalismo radical alzaron la voz en los medios periodísticos donde tienen cabida para criticar la reunión, con el argumento de que la Presidencia pretende ignorar las propuestas de los actuales foros internacionales dedicados al medio ambiente.

 

En particular se destacó un artículo publicado el 26 de agosto en el periódico El Espectador titulado “Duque propone pacto para proteger el bioma amazónico que existe desde los setenta”, en referencia a la OTCA.

 

El texto obligó a la cancillería a manifestarse en un comunicado para enfatizar que la propuesta de Duque:

“reviste un carácter político y no va en contravía de las capacidades que hayan sido construidas en el marco de la institucionalidad de la OTCA. Se trata de un llamado a la acción de forma urgente, efectiva e inmediata, con base en los instrumentos existentes, como el Tratado de Cooperación Amazónica y los gabinetes binacionales con Perú, Brasil y Ecuador. Con esta propuesta se busca trazar una meta común para actuar articuladamente, potenciando el uso de estos instrumentos y cooperando para innovar con nuevas aproximaciones acordes a la actualidad”.

 

Sin embargo, el centro de las protestas es el hecho de que la fuerte estructura de promoción del ambientalismo-indigenismo presiente cambios desfavorables a su programa en la región. Por ejemplo, es un hecho que el proyecto denominado Corredor Triple AAA, sufrió un golpe mortal. El artículo de El Espectador citado arriba, observa:

“(Existen) Otras iniciativas que se propusieron en el pasado para proteger la Amazonia, pero que finalmente no se ejecutaron. Entre ellas está la puesta en marcha del Corredor Triple A, mejor conocido como el «Corredor de la Anaconda», una propuesta impulsada principalmente por el presidente de la Fundación Gaia Amazonas, Martin von Hildebrand, y que pretendía crear un área protegida de 200 millones de hectáreas de la Amazonia para mantener la conexión natural y cultural entre el océano Atlántico, la región de la Amazonia y los Andes”.

 

Y agrega: “Una idea que a muchos sectores les pareció inviable, pero que, si algún día se materializara, sería el corredor socioecológico más grande del mundo y protegería un tercio de todo el territorio amazónico. El corredor cruzaría ocho países sudamericanos e involucraría a 385 comunidades indígenas y 30 millones de personas en Venezuela, Perú, Guyana, Guyana Francesa, Surinam, Colombia, Ecuador y Brasil”.

 

El gigantesco proyecto emblema del significado de la soberanía limitada en la Amazonia, fue patrocinado, efectivamente, en el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. En Brasil, fue recibido con severas restricciones, tanto de las Fuerzas Armadas como de instancias políticas significativas, lo que lo condenó a un fin prematuro.

 

Además, otra manifestación airada del cabildo ambientalista fue publicado en Amazon Watch. En un comunicado de prensa de circulación inmediata, emitido el mismo día de la reunión, el 6 de septiembre, responde al Pacto de Leticia afirmando que los puntos acordados no aseguran combatir la destrucción ambiental de la Amazonia, y sí, en cambio, abren el camino para el infortunio del desarrollo:

“(…) El texto del Pacto deja más interrogantes y preocupaciones, que tranquilidad al mundo acerca de la protección de la Amazonia.

 

Un asunto clave en el texto es su descripción de las causas de la degradación y la deforestación de la selva: el texto no menciona de hecho alguna causa específica y solo hace referencias vagas a un posible vínculo entre la deforestación de la Amazonia y los cambios climáticos. Esto es un problema, tanto porque la investigación científica amplia ha demostrado los serios impactos climáticos en la deforestación de la selva tropical, y porque las causas directas de la deforestación y de la degradación de la Amazonia son ampliamente conocidas, son las actividades industriales, el agronegocio y la minería.

 

“Además, las menciones frecuentes del pacto al “valor” de los árboles y de la biodiversidad de la Amazonia, y al “desarrollo” de sus recursos naturales, parecen indicar que los signatarios ven la selva como una commodity a ser explotada, en lugar de un ecosistema vital y hogar ancestral de los pueblos indígenas que deben ser protegidos.

 

“Esa lectura del pacto se apoya en eventos recientes: esta semana el gobierno de (Jair) Bolsonaro emprendió todavía más retrocesos en la protección ambiental del Código Forestal del país, y el nuevo Ministro del Medio Ambiente de Ecuador, declaro el miércoles que “donde haya recursos naturales, habrá explotación”

 

“Las respuestas a los incendios amazónicos nunca serán efectivas en la protección de la selva, a menos que confronten el principal motor de la deforestación amazónica: la búsqueda de ganancias a expensas de los derechos de los pueblos de la selva y de la protección ambiental”.

 

El boletín de Amazon Watch, hace explícita la insidiosa visión prevaleciente de que la cuenca del Amazonas debe ser “preservada” a la manera de un paquete gigante de jardín botánico y zoológico, a costa del pleno desarrollo para el bienestar de los 35 millones que la habitan.

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