Bandas criminales y líderes transportistas habrían tejido una red de complicidades con los elementos de la GN en la México-Puebla

La autopista México – Puebla, una arteria vital para el transporte de carga y pasajeros, se ha convertido en un presunto escenario oscuro donde la corrupción y la extorsión campan a sus anchas. En el corazón de esta supuesta problemática se encuentran los mismos guardianes de la ley: los elementos de la Guardia Nacional (GN).

Aunque la GN fue concebida como una corporación de carácter civil, la realidad es que ha adoptado tintes militares. Según un estudio del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, ocho de cada 10 integrantes de la GN provienen de las Fuerzas Armadas (SEDENA y SEMAR). Esta militarización inadvertida ha generado un caldo de cultivo para la corrupción y la colusión con bandas criminales.

El enigma de las extorsiones

El periódico Crónica destapó un caso que puso en jaque a la GN. Una célula de extorsionadores, compuesta presuntamente por una escuadrilla completa de la GN, operaba en la sombra. Su modus operandi era siniestro: detectaban unidades robadas, secuestraban a los delincuentes y los extorsionaban para que continuaran operando. El caso cobró notoriedad cuando uno de los mandos de la GN, sospechando las acciones de sus subordinados, realizó un recorrido sorpresa y encontró a los uniformados reteniendo a un sujeto que había robado un tráiler. Los uniformados ya habían pactado con el jefe de ese delincuente para obtener dinero. Fajos de billetes fueron hallados en su poder.

El director general de Seguridad en Carreteras e Instalaciones de la GN, general Cruz Isaac Muñoz Navarro, enfrenta un reporte aún más grave. En la autopista México – Puebla, los actos de corrupción son sistemáticos. Bandas criminales y líderes transportistas han tejido una red de complicidades con los elementos de la GN. Los primeros entregan sobornos a cambio de la negligencia en las zonas donde operan. Los segundos evitan que sus unidades sean detenidas y extorsionadas individualmente. Los líderes de transportistas han pactado un entre para que sus colaboradores puedan transitar sin sobresaltos.

Este flujo constante de recursos ha convertido a las estaciones de la GN en puntos de encuentro para la corrupción. El riesgo se amplía, pues el tráfico de drogas y personas también inyecta dinero hacia los uniformados. La GN, cuya misión original era proteger a la sociedad, se encuentra atrapada en una telaraña de intereses turbios. ¿Quién vigila a los vigilantes? La respuesta sigue siendo incierta en la oscuridad de la autopista México – Puebla.

Conclusiones

La lucha contra la corrupción y la extorsión en la GN debe ser prioritaria. La confianza de la ciudadanía está en juego, y la seguridad de los transportistas y viajeros depende de la integridad de quienes portan el uniforme. La autopista México – Puebla, lejos de ser un simple tramo de asfalto, se ha convertido en un campo de batalla donde la moral y la justicia se enfrentan. La verdad debe salir a la luz, y los responsables deben rendir cuentas. Solo así podremos recuperar la confianza en nuestras instituciones y garantizar un camino seguro para todos.

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