El regreso al capitalismo egocéntrico-predatorio

 

Elisabeth Hellenbroich en MSIA Informa

El Vaticano divulgó el pasado 11 de mayo un documento de gran importancia: Consideraciones para el discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico- financiero (Oaeconomicae et pecunariae quaestiones). El documento hace una referencia directa a la crisis financiera mundial de 2007-2008 que llevó al desplome de los grandes bancos y que generó la pérdida de billones de dólares en pocos días, la ruina de millones de familias y la destrucción de millones de puestos de trabajo.

 

En ese entonces se desencadenó un intenso debate sobre la cuestión de ¿cuáles fueron las causas que desembocaron en el derrumbe de los mercados financieros, a partir de las crisis de las hipotecas “subprime”, y el desplome de la casa bancaria Lehman Brothers, ambos de Estados Unidos? El documento critica con dureza todas las formas actuales de capitalismo predatorio y de las exuberancias especulativas de los mercados financieros que amenazan con desencadenar otra nueva crisis financiera mundial.

 

El documento fue compilado por Luis F. Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y por el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral. El texto se remite a un conjunto de encíclicas: Caritas in veritate (2009) de Benedicto XVI, Laborem exercens (1981), Sollicitudo rei socialis (1989), y Centesimus annus (1991), de Juan Pablo II, además de Populorum progressio (1968) de Paulo VI, Laudato Si (2016) y Evangeli gaudium (2013), de Francisco.

 

Defiende el establecimiento de un “discernimiento ético” claro respecto a la reglamentación de los mercados financieros, dada la “creciente influencia que ejerce el mercado respecto al bienestar material de buena parte de la humanidad. Esto exige, por una parte, de una adecuada reglamentación de sus dinámicas y, por otra, una clara fundamentación ética que asegure al bienestar conseguido una calidad humana de las relaciones que los mecanismos económicos solos no pueden producir.”

 

La concepción principal del texto es la defensa del bien común: “(…) en todas las culturas existen múltiples convergencias éticas que expresan una sabiduría moral compartida, en cuyo orden objetivo se funda la dignidad de la persona. Sobre la sólida e indispensable raíz de tal orden, que delinea claros principios comunes, se encuentran los derechos y deberes fundamentales del hombre; sin los cuales el arbitrio y el abuso del más fuerte acaban por dominar en la realidad humana.”

 

El regreso al capitalismo egocéntrico-predatorio

Los autores observan críticamente que, a pesar de la velocidad sin precedentes con la que el bienestar económico internacional se ha desarrollado, fuertes desigualdades han proliferado entre muchos países e incluso dentro de cada uno de ellos.

 

Además de esto, el número de personas que vive en condiciones de pobreza extrema sigue siendo enorme. Aunque la reciente crisis financiera haya dado la oportunidad de desarrollar una nueva economía con mayor atención a los principios éticos, así como a la reglamentación de las finanzas que podría anular las tendencias predatorias, los autores expresan gran preocupación de que “no consta, sin embargo, una reacción que haya llevado a repensar aquellos criterios obsoletos que siguen gobernando el mundo.”

 

En lugar de esto, se ha regresado al egoísmo ciego, sin el mínimo deseo de eliminar la desigualdad. La crisis financiera de 2007-2008 y el periodo siguiente ha llevado, según los autores, a un situación en la que “está en juego el auténtico bienestar de la mayor parte de los hombres de nuestro planeta, los cuales corren el riesgo de ser confinados de manera creciente siempre más en los márgenes, si es que hasta ser ‘excluidos y descartados’ del progreso y del bienestar real, mientras que algunas minorías disfrutan y reservan solamente para sí ingentes recursos y riquezas, indiferentes a la condición de los demás.” El egoísmo, afirman, no nos traerá el bienestar de la humanidad. “El dinero debe servir, y no gobernar (ya decía la exhortación apostólica Evangelii gaudium), ese es el imperativo de la economía saludable del futuro.”

 

El documento está destinado a políticos, especialistas financieros y económicos, así como a ciudadanos en general, a los que se les pide el desarrollo de nuevas formas de economía y de finanzas, con reglas y reglamentos volcados a la ampliación del bien común y del respeto de la dignidad humana según las enseñanzas sociales de la Iglesia. El texto apunta que “el trabajo, con su dignidad, no solamente se vuelve una realidad siempre más en peligro, sino que pierda también su calidad de ‘bien’ para el hombre, para convertirlo en un mero medio de cambio en el interior relaciones sociales asimétricas.”

 

Así, advierte sobre la “inconsciente y amoral cultura del descarte.” Esta cultura excluye a grandes masa de la población, privándolas de un trabajo digno y dejándolas “sin perspectivas y sin vías de salida”: “Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de una realidad nueva: (…) los excluidos no son ‘explotados’, sino residuos, “sobras.” De la misma forma, los “altos intereses y la usura” convierten a la actividad financiera en una actividad centrada en sí misma, y no en un servicio para la economía real. Una economía saludable no puede ignorar la “función social del crédito, (…) por ejemplo, son muy positivas y favorables en tal sentido las realidades de crédito cooperativo, el micro crédito, así como el crédito público al servicio de las familias, de las empresas, de las comunidades locales y el crédito de ayuda a los países en vías de desarrollo.”

