Desde hace mucho, el lavado de dinero sucio, la transferencia de capitales oriundos de acciones ilícitas y, obviamente de origen desconocido, se convirtieron en una verdadera emergencia internacional y europea. El crimen organizado, el tráfico de drogas, el terrorismo internacional y ciertas formas ilegales de especulación financiera prosperan si el lavado de dinero no es perturbador.
El poder del crimen está en la capacidad de violar leyes y debilitar a la sociedad civil. La amenaza se vuelve más peligrosa e intolerable cuando se consigue transformar el dinero sucio en actividades legales y controladas. En Italia, sabemos cómo y cuándo las diversas mafias penetraron en sectores importantes de la economía.
Aparentemente, la Unión Europea (UE) está, finalmente, caminando hacia un significativo fortalecimiento de las medidas contra el lavado de dinero (conocidas por sus siglas en inglés, AML, (Anti-Money Laundering).
Poco antes de las ferias de fin de año, los ministros de finanzas de la U, en la reunión del ECFIN (Consejo de Asuntos Económicos y Financieros –n.e) instruyeron a la Comisión Europea a estudiar la creación de una estructura independiente y equipada con las atribuciones necesarias para combatir el fenómeno de manera centralizada y eficaz. Antes del verano, la comisión debe elaborar un proyecto de ley para presentarlo al Parlamento y al Consejo Europeo.
El ECFIN había sido preparado sobre el asunto, en una reunión organizada días antes, con una activa participación italiana.
Ciertamente, no hay en Europa una escasez de estructuras y legislaciones para combatir el lavado de dinero. El problema es que, en esta área, la supervisión específica de los bancos y de otras entidades regidas por las autoridades nacionales de cada Estado miembro de la UE, cada una con sus propias leyes y atribuciones.
En Italia, se aprobó una buena legislación durante el segundo gobierno de Romano Prodi (2006-08).
Esta es una obvia debilidad y una evidente contradicción, ya que el bloque opera con una moneda y un mercado único.
El Banco Central Europeo (BCE) ya tiene una tarea supranacional de controlar bancos sistémicamente importantes con activos por cima de 30 mil millones de euros. Los otros bancos están controlados por las autoridades nacionales. El crimen organizado, en general, prefiere usar estos últimos.
Consecuentemente, pensamos que crear un “supervisor de los supervisores” no sería la respuesta más apropiada y eficaz. Como lo hemos visto en el pasado, la tendencia sería generar un proceso muy pesado y poco incisivo. Lo mismo pasaría si la tarea fuese delegada a la actual autoridad bancaria europea, como les gustaría a algunos. Recordemos que muchas operaciones de lavado de dinero se realizan mediante estructuras financieras no bancarias, el llamado sistema bancario “sombra” o paralelo, el cual no está sujeto a los mismos controles aplicados a los bancos comunes. Además, estas operaciones de lavado podrían ser cada vez más realizadas por entidades completamente fuera del sistema bancario y financiero.
Una idea mejor sería la creación de una especie de Interpol europea, una agencia independiente con un mandato específico y con poderes adecuados para operar en toda Europa en el combate a la creciente expansión del lavado de dinero. El Parlamento Europeo debe definir sus tareas y reglas lo más prono posible.
En los últimos años, Europa ha dependido de forma embarazosa de las informaciones e iniciativas estadounidenses en esta área. 2018 fue un año repleto de casos importantes, pero con medidas tardías y poco sancionadas. Recordemos la clausura del banco letón ABLV, las investigaciones del Danske Bank de Dinamarca y Estonia, y la mayor multa de la historia europea, la impuesta al holandés ING –casos que, aunque importantes, denotan una pequeña escalada del combate europeo al lavado de dinero sucio. No obstante, ningún país europeo puede considerarse irreprensible.
Las dimensiones del fenómeno son, ciertamente, enormes, así como es difícil cuantificarlo. Se han hecho pocos estudios. La agencia intergubernamental FATF (Financial Action Task Force), el grupo de acción financiera creado por el G-7 relata que, en 1998, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó la cantidad de dinero ilícito entre el 2-5% del PIB mundial en aquella época, esto implicaba una faja de entre 590 mil millones y 1.5 billones de dólares. En 2009, una investigación de la Oficina de Naciones Unidas sobre Drogas y Crimen Organizado (UNDC) afirmó que el lavado de dinero fue de aproximadamente 1.6 billones de dólares, equivalentes al 2.7% del PIB mundial.
En Italia, la Unidad de Inteligencia Financiera (FIU) del Banco de Italia relata que hay un aumento significativo en los informes del sistema bancario sobre transacciones sospechosas.
*MSIa Informa