La guerra comercial-tecnológica entre Estados Unidos y China se tomó un respiro luego de que el gobierno de Donald Trump dio un plazo de 90 días para que Huawei siga comprándoles a proveedores de su país antes de establecer un bloqueo total.
El anuncio tranquilizó a los inversores, que calmaron sus expectativas vendedoras de acciones de la firma y de algunas empresas ligadas a ese negocio, como la austríaca AMS, la holandesa STMicroelectronics y la alemana Infineon.
Pero no resuelve el problema de fondo, que complica el futuro del gigante de telefonía celular creado por Ren Zhengfei, un ex ingeniero del ejército chino, y que tuvo un crecimiento explosivo en los últimos diez años en todo el mundo.
La crisis entre Huawei y la administración Trump tiene su origen no solo en la guerra comercial que desató el inquilino de la Casa Blanca contra Beinjing, sino fundamentalmente por el desarrollo de la nueva tecnología 5G, en la que la firma china ya le sacó varias cabezas a los fabricantes estadounidenses, especialmente a Apple.
Pero tiene otro condimento no despreciable. Para las autoridades norteamericanas, Huawei utiliza aplicaciones e investigaciones robadas a productores locales y sobre todo, esa plataforma le servirá para espiar a los ciudadanos y a organismos estratégicos de EEUU y eventualmente interrumpir comunicaciones a voluntad, lo que atenta contra la soberanía e incluso la independencia nacional.
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