 

El problema es que el crédito gana frecuentemente propósitos especulativos. El documento menciona el pensamiento económico de Estados Unidos cuando la aparición de la crisis de 2007-2008: “El fenómeno inaceptable desde el punto de vista ético no es simplemente ganar, sino aprovecharse de una asimetría para su propio provecho, con lo que se crean ganancias notables a costa del daño de otros; es lucrar con el disfrute de la propia posición dominantes con injusta desventaja del otro, o enriquecerse provocando daño o perturbando el bienestar colectivo.”

 

Los autores defienden una mayor reglamentación de los mercados de acuerdo con líneas éticas, en especial desde que las principales razones de las crisis económicas más recientes fueron “las conductas inmorales de los exponentes del mundo financiero, sea por el hecho de que la dimensión supranacional del sistema económico consciente contornar fácilmente las reglas establecidas por cada país.”

 

“La doctrina social de la iglesia, a partir de la primera encíclica del Papa León XIII y de su examen crítico del capitalismo, sirve de guía, por fundarse en el concepto de solidaridad: “Cuando los seres humanos reconocen la solidaridad fundamental que los une a toda la humanidad, comprenden que pueden ganar si tan sólo usan para sí todos los bienes que poseen. Cuando se vive en la solidaridad, los bienes que él posee se usan para las necesidades del otro, pero, al ser compartidos, esos bienes se multiplican, lo que genera frutos inesperados para otras personas.”

 

El hecho de que los banqueros y los políticos influyentes usen el sistema financiero para saciar su propia hambre de ganancias y exclusivamente para generar lucros es una de las grandes dificultades de la actualidad. El documento afirma que “nuestra época reveló las limitaciones de una visión individualista del hombre, entendido prevalentemente como consumidor, cuya ventaja consistiría ante todo en una optimización de sus ganancias pecuniarias.”

 

El progreso de un sistema económico no se puede medir tan sólo cuantitativamente y con patrones que privilegian la ganancia, sino que se deben fundar también parámetros de evaluación del bienestar, que evalúan que los bienes no son meramente materiales. Los autores sugieren que las instituciones como universidades y escuelas de negocios deben introducir en sus planes de estudios una dimensión formativa que eduque a los estudiantes para que entiendan la economía y las finanzas a la luz de una visión de totalidad de la persona humana, para evitar un reduccionismo que contempla apenas algunas dimensiones del ser humano.” Es necesaria una ética para diseñar esa formación, y una gran ayuda en este sentido es la que ofrece, por ejemplo, la Doctrina social de la Iglesia.”

 

En un sistema económico, el “bienestar” de la sociedad no se puede medir tan sólo con el criterio del Producto Interno Bruto (PIB), según los autores. Para ellos, esa evaluación se debe hacer “tomando en consideración también otros puntos de referencia, como, por ejemplo, la seguridad, la salud, el crecimiento del ‘capital humano,’ la calidad de la vida social y del trabajo. Y siempre se puede buscar la ganancia, pero no “a cualquier costo,” ni como referencia totalizante de la actividad económica.”

 

A partir de la una perspectiva puramente humana, hay efectivamente un intercambio entre las ganancias y la solidaridad que, gracias a la libertad de la persona humana, despierta el gran potencial de los mercados. El documento alerta, sin embargo, sobre el peligro de que “la libertad de que gozan los actores económicos, al comprenderse de modo absoluto y distante de su intrínseca referencia a la verdad y al bien, tiende a genera centros de supremacía y a inclinarse en la dirección de formas de oligarquías que al final perjudican la eficiencia misma del sistema económico.” Dada la enorme fuerza del control que ejercen los poderosos círculos financieros sobre los partidos políticos, “aquello que deberían ejercer el poder político, quedan desorientados e impotentes por la supranacionalidad de aquellos agentes y por la volatilidad de los capitales manejados por ellos.”

 

A causa de los mercados financieros y de sus actores, la economía real está hoy donde el egoísmo y el abuso de poder tienen un enorme potencial para perjudicar a la comunidad. El documento hace una lista de las prácticas financieras, tales como las transacciones especulativas de riquezas virtuales, así como las negociaciones de cambios de alta frecuencia. Uno de los instrumentos predatorios que se usan en los mercados financieros llamados “derivados, que son creados con el propósito de garantizar un seguro contra riesgos inherentes a ciertas operaciones con frecuencia contienen negociaciones hechas con base en el valor presumido que se atribuye a esos riesgos.”

 

El documento cito algunos tipos de derivados y de estructuras muy complejas (seguros de seguros), que han impulsado el crecimiento de “burbujas especulativas, lo que ha sido una contribución importante para el estallido de las más recientes crisis financieras.” Al inicio de la crisis financiera de 2007, por ejemplo, “el mercado de CDS (“credit default swap”) [en uso desde 2000, y que tenían un valor en 2007 de 62 billones de dólares- E.H] era tan imponente que representaba más o menos el equivalente a todo el PIB mundial. La difusión sin límites adecuados de este tipo de contratos favoreció el crecimiento de unas finanzas del azar y de las apuestas en el fracaso de otros, lo que representa una situación inaceptable desde el punto de vista ético.”

 

Al lado de la manipulación de las tasas de interés (LIBOR –“Interbank Offered Rate”), que los autores califican de “carteles de complicidad” semejantes a “asociaciones delictivas dañinas para el Bien común,” los autores consideran igualmente devastadores los “sistemas bancarios paralelos o ‘sombra’ (“shadow banking system”) ,” que “han determinado una pérdida de control del sistema por parte de las autoridades de vigilancia nacionales. Se ha favorecido así de manera desconsiderada, el uso de la llamada finanza creativa, cuyo motivo principal de inversión de los recursos financieros y sobre todo de carácter especulativo, si no es que hasta depredador, y no constituyen un servicio para la economía real. Por ejemplo, muchos están de acuerdo en que la existencia de tales sistemas ‘sombra’ es una de las principales causas que favorecen el desarrollo y la difusión mundial de la reciente crisis económica-financiera iniciada en Estados Unidos con la crisis de los prestamos subprime en el verano de 2007.”

 

Abordan, igualmente, el mundo de las “finanzas offshore,” que “aunque ofrecen también servicios lícitos, mediante muchos canales de elusión fiscal, si no es que de franca evasión fiscal y lavado de dinero fruto del crimen, constituye un ulterior empobrecimiento del sistema de producción y distribución normal de bienes y de servicios.”

 

Evasión fiscal, paraísos fiscales y el problema de las dádivas

“Hoy, más de la mitad del comercio mundial se realiza por grandes sujetos que reducen la carga tributaria al transferir las ganancias de una sede a otra, según su conveniencia, con la transferencia de las ganancias a los paraísos fiscales y los costos a los países de elevada imposición tributaria. Parece claro que esto substrajo recursos decisivos para la economía real y que contribuyó a generar sistemas económicos fundados en la desigualdad.

 

“Por lo demás, no es posible callar que aquellas sedes offshore, en muchas ocasiones, se convirtieron en lugares habituales para el lavado de dinero, esto es, de los resultados de los ingresos ilícitos (hurtos, fraudes, corrupción, asociaciones para delinquir, mafia, saqueos de guerra…),” afirma el documento, que destaca algo que la Iglesia considera uno de los mayores problemas que obstaculizan el progreso humano en muchas naciones.

 

Los autores destacan que “el sistema offshore, en especial para los países cuyas economías son menos desarrolladas, terminó por agravar la deuda pública de los mismos. Lo cierto es que se subrayó cómo la riqueza privada acumulada en los paraísos fiscales de algunas élites casi igualó la deuda pública de los respectivos países. Esto evidencia también cómo, de hecho, en la raíz de tal deuda están con frecuencia los pasivos económicos generados por los sujetos privados y después colocados en los hombros del sistema público. (…) El total de los pasivos financieros que pesa sobre los estados representa hoy uno de los mayores obstáculos para el buen funcionamiento y el crecimiento de las diferentes economías nacionales.

 

Numerosas economías nacionales son agravadas a causa del que tienen que hacer frente al pago de intereses que provienen de aquel débito y deben, por eso, necesariamente hacer ajustes estructurales. (…) A escala internacional, por otra parte, aunque con cada país de frente a sus inevitables responsabilidades, ocurre también que se consiente y se favorecer vías racionales de salidas de las espirales de endeudamiento, no poniendo en los hombros del Estado -sino en los hombros de sus ciudadanos, es decir, de millones de familias- obligaciones que de hecho resultan insostenibles. (…) Semejantes soluciones son pedidas ya sea para la salud del sistema económico internacional, con la finalidad de evitar la contaminación de crisis potencialmente sistémicas, ya para buscar el bien común de los pueblos conjuntamente.”

 

Tanto los líderes políticos, así como los especialistas económicos y financieros, deben estudiar con cuidado el nuevo documento del Vaticano y extraer las lecciones de los errores que llevaron a la crisis financiera de 2007-2008 ante las “conductas inmorales de los exponentes del mundo financiero, ya sea por el hecho de que la dimensión supranacional del sistema económico consiente en contornarse fácilmente a las reglas establecidas por cada país.”

 

La conclusión principal: el hombre debe ser puesto nuevamente en el centro de la economía.

N. de los E. – El documento se encuentra publicado y en internet en español.

